Cultura

El siglo de las mujeres

Fernando Muñoz Castillo

I

Reza el adagio que quien mucho abarca poco aprieta. En esta ocasión, fue lo que sucedió a Raquel Araujo con su obra El siglo de las mujeres, estrenada en 2016 por el primer centenario del Congreso Feminista en Yucatán, y que se ha venido representando en secundarias y preparatorias, y hace poco se presentó en el Teatro Peón Contreras y después en una corta temporada en la sede de La Rendija.

El elenco original fue sustituido cuando la actricita Liliana HeSant, se fue a Argentina a continuar sus estudios teatrales. La obra se siguió presentando después de un tiempo con otra actriz joven que la sustituyó. Al regresar de vacaciones, se reintegró y volvió a formar la dupla de actrices con la experimentada actriz Silvia Káter.

Esto era el plus de que gozaba esta nueva temporada.

La función que me tocó ver, fue realmente pobre, claro, las actrices cumplieron su cometido de salir al escenario y actuar, pero ya sin esa luz que irradiaron en algún momento, así que el trabajo se mostró con fallas de memoria, bastante notorias, lo que me extrañó de la Káter, a quien se le reconoce por su aplomo y profesionalismo sobre las tablas.

La obra, dirigida por Raquel Araujo y también escrita por ella, esta vez le falló, nunca le había visto un trabajo tan desordenado y tristemente tan superficial y falto de una investigación más a fondo no solo de ella, sino también del dueto de actrices.

En una palabra, faltó leer e investigar más a fondo lo que ha sido el movimiento feminista, no para que lo “dijeran” como si fueran una enciclopedia con hologramas, sino para tener la consistencia necesaria para esta representación que habla de lo sucedido en México.

Desde el principio se notó torpe, y hasta con brincos extraños, que son salvados por el baile y las proyecciones de fragmentos de cintas silentes norteamericanas. Después viene la debacle y el espectáculo comienza a chancletear cuando las actrices se confunden de fechas y datos, y retoman y corrigen. Como de examen escolar intramuros.

No creo que las actrices y la dramaturga conozcan el trabajo de una de las primeras pensadoras feministas europeas: Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer. Esta escritora es madre de una de las grandes escritoras del siglo XIX: Mary Shelley, autora de la inmortal novela Frankenstein.

Las mujeres del Congreso feminista, si no todas, algunas habían leído Vindicación de los derechos de la mujer y otros libros de otras feministas de finales del XIX, y principios del XX.

Este es un pequeño ejemplo. Pero de lo que sí estoy seguro, es que las actrices y la dramaturga ni siquiera hojearon y ojearon las “viejas” revistas fem, uno de los órganos mexicanos más importantes a partir de la década de los 80 del siglo XX. O a Kate Millett y a Susan Sontag. Así como tampoco creo que sepan la importancia de la emblemática Benita Galeana.