Cultura

El piano por las nubes, el talento por el cielo

Pedro de la Hoz

Aún no se ha repuesto Angela Hewitt de la pérdida de un instrumento que era la niña de sus ojos: un piano Fazioli valorado en 200,000 dólares.

Una cuadrilla de empleados de una agencia berlinesa de mudanzas estaba a cargo de su traslado dentro de la ciudad, cuando, inesperadamente, el piano rodó de la cama del vehículo al suelo y varios de sus componentes quedaron hechos añicos.

La pianista declaró: “No tiene sentido, financiera o artísticamente, reconstruir este piano desde cero. Se ha roto. Los operarios se mostraron mortificados. En 35 años de hacer su trabajo, esto nunca había pasado antes”.

La noticia saltó a las redes sociales. En sí misma pudiera tomarse como una triste curiosidad, pero cuando se registran los entresijos afloran aristas insospechadas.

Una de ellas tiene que ver con la marca del instrumento. Hasta finales del siglo pasado, Fazioli apenas significaba en el mercado de los teclados. La empresa sólo construyó el primer piano en 1981. Hasta entonces el negocio familiar, radicado en la localidad de Sacile, 60 kilómetros al norte de Venecia, se consagraba a la construcción de muebles de oficina, lo cual supuso contar de entrada con buena parte del equipamiento necesario para comenzar la fabricación de pianos. Los primeros pianos empezaron a fabricarse en un ala de la fábrica de muebles, acondicionada para este propósito.

En relativamente poco tiempo, la empresa Fazioli Pianoforti ha conseguido infiltrarse en instituciones de tanto prestigio como la Juilliard School de Nueva York, el Teatro La Fenice, el Palace de las Artes de Budapest, el Gran Teatro de Beijing, las aulas del Conservatorio de París y los departamentos de música de las universidades de Viena, Graz y Salzburgo. Fue

Medio centenar de pianistas de primera línea, en los circuitos internacionales, han hecho pedidos específicos al fabricante, tal el caso de Hewitt, cuyo instrumento tenía cuatro pedales.

¿Qué tiene un Fazioli que no tengan otros? “En los pianos tenemos diferentes tipos de sonoridad. Los instrumentos germánicos acostumbran a tener un sonido fuerte, grande, si lo queremos llamar así. El sonido que yo pienso es más mediterráneo, más del sur. Esto quiere decir no muy grueso, más claro y brillante. Estaría de alguna manera más cerca del bel canto, del sonido de la ópera italiana. Tiene también una gran variedad de dinámicas y nos permite oír claramente las distintas voces, la polifonía”. Esto lo ha dicho Paolo Fazioli, el fundador de la empresa.

Josep Puig, dueño de una de las tiendas de instrumentos profesionales más establecidas de Barcelona, lleva a cabo una experiencia única en la ciudad española: cada viernes invita a amigos pianistas a tocar en su almacén uno de los Fazioli que distribuye de manera exclusiva en Cataluña a precios superiores a los 100,000 euros.

Sin embargo aclara: “Aquí la gente no entra y dice: ¡póngame un Fazioli para llevar! Apenas vendí tres en los primeros seis años como distribuidor. Deberían estar en el Palau, en el Liceu y en los lugares más importantes, porque son buenísimos, pero compiten con gigantes como Steinway y, en este contexto de crisis, su precio es un obstáculo. Por eso organizo los conciertos, para que los músicos puedan saber lo que es tocar un piano que no podrían tocar en ninguna otra parte”.

La palabra Steinway explica parte del problema. La compañía Steinway & Sons ostenta el liderazgo mundial de los pianos de concierto, posición largamente cultivada desde que se fundó la entidad en Nueva York en 1853 y se desarrolló el taller de excelencia en Hamburgo. Cada año se ponen a la venta unos 5,000 ejemplares de la marca; de Fazioli salen entre 120 y 150.

De todos modos, ni Fazioli ni Steinway clasifican como los fabricantes del piano más caro del mundo: entre la casa Bösendorfer de Viena y el escultor Jon Kuhn nació el piano Kuhn-Bösendorfer, con un precio de arrancada ascendente a 1.2 millones de dólares.

Tras el accidente, Hewitt confesó algún día poder comprar otro Fazioli. Está claro que la calidad de sonido del instrumento ayuda a encauzar el talento. Hewitt y los amantes de la música deben saber que lo importante resulta este último. Si la canadiense figura entre las luminarias actuales de la interpretación es porque ha contribuido a enaltecer la obra de Bach, a desentrañar su significado para las audiencias de nuestra época.

Cuando asume las Variaciones Goldberg, al oyente poco le interesa si fue en un Fazioli o un Steinway o un Bösendorfer. En primer plano están Bach y una pianista excepcional.