Síguenos

Última hora

Lista la Fiesta Grande: Los 8 equipos que buscarán el título de la Liga MX

Cultura

Aranjuez

Pedro de la Hoz

Chucho Valdés fue de los primeros en poner su arte al servicio de la gente obligada a permanecer en sus casas debido a la pandemia del coronavirus. El pianista cubano comparte su tiempo entre su país natal, Cuba, y Málaga. Allá le sorprendió la primera ola de contagios, de modo que se puso a buen recaudo en la residencia de la ciudad andaluza, desde donde, en un estudio bien equipado, transmitió un recital de algo más de media hora por las redes sociales.
La primera pieza de la ofrenda versionó el segundo movimiento del Concierto para guitarra y orquesta, de Joaquín Rodrigo. Alguien no enterado pudiera haber inferido que se trataba de una defer="true"encia hacia la tierra en la que transcurre la etapa de confinamiento, cuando en verdad el maestro no hacía más que traer al presente, a piano solo, una de las realizaciones que consolidó a Irakere como una banda capaz de triangular con excelencia la música popular cubana, la llamada música clásica y el jazz.
Esta se mostró originalmente el otoño de 1978 en el teatro Karl Marx, de La Habana, y mucho tuvo que ver la alianza entre Chucho y quien ya era sin dudas el creador cubano vivo de mayor relieve universal en el ámbito concertante, Leo Brouwer.
Se discutía arduamente por aquellos años en la isla acerca de la presunta dicotomía entre lo culto y lo popular en cuanto a distancias de públicos, posibilidades de formación académica, concesiones comerciales y percepciones críticas, en un debate no siempre bien orientado que obviaba, de una parte, las funciones diferenciadas de uno u otro tipo de músicas y, de otra, los fluidos y fecundos vasos comunicantes entre la instancia folclórica, la creación popular destinada a la difusión masiva (salones de baile, radio, disco, televisión), y la que se expresaba mediante solistas instrumentales, conjuntos de cámara, organismos musicales y compañías de ópera, opereta y zarzuela. A veces, aquí y allá, estoy seguro, la discusión continúa.
Chucho y Leo habían coincidido en 1963 en el Teatro Musical de La Habana, institución fundada por el mexicano Alfonso Arau; uno como pianista de la orquesta y el otro responsable de los arreglos y la asesoría artística. Brouwer acrecentó por aquellos años sus méritos en la interpretación de la guitarra clásica y la composición de obras para el instrumento y otros formatos, pero a la vez, consecuente con su brújula y curiosidad intelectual, puso el mayor entusiasmo en la fundación del Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que nucleó a los mejores trovadores emergentes, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola, y a músicos de jazz.
En el jazz se movía a sus anchas Chucho Valdés, tanto que de ocupar la plaza de tecladista en la Orquesta Cubana de Música Moderna en 1967 pasó, en tres años, a liderar un quinteto que sorprendió a expertos en el Festival Jazz Jamboree de Polonia y plantear la creación en 1973 de una banda a la medida de sus ímpetus, Irakere.
La agrupación osciló desde un principio entre el jazz y la música de baile, con lo que dividió a parte de su fanaticada; Irakere se debe al jazz, decían unos; otros apostaban porque Irakere siguiera amenizando sesiones bailables en el Salón Mambí, al lado de Tropicana. El puntaje del repertorio así lo indicaba: para bailar, Bacalao con pan; para escuchar, Misa negra. Los oídos más sensatos se daban cuenta de la insostenibilidad del aparente conflicto: Chucho y sus allegados estaban protagonizando una auténtica revolución estética que iba más allá de cualquier compartimento.
Es ahí cuando Chucho y Leo conciben la idea de realizar un concierto que dejara atrás la polémica. Leo Brouwer & Irakere en concierto conmovió de arriba abajo la vida cultural. Hubo música para escuchar al más alto nivel y al final, con Aguanile, la gente se paró de sus butacas a arrollar. La empresa Egrem sacó un disco con una selección del programa, representativo de lo que ocurrió en el teatro. No falta en el fonograma el entonces nuevo clásico del jazz afrocubano, Misa negra, pero se muestran los caminos en los que el guitarrista de concierto y los jazzistas se funden en un lenguaje grávido de novedades, entre las que sobresalen la versión del Preludio no. 3, originalmente escrito para la guitarra por el brasileño Heitor Villa-Lobos; el rescate de El animador, ese añejo ragtime de Scott Joplin; y el adelantado toque funky que imprimió Paquito D’ Rivera al segundo movimiento del Concierto para clarinete y orquesta, de Mozart.
Aranjuez fue la joya de la corona. Leo tocó nota a nota el desarrollo temático del segundo movimiento del concierto, y transcribió para la banda las partes de la orquesta, hasta que en un momento determinado, Leo en la guitarra y Chucho en el piano eléctrico, comienzan a salirse del guión y desembocan en una descarga monumental, con percusión afrocubana incluida, para nada ajena al espíritu de la obra.
Pienso que aquel Aranjuez se oponía de cierta manera al abaratamiento padecido por la partitura de Rodrigo a partir de que en los años 60 el pop más comercial se apropió de la melodía y le puso letra siguiéndole la rima al francés Richard Anthony en el Aranjuez, mon amour, de 1967. No todas las versiones cantadas, válgame dios, caen en el vacío –por ahí están las muy respetables aproximaciones de las portuguesas Amalia Rodrigues y Dulce Pontes con aires de fado; la rumba flamenca a lo Lola Flores y el empaque lírico de Plácido Domingo, José Carreras, Montserrat Caballé y un tanto menos, por su excesiva sofisticación, el cuarteto Il Divo–, pero decenas carecen de sustancia.
Pienso también que artistas tan informados como Leo y Chucho no ignoraban la temprana versión del excepcional trompetista Miles Davis en Sketches of Spain, en arreglo de Gil Evans, grabado en noviembre de 1959, ni la incursión del pianista Chick Corea, al frente de Return to Forever en septiembre de 1972. Leo, Chucho e Irakere, eso sí, subieron la parada.











Siguiente noticia

Martha Higareda lee cuentos a niñas y niños