Ivi May Dzib
I
La gente muere todos los días. Hay de muertes a muertes y no podemos decir que alguna es más importante que otra, o que alguna es más trágica o más nimia o menos espectacular. Aunque muchos adjetivan la muerte a su antojo. Intentan buscar culpables, hacer preguntas sobre los contextos en que se generan, emitir sentencias que puedan convertirse en dogmas para con eso evitar tragedias mayores o provocarlas. Con la muerte se lucra, con la muerte no se juega o a veces se juega demasiado. La muerte es un tema recurrente en la literatura porque es el gran misterio de la vida.
II
Aunque la idea era no adjetivar, la gente muere con ligereza, viven en un lugar inhóspito y piensan que la muerte es su mejor salida, a veces así es, la mayoría de las veces no y eso es lo que duele. Podría contar aquí la vida de muchas mujeres y hombres que han tomado decisiones vitales y que, ante los ojos de los lectores, se convierten en burdos clichés de joyas de la literatura universal. Vi a una Medea en primera plana y también vi a Jesucristo, aunque nadie se dio cuenta que estaba al lado suyo. El punto es básico, no leemos, ni escuchamos, ni tocamos, ni oímos. No hacemos nada más que pedir al día que nos dé un poco de entretenimiento y que éste no tenga forma de flores, ni de pasto, ni de sol. Una forma artificial de vivir una vida está bien, dice el personaje que no se encuentra así mismo, pero vive esta odisea llamada vida y entenderás lo complejo que se torna.
III
Y es entonces cuando se piensa que si la muerte es inevitable, entonces habría que disfrutar la vida, porque al ser corta no se tiene que pensar mucho las cosas. Hay que tener todo lo que se puede sin importar a qué precio o si paso por encima de alguien. La publicidad nos pide que tomemos todos los riesgos posibles y el ciudadano común parece que no le importa morir con tal de conseguir todos los placeres que le han prometido. O, por el contrario, nos han llenado de tanto terror, de tanto miedo, que a veces pensamos que lo mejor que podemos hacer con la vida es no vivirla, porque sufrir es lo que menos se quiere, aunque no podemos ignorar a los que pasan la vida sufriendo ya que les tocó un lugar deplorable y las peores condiciones. La vida y la muerte se enfrentan todos los días y no hacemos más que adjetivarla, porque tratar de entenderla resulta muy inquietante.