Pilar Faller Menéndez
El juramento hipocrático una guía ética para cumplir con su profesión
“Si podéis curar, curad; si no
podéis curar, calmad, y si no
podéis calmar, consolad”.
Augusto Morri, médico italiano (1841-1932)
Una de las profesiones más antiguas es la de los médicos, quienes tienen una función científica, social humanitaria, lo que los convierte en personas dignas de respeto por imprimirle uno de los más altos rangos de aproximación a la existencia del ser humano, ya que han respondido a un llamado de servicio hacia los demás.
Su vocación, más que una elección, es la decisión que nace más de su moralidad que de lo intelectual. La sociedad espera de los médicos un comportamiento distinto de los demás, con virtudes, deberes y facultades para ayudar, aliviar y sanar a los enfermos, lo cual lleva a sentir empatía por sus enfermos por la capacidad que tienen de comprender y compartir sus angustias, la cual se deriva del respeto que tienen a la vida y la solidaridad con el sufrimiento de sus pacientes.
Un médico tiene la vocación del servicio, el cual debe prestar con inteligencia y sentimiento para cumplir con su misión, ya que la Medicina no es un simple oficio o profesión, la Medicina es la ciencia y el arte para aliviar los sufrimientos humanos, a través de los médicos que son el instrumento que asume el compromiso de aliviar corporal y espiritualmente al enfermo.
A pesar de que muchas veces la tecnología deshumaniza la práctica médica, se debe seguir haciendo el esfuerzo en las Facultades de Medicina para que la formación de los nuevos médicos tengan la capacidad de ejercer la práctica de la medicina general tanto con los conocimientos científicos, como con la calidad técnica, pero sobre todo con ética y humanismo con el fin de restituir y cuidar la salud individual y promover la salud colectiva.
Hay quienes piensan que la medicina se está deshumanizando, tal vez los aspirantes a médicos deberían de tener en cuenta este pensamiento ético: “Sólo un hombre humano puede ser un buen médico. La Medicina si es ejercida con amor, como algo sagrado, solamente debería ser enseñada a personas dignas de respeto y veneración”.
Ser médico debe de resultar una decisión difícil a la hora de elegir la profesión a seguir, ya que los años que se deben dedicar al estudio, y llegar a obtener una especialidad, es un camino largo, que muchas veces es difícil, porque durante el tiempo que ejercen su residencia no reciben suficientes medios económicos, y es allí donde demuestran los sacrificios que están dispuestos a afrontar en pos de la vocación que tienen de salvar vidas y la ética y responsabilidad que han adquirido ante el juramento hipocrático que hicieron al graduarse de Medicina, cuyo carácter ético los orienta a la práctica de su profesión.
Para quienes no conocen el juramento hipocrático, éste ha sufrido algunas adaptaciones, y a continuación se presenta la versión que redactó en 1964 el Doctor Louis Lasaga, Decano de la Facultad de Medicina de Tufts, en los Estados Unidos que reza:
“Prometo cumplir, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, este pacto.
Respetaré los logros científicos que con tanto esfuerzo han conseguido los médicos sobre cuyos pasos camino, y compartiré gustoso ese conocimiento con aquellos que vengan detrás.
Aplicaré todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobre tratamiento y del nihilismo terapéutico.
Recordaré que la medicina no sólo es una ciencia, sino también un arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento químico.
No me avergonzaré de decir “no sé” ni dudaré en consultar a mis colegas de profesión cuando sean necesarias las habilidades de otro para la recuperación del paciente.
Respetaré la privacidad de mis pacientes, pues no me confían sus problemas para que yo los devele. Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano el poder tomar una vida; debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad. Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios.
Recordaré que no trato una gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino a un ser humano enfermo cuya enfermedad puede afectar a su familia y su estabilidad económica. Si voy a cuidar de manera adecuada a los enfermos, mi responsabilidad incluye estos problemas relacionados.
Intentaré prevenir la enfermedad siempre que pueda, pues la prevención es preferible a la curación.
Recordaré que soy un miembro de la sociedad con obligaciones especiales hacia mis congéneres, los sanos de cuerpo y mente así como los enfermos.
Si no violo este juramento, pueda yo disfrutar de la vida y del arte, ser respetado mientras viva y recordado con afecto después. Actúe yo siempre para conservar las mejores tradiciones de mi profesión, y ojalá pueda experimentar la dicha de curar a aquellos que busquen mi ayuda”.