Cultura

Música, ciencia y conciencia

Pedro de la Hoz

La musicología es ciencia y, a la vez, entrega espiritual. Dista de ser, como algunos pudieran pensar, un mero ejercicio académico para encarnar, si se ejerce de veras, una herramienta indispensable para pensar la música. Cuando en 1979 Argeliers León, pionero de esa disciplina en Cuba, instaló por primera vez el Premio de Musicología Casa de las Américas, lo propuso como “una norma que se adapte desde los intereses que partan de las condiciones concretas de nuestros países; ha de ser, pues, un premio de nuestra América, discernido desde una perspectiva latinoamericana y caribeña contemporánea”.

Cuarenta años después, la institución habanera de vocación cultural nuestroamericana acaba de cerrar los trabajos de la décimoséptima edición del concurso. Entre las investigaciones presentadas se llevó el lauro Más allá del humor: articulación de lenguajes artísticos y procedimientos retóricos en la murga hispanouruguaya, de la uruguaya Marita Fornaro.

El jurado, integrado por Berenice Corti (Argentina), Oscar Hernández (Colombia), Alejandro Vera (Chile), Jesús Gómez Cairo (Cuba) y Claudia Fallarero (Cuba), decidió, además, conceder una mención única a Fonógrafos ambulantes: las expediciones de la Victor Talking Machine Company por América Latina durante la era acústica, de Sergio Ospina Romero, de Colombia.

El hecho de que Marita Fornaro haya participado en el certamen es, por sí mismo, un dato que prestigia al premio. A esta uruguaya, licenciada en Musicología (1986), Ciencias Antropológicas (1983) y Ciencias Históricas (1978) por la Universidad de la República, en Montevideo, no le faltan espacios para canalizar su producción. En nuestra región, su voz se reconoce entre las de mayor autoridad en el campo de los estudios musicológicos por la profundidad, seriedad y amplitud de sus registros.

Tuve el privilegio de conocerla cuando, en su condición de presidenta de la Red Latinoamericana de la IASPM (sigla en inglés de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular), encabezó un congreso en la capital cubana, en el que hizo gala de dinamismo, sabiduría y voluntad de articulación entre los diversos actores.

Obviamente, los principales campos de su labor se centran en la cultura y la música populares, temas que conforman el grueso de una obra que abarca libros, artículos, discos compactos y multimedia. Como uruguaya al fin, una de sus pasiones pasa por el seguimiento y análisis de la murga, expresión escénico-musical por antonomasia de la nación atlántica sudamericana. Al ser evaluada por el jurado, este concluyó con que “aporta un corpus de ideas y datos sin precedentes sobre un género importante de la cultura popular latinoamericana; datos de tipo etnográfico, iconográfico y archivístico, entre otros, ya que incluyen fotografías, testimonios orales y documentos de archivo”. Además, hicieron notar que “el libro tiene la virtud de incorporar diversos enfoques, tematizar aspectos escasamente abordados en obras anteriores sobre el mismo género y estar muy bien escrito”.

Tal como es costumbre en la Casa de las Américas, los concursos no se convocan únicamente para que un jurado se reúna y al final de la jornada dé a conocer el premio. Musicología no es la excepción; mientras leen las obras de los aspirantes, los intelectuales encargados del veredicto, junto a otros, se insertan en un coloquio en el cual intercambian experiencias y abordan temas relacionados con la materia.

Fue así como, paralelamente al certamen, transcurrió el XI Coloquio Internacional de Musicología en la misma Casa, aunque en esta oportunidad hubo una muy animada sesión en Fábrica de Arte Cubano, centro cultural situado en las márgenes del río Almendares, en una antigua fábrica de aceites vegetales, caracterizada por su perfil interdisciplinario y una notoria afluencia juvenil.

Entre los momentos más significativos del Coloquio, clasificó la exposición del chileno Alejandro Vera sobre la circulación de la música española en el Perú del siglo XVII, a partir del estudio de un cargamento con partituras enviado a Lima en 1689. Vera se propuso conocer mejor la vida musical de la Catedral de Lima, en tanto el arzobispado de la Iglesia Mayor del Perú tuvo a su cargo, en la etapa colonial, tanto la arquidiócesis de Lima como las demás diócesis sudamericanas, incluyendo la de Santiago, convirtiéndola en una de las catedrales más importantes a nivel continental en esa época.

Como comentó el académico, el tema ya había sido investigado hacía décadas por Andrés Sas, en su obra La música en la catedral de Lima durante el virreinato (1971). Sin embargo Vera no solo revisó los mismos documentos que utilizó Sas, sino también exploró temas sin abordar, como la colección de 40 libros de canto llano preservados en el santuario.

El estudioso había conquistado el Premio en 2018 por su libro La vida musical en Santiago de Chile durante el período colonial, en el cual abordó tanto la vida privada como los espacios públicos y las instituciones religiosas, por lo que su indagación en Lima es consecuencia de aquella investigación primaria.

El Coloquio también rindió homenaje a la peruana Chalena Vázquez (1950-2016), etnomusicóloga, cantante y folclorista, que destacó por su empeño de construir conocimiento científico acerca de las tradiciones orales y musicales de su país.