Cultura

La luz de su sentimiento

Jaime Novelo González

Don Canuto May recién cumplió los 77 años, y desde hace 25 es un respetable anciano al alcanzar el preciso siglo maya de 52 años, no por decreto humano sino por ley de los ritmos naturales del tiempo. Jacinto es su primogénito, de 51 años, al que siguen dos hermanos menores; los tres con senda pareja de hijos de ambos géneros.

Don Canuto May es recientemente viudo. Jacinto se quedó viviendo en la comisaría de sus padres y sus dos hermanitos se casaron en Mérida y allá, en ese medio social, crían a sus hijos, donde se impactan de excesivas dosis de modernidad que tiende a atentar siempre contra las esencias mayas, mismas que no deberían nunca afectarse en toda forma sana de interculturalidad.

Don Canuto May es bilingüe, maya-español, pero siempre dice que cuando habla en maya respira mejor y su pensar es más claro; se entiende esa mezcla de simbolismo y realidad.

El hijo de Jacinto, Ik`t`an (ingenioso), es un joven estudiante de cuarto año de medicina, que al graduarse en primaria recibió además su diploma como practicante-instructor en Herbolaria Maya acerca de enfermedades de las vías respiratorias; en un programa co-curricular implementado con mucho éxito cuando los mayas se empoderaron, como marcaba la Constitución, del tipo de educación de sus hijos; y así crearon la correcta estructura curricular que les urgía, acorde con la auténtica educación maya yucateca, que justamente se implementó y pronto floreció con éxitos esperados.

A don Canuto May le ha encantado siempre hablar con su nieto mayor, que se crio en la comisaría y mamó la cultura maya de sus abuelos y padres, orgullosos mayas en sabiduría y sentimientos. Desde muy chiquillo, Ik`t`an califica a su abuelo, con orgullo y amor, como la luz de su sentimiento; ahora, con el receso escolar anticipado y forzoso por la pandemia del coronavirus, abuelo y nieto se disponen complacidamente a regalarse mucho tiempo mutuo.

–Abuelo –dijo Ik`t`an–, quiero contarte sobre algo que está pasando en el mundo y nos tiene a todos muy preocupados, necesito consultar tu opinión como anciano maya que eres.

Seguidamente, Ik`t`an hace un resumen básico de la situación mundial con el coronavirus a su abuelo, que se queda pensativo por unos minutos que le son respetados con silencio de su contraparte; finalmente pregunta:

–¿Dices que hay un bichito muy chiquito, que no se ve y da hijos sin descansar, todos muy molestos con las personas y las que agreden fuertemente?

–Así es abuelo, no da tregua.

–¡Entonces de seguro se rompió el pacto!

–¿Cómo? No le entiendo abuelo.

–Mira mi pequeño saltamontes, muchas veces te he dicho que la tierra, el sol, el aire y todo lo que nos rodea, es un organismo vivo que intercambia vida y salud con todas sus partes; mismas que están sujetas a un pacto sobre lo que sí y lo que no han de hacer entre ellas; entonces, cuando una de esas partes se torna agresiva y va bruscamente contra otra, siempre actúa reclamando que la parte agredida no cumplió el pacto en alguno de sus puntos claves.

Dicho esto, don Canuto May observó que su nieto había recibido el mensaje y, suavemente, se levantó de donde estaba sentado y se alejó con paso lento, mirando con el rabillo del ojo a su nieto que había quedado como petrificado.

El joven maya, próximo doctor en medicina ortodoxa y estrictamente científica, que prefería no presumir en su medio estudiantil de su graduación en primaria como practicante-instructor en herbolaria maya, especializado en enfermedades respiratorias, por no ser blanco de devaluaciones de algunos de sus compañeros no mayas; sintió que su espíritu se ensanchaba bajo el influjo de las palabras concisas de sabiduría milenaria recibidas de su abuelo acerca, de la pandemia del coronavirus y, sin darse cuenta, en su mente y pensamiento comenzó a hacer algo que repetitivamente don Canuto May le venía diciendo desde muy chico.

Efectivamente algo maravilloso, amplio y muy importante ocurría, por primera vez lo estaba haciendo como su abuelo le había inculcado. Así lo estaba haciendo, sintió como si vaciara todo el bagaje de datos e informaciones razonables que había estado acumulando profesionalmente sobre el coronavirus en días anteriores y, con mucho agrado, vio cómo espontáneamente reincorporaba toda esa información que ahora se sistematizaba perfectamente, determinando nuevas y positivas ideas sobre cómo los profesionales de la medicina y la sociedad en general deberían enfrentar con éxito el coronavirus; aportando soluciones y experiencias generalizaciones, que podrían servir a la humanidad para prevenir y enfrentar otros tipos de posibles crisis de salud futuras, promovidas por rupturas del pacto humano con las partes integrantes del entorno natural.

Efectivamente, en ese momento, gracias a su abuelo maya, gracias a la luz de su sentimiento, había aprendido que debería concretarse como un doctor en medicina, que siempre se basara en la sabiduría milenaria de las eternamente frescas esencias mayas, antes de incorporarle el conocimiento científico ortodoxo y estricto.