Cultura

La valoración de la mujer empieza en casa

Pilar Faller MenéndezEcos de un feminicidio

En México se ha expresado un repudio por el brutal asesinato de Ingrid Escamilla, mujer de 25 años que perdiera la vida presuntamente (aunque de presunción no tiene nada, porque se sabe que fue su pareja) en el norte de la Ciudad de México. El caso de Ingrid es uno más de los miles sobre homicidio sistemático de mujeres que representa un problema creciente en nuestro país.

A diario, pueden leerse artículos indignantes sobre este problema que persiste y que a través de medios como las redes sociales se cuestiona, ya que solamente el año pasado 4 mil mujeres fueron asesinadas. Hablar de cifras suaviza el impacto, pero cuando se le pone un rostro a esta barbarie, parece volverse de más relevancia.

El rostro de Ingrid, quien actualmente representa la cobardía de muchos hombres que se sienten con el derecho de matar, hace un llamado general para parar esta violencia intrafamiliar que se vive, Ingrid representa a las miles de mujeres que han sido cobardemente asesinadas.

Este hecho ha generado, ciertamente, una inusitada ola de indignación, no ha pasado desapercibido, y se han generado protestas que llegaron hasta el Palacio Presidencial, donde los colectivos feministas, que no se dan por vencidos en su lucha por erradicar el crimen de tantas mujeres mexicanas, siguen lanzando sus reclamos, a pesar de que el problema vaya en aumento, y no cejan en sus intentos para poner fin a esta barbarie.

Vivimos en un país donde al menos 10 mujeres son asesinadas cada día, según las cifras oficiales, esta vez el caso de Ingrid Escamilla ha provocado que, una vez más, se condene a viva voz la violencia de género que se sufre y que ha causado un hartazgo social que debe ser tomado en cuenta porque este fenómeno se extiende cada vez más en México, ya que en los últimos cinco años, ha incrementado en 137 %, aunque las organizaciones civiles afirman que la cifra es más grande, ya que detrás de estos actos, muchas veces no existen denuncias formales, o bien no son catalogados como feminicidios.

Como se mencionó, el año pasado fueron reportados cuatro mil asesinatos de mujeres, pero solamente 976 fueron considerados como homicidios, tal y como lo muestran los datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Se habla de establecer nuevas políticas para esta clase de homicidios que constituyen una de las formas de expresión más violentas y graves del machismo. Las leyes para erradicarlos pueden ser duras y muchas, pero la motivación para cometer este crimen es más fuerte que éstas, ya que estamos hablando de un fenómeno cultural, que tiene raíces más profundas.

Al hablar de las motivaciones que llevan a cometer un feminicidio, es necesario entender que éstas tienen sus particularidades con relación a otros tipos de homicidio, y las principales son: la ira, el odio, los celos, y hasta la búsqueda del placer, aunque esto parezca ciencia-ficción.

Se refleja también la misoginia, así como el sentido de superioridad de género, y la creencia de que las mujeres son una posesión, lo cual desgraciadamente se transmite culturalmente, dentro de las familias que fomentan el machismo, y donde no existe un respeto a la mujer, sin importar el estrato social o económico del que estemos hablando.

Se han añadido otros factores como el consumo de drogas y alcohol, por parte del homicida, esto sería una salida fácil y un modo equivocado y cómodo de encontrar los motivos por los cuales los hombres sienten el impulso de asesinar a una mujer.

Es, según mi punto de vista, en la educación y valores del hogar donde un hombre aprende a respetar a una mujer o a denigrarla, y aunque a muchos les duela y sientan que es una falta de respeto, ejercen más influencia las madres que los padres, cuando ponen a las mujeres a servirles a sus hermanos, a no reprenderlos por maltratar o agredir verbalmente a las hermanas.

En el hogar es donde se reciben los cimientos, tanto de los valores como de la educación, si se ve maltrato, se considera normal; si se permiten los insultos, se verá normal; si las mujeres tienen que servir a los hombres, se verá normal. ¿De qué sirven las políticas y la mano dura cuando el individuo ya tiene valores preestablecidos?