Hay elementos en las ciudades que les dan una personalidad única e irrepetible, la arquitectura, como una de las siete Bellas Artes, es una de las que ponen en el concierto citadino esos rasgos de personalidad que las definen y las apartan de cualquier adocenamiento. En el caso de nuestra blanca ciudad de Mérida, la acción en ella de tres grandes personajes, puso en su imagen un perfil definitorio que, a pesar de la terrible destrucción a que ha sido sometido, conserva muchos de sus elementos esenciales. Los tres primeros yucatecos que ejercieron la arquitectura localmente, y dejaron huella profunda en la imagen de la ciudad, fueron Leopoldo Tomassi López, Carlos J. Castillo Montes de Oca y Manuel Amábilis Domínguez. Luego vinieron Manuel Casares Martínez de Arredondo, popularmente conocido como Monsieur Casarés, y Manuel G. Cantón Pren.
Ya hablamos del Monumento a la Patria, diseño de Amábilis, y ejecución escultórica de Rómulo Rozo. Ahora, nos referiremos a otra edificación cuya presencia es cotidiana y esencial en la imagen de nuestra ciudad, el Parque de las Américas. Este conjunto urbano, compuesto por tres instancias (el Jardín de Niños “Felipe Carrillo Puerto”, aunque es su contemporáneo, no es obra de Amábilis y ya existía desde un poco antes) es la obra arquitectónica más emblemática de la corriente denominada neomayismo, y creada por Manuel Amábilis. En este proyecto, además de Amábilis, participaron su hijo Max y el escultor Manuel Cachón Ortegón. Este proyecto fue concebido y realizado bajo la administración pública del gobernador Ernesto Novelo Torres. Se inicia su construcción en 1943 y es inaugurado en 1945. Desde ese año a la fecha, el Parque de las Américas es una presencia que define muy profundamente el alma mestiza de esta región.
La corriente neomayista, es concebida y definida por Manuel Amábilis Domínguez en un afán bien fundamentado, de traer la esencia de la arquitectura de las antiguas ciudades mayas a un plano de la actualidad urbana del primer tercio del S. XX. La corriente nacionalista mexicana, hace un contexto ideal para arropar esta nueva concepción urbanística y arquitectónica. Amábilis, nacido a fines del S. XIX (1889) empieza a destacar con sus audaces proyectos, durante el gobierno del Gral. Salvador Alvarado. A él se debe la transformación del antiguo Palacio Episcopal, aledaño a la Catedral de Mérida, en el Ateneo Peninsular, un centro educativo y cultural, que hoy alberga al MACAY. También modifica el antiguo templo del Dulce Nombre de Jesús, en la calle 59, y lo convierte en el local de la Logia Masónica Peninsular, siendo ésta la primera obra de estilo neomayista. Lamentablemente, hoy en este lugar, funciona un estacionamiento público de automóviles y de la construcción no queda nada. En 1919, se construye el Sanatorio Rendón Peniche, para trabajadores ferrocarrileros, que se ubica también en esta corriente arquitectónica. El símbolo principal de la arquitectura neomayista lo constituye la evocación del arco falso maya, presente en todas las grandes construcciones de esta cultura madre.
Sin embargo, Manuel Amábilis no sólo deja obras en el contexto del neomayismo. También dejó muestras de su capacidad creadora en otras construcciones que están ubicadas en la corriente europeizadora de fines del XIX e inicios del XX. Muestra de ello es el propio Ateneo Peninsular, el Hospital de la Beneficencia Española “La Ibérica”, hoy CEMUS “José Jacinto Cuevas”, y una construcción urbana única en su tipo. Obra es de Manuel Amábilis la única casa de Mérida del más puro estilo rococó, la que fuera residencia del Dr. Carlos Heredia Gutiérrez y su esposa Elsie Sanjenís, ubicada en la calle 59, cruce con la calle 54, que luego fuera propiedad de la familia Ferráez Ruz y actualmente alberga la Casa de la Cultura Jurídica de la SCJN. Esta residencia tiene todas las características y ornamentación que el palacio del Grand Trianón de Versalles, y presenta todas las ornamentaciones de la corriente denominada rocaille. No existe otro ejemplo más de esta corriente en nuestra ciudad, donde sí abunda el estilo neoclásico y el ecléctico afrancesado, y hasta el ecléctico neoclásico italiano, como el Palacio Cantón.
Sin duda alguna, es el Parque de las Américas, la obra máxima de la producción arquitectónica de Manuel Amábilis. En las tres instancias del conjunto arquitectónico, las más soberbias son la monumental Fuente de las Culebras y la espectacular Concha Acústica, que agrega también un gran conocimiento matemático en su trazo, para lograr el efecto de sonido que se buscaba con la comba construcción. Un tanto más modesta es la hermosa y estética Biblioteca “José Martí”, cuyo jardín trasero es un remanso de paz en la agitada vida citadina. La monumental fuente, toma muchos elementos directamente de las grandes ciudades mayas. Las serpientes descendentes son almas gemelas de las del Templo de los Guerreros, de Chichén Itzá; la escalinata posterior y los mascarones de Chaac tienen su remoto origen en los templos de la tres veces edificada Uxmal. Cuando la fuente funciona, las caídas de agua que brotan de las fauces abiertas de las serpientes, que llenan y van rebozando los espejos de agua de tres niveles, constituyen un espectáculo incomparable. En la Concha Acústica, también están presentes elementos de las antiguas ciudades mayas. Las columnas que sostienen la pérgola evocan las mil columnas del templo de Chichén Itzá; y la decoración interior de la concha, con músicos y danzantes, nos recuerdan los frescos y murales del Templo de los Guerreros y también los Murales de Bonampak. Dada la época de su realización y la participación de muchos de los elementos de la Escuela de Bellas Artes de ese entonces, es muy probable que las pinturas al fresco de la concha sean de la autoría del pintor Raúl Maldonado.
La creatividad de los arquitectos Amábilis, encontró alma gemela en la del escultor yucateco Manuel Cachón Ortegón. Don Manuelito Cachón, gran artista del labrado en piedra se pulió con la escultura de todas y cada una de las columnas representativas de los países de Nuestra América, y las de Estados Unidos y Canadá. Obra suya son también el faisán y el venado, que ornamentan cada lado de la entrada a la Biblioteca “José Martí”, dejando ahí su también inmortal huella. La primera piedra del parque se puso el 21 de marzo de 1943 y la obra completa fue inaugurada el 16 de septiembre de 1945.
La entrada obligada a la ciudad, arribando del Aeropuerto Internacional de Mérida, es por la Avenida Colón, y por ende, su paso obligado es por el Parque de las Américas, así que esta construcción sigue siendo una obra emblemática de la ciudad de Mérida, la de Yucatán.