Pedro de la Hoz
Es hora de invertir el sentido de la frase atribuida a Pilatos cuando expuso a Jesús al bando de los hostiles: “Ecce homo”, ‘he aquí el hombre’. Lo digo porque, en efecto, el hombre, o mejor dicho, el género humano, puesto una vez más a prueba por estos días, tiene más virtudes y fortalezas para ofrecer que miserias morales –que las hay de magnates y políticos, bandidos y sinvergüenzas, avaros y egoístas, pilatos y sicarios, gente de alma prostituida– para bien de sí mismos.
Varios amigos han compartido tal percepción en medio del confinamiento que nos pone a reguardo del coronavirus. Desde Mérida nos alegró el envío del diligente Evelio de Jesús y su esposa Rosy: un video de apenas tres minutos y medio grabado por 19 músicos de la Filarmónica de Rotterdam, contentivo del pasaje más conocido de la Novena sinfonía, de Beethoven.
Recluidos en sus casas para evitar el contagio, los músicos se pusieron de acuerdo para interpretar las partes correspondientes al momento en que se introduce el tema que el compositor desarrollará después en la Oda a la alegría, de Friedrich Schiller.
La forzada reducción instrumental –no en número de voces, sino en cantidad– no merma ni un ápice la densidad emocional de la partitura. Para hacer mucho más completa la iniciativa, los músicos mezclaron al final un fragmento pregrabado de la monumental masa coral del movimiento sinfónico.
“Nos estamos adaptando a una nueva realidad y tendremos que encontrar soluciones para apoyarnos mutuamente”, suscribió el colectivo. El paro forzado por razones sanitarias halló a la orquesta en medio de los preparativos de uno de los eventos más esperados este año en la ciudad, la temporada dirigida por el célebre director ruso Valery Gergiev, titular del Mariinsky de San Petersburgo, en septiembre próximo.
La intensidad espiritual del hombre se reveló el pasado domingo en el Duomo de Milán, mediante el concierto de media hora ofrecido por al tenor Andrea Bocelli. Lombardía, como todos saben, es una de las tierras más castigadas por el COVID-19. El Jueves Santo se dio a conocer que la región superaba los diez mil decesos por la enfermedad, la mitad de las bajas italianas.
Al anunciar el concierto, el cantante italiano confesó: “Siempre pido el don de la fe, de la esperanza y la humildad, el único antídoto para poder eliminar el virus de la faz de la tierra”. Confinado en su casa desde hace más de cuatro semanas, el tenor ha estado activo en contacto con instituciones humanitarias y la Organización Mundial de la Salud, a los que ha aportado donativos.
El Duomo (catedral) milanés es uno de los monumentos más representativos de la urbe. Ejemplo de la arquitectura del estilo gótico, comenzó a levantarse en el lejano 1386 y por siglos ha sido una especie de work in progress, puesto que la última puerta fue terminada nada menos que en 1965 y aún quedan bloques graníticos sin esculpir. En tiempos de Ludovico Sforza, a principios del siglo XVI, pudo verse al fin uno de sus emblemas: la cúpula octogonal. Frente a la Iglesia se ubica la Plaza del Duomo, epicentro de la vida milanesa.
Bocelli escogió un repertorio ajustado a su propuesta, titulada Música para la esperanza. Armado únicamente con su voz y el deseo de que la ciudad y el país emerjan de la crisis bajo un “modelo del renacimiento que todos esperamos”, acompañado al órgano por Emanuele Vianelli, titular del cargo en la institución religiosa desde 2005, el tenor comenzó su ofrenda con el Panis Angelicus, himno escrito en el siglo XIII por Tomás de Aquino para el Corpus Christi, en la excelente versión del belga César Franck (1872), reconocida por penetrar en la órbita del pop sinfónico gracias a Luciano Pavarotti y Sting.
A continuación, optó por Ave María, de Bach-Gounod, no tan popular como la obra de Schubert, pero tan importante e impactante como aquélla. Su origen entraña una misteriosa conjunción de talento e inspiración. En su pródiga cosecha, Johann Sebastian Bach compuso hacia 1722 una de sus monumentales series, El clave bien temperado, imprescindible para la comprensión del alcance del teclado en su tiempo y para todos los tiempos.
Repasaba en 1855 esta obra el francés Charles Gounod, quien ganó fama por la ópera Fausto, cuando al tocar uno de los 24 preludios de la serie bachiana, se le ocurrió una invención melódica, una especie de meditación sobre el Preludio no. 1, y, de inmediato, supo que a la música escapada de sus dedos le venía como anillo el antiguo texto en latín de la invocación a María.
Nada mejor que continuar el recital con otra expresión mariana, el Sancta María de la ópera Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni, y prolongarlo con Domini Deus, cuarta parte de la Pequeña misa solemne, de Gioachino Rossini.
El concierto culminó con el tenor frente a la puerta principal del Duomo, donde entonó Amazing Grace, uno de los más populares himnos de la cultura anglosajona. El texto fue escrito en el siglo XVIII por el poeta y clérigo inglés John Newton después de su conversión al anglicanismo, y la música parece ser una adaptación de canciones folclóricas de linaje escocés que circulaban en los Estados Unidos hacia la primera mitad del siglo XIX. También se ha visto beneficiada por el pop en voces tan diversas como las de Aretha Franklin, Willie Nelson y Rod Stewart.
Este último fin de semana se hizo viral, además, un video de la Orquesta Nacional de Lyon, interpretando un pasaje de La arlesiana, de George Bizet, con el cual los músicos franceses proclamaron su apoyo a los médicos y todo el personal que lucha contra la pandemia.