Cultura

Bolsonaro y Trump, cero en cultura

Los actuales presidentes de Estados Unidos y Brasil se dan la mano en muchas cosas. Uno de los territorios comunes pasa por la manera desembozada en que manifiestan su olímpico desprecio por la cultura. No estoy pidiendo que sean paladines de la sensibilidad y la inteligencia, bastaría con que respeten la producción intelectual, aun cuando no estén de acuerdo con ella.

Trump lanzó una “trumpada” contra Parásitos, la película coreana bendecida cuatro veces por el Oscar días antes. En un mitin electoral se pasó de rosca al atacar a la Academia de Hollywood, al director de la cinta y al país que la produjo. Van siendo proverbiales sus desplantes xenófobos, sobre todo hacia los mexicanos y latinos; ahora tocó a los coreanos.

Miren que decir: “¿Cómo de malos fueron los Oscar este año? El ganador es una película de Corea del Sur. Tenemos suficientes problemas con Corea del Sur por el comercio. Además de eso, les dan la mejor película del año. ¿Era buena? No lo sé. Recuperemos Lo que el viento se llevó o El crepúsculo de los dioses. Tantas películas geniales…”.

Después la tomó contra Brad Pitt. Cuestión de gusto y rabia, que puede y debe dirimirse en las urnas. Pero ese no es el punto. Atacar a Parásitos va más allá de un simple exabrupto. Es la evidencia más evidente –valga la redundancia– de la ignorancia. Trump juzga lo que no ha visto. Lanza golpes a ciegas. Ninguna persona medianamente razonable repudia lo que no conoce. Toca de oído y desafina. Parásitos cuenta con muchos puntos a su favor, no todos, pero la película, tras inquietar, convence.

El trasvase de una trama de humor agudo a un thriller con todas las de la ley, y mucho más, califica como una obra a tomar en consideración. Estéticamente, llama la atención por la subversión mixtificada de géneros. Mas eso, muestra de maestría en el oficio fílmico de Bong Joon-ho, no es lo más importante, si bien deviene factor imprescindible para la aprehensión crítica de la propuesta por parte de los espectadores. El foco sobre la brecha entre ricos y pobres, y la insidiosa exploración hacia los confines de la ruindad humana, se erige como un pilar en la construcción de esta metáfora terrible sobre las sociedades contemporáneas, con independencia de particularidades geográficas y modelos de desarrollo.

A Trump debe haberle dicho que Parásitos es un filme anticapitalista. Con eso basta para que saque a flote su alergia a la cultura y la contagie a sectores políticamente afines, quienes tampoco han visto la película y se guían, como bestias ciegas, adonde los conduce el líder.

¿Sus modelos? Le debe gustar a Trump Lo que el viento se llevó no por el empaque de la realización ni su aliento épico, sino por lo que de peor tiene el filme: la nostalgia por el Sur esclavista y el racismo visceral de los protagonistas. Cualquier día declara su culto hacia la nefasta Nacimiento de una nación, con KuKuxKlan incluido.

Bolsonaro compite en la misma cuerda. Entre los documentales de largometraje nominados al Oscar estaba Al filo de la democracia (título original en portugués, Democracia emvertigem), de Petra Costa, estrenado el año pasado por la plataforma Netflix.

Como acostumbra, al salir cada mañana de su residencia oficial en Brasilia el mandatario accede a la prensa. A los periodistas complacientes, trata con esmero. A los incómodos, responde con rispidez. Y también se va de rosca. ¿Una película brasileña nominada a los Oscar? “Es una porquería”. Textualmente. Ser soez forma parte de la personalidad del político. ¿Conocía Bolsonaro la película para referirse de ese modo a ella? “No pierdo mi tiempo en ver esa porquería”. Le hace coro el encargado de Cultura en su gabinete: “Si fuera en ficción, la aceptaría”. Como si se tratara de puro cuento.

El documental, realizado por Petra Costa, actriz y cineasta de 36 años de edad, se mueve entre el reportaje y el testimonio personal, para preguntarse cómo fue posible que se urdiera el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, se manipulara la trama anticorrupción para encarcelar a Lula y las élites políticas, mediáticas y evangélicas propulsaran a Bolsonaro hasta alcanzar la cima del estado brasileño.

The New York Times –nada que ver con la prensa de izquierda- comentó la obra con estas palabras: “Es una crónica sobre la traición cívica y el abuso de poder, pero también de desengaño. Costa no oculta sus adhesiones políticas, pero su sinceridad realza la credibilidad de su reportaje en vez de socavarla. (…) Lo que da fuerza a su historia es el empeño de conseguir una cierta claridad analítica; en lugar de nublar su visión, sus afinidades la agudizan”.

Esa es la “porquería” que hace que Bolsonaro “no pierda tiempo”.