Por Ivi May Dzib
Apuntes de un escribidor
La lectura de un libro no debe de hacerse por obligación, ni siquiera tendría que hacerse por la insistencia o para complacer a otro, la lectura es un acto de riesgo, expectativa y convicción. He visto a personas que hablan acerca de los 10 libros que “debes” de leer antes de morir, o de que al término de esta cuarentena tienes que salir con tantos libros leídos o si no es que perdiste deliberadamente el tiempo lo que te hace ser una persona desorganizada, tal cosa no existe. Hay libros que son referentes en la literatura universal y contemporánea, pero eso no implica que tengamos una obligación para con ellos, lo que sí es cierto es que muchas veces esos libros pueden marcar nuestra vida al grado de querer casarnos con la lectura para siempre, aunque también es posible que suceda todo lo contrario, que el supuesto mejor libro del mundo termine por hacer que odiemos el acto de leer.
Hay libros que nos determinan y a veces nos los topamos por causalidad, pero llegaron en el momento que tuvieron que llegar, ni antes ni después, sino en el tiempo necesario. Y ahí es cuando habría que detenernos a pensar, porque los libros nos hablan, aunque hay momentos en los que no queremos escuchar a nadie, sobre todo si estamos depresivos y eso no es un crimen, sino es comportarse como un ser humano que tiene emociones y sentimientos y que no siempre está dispuesto a detenerse a leer solo porque otro cree que ese acto es esencial. Si en estos tiempos de crisis uno se encuentra más preocupado por la economía, por su familia o por sí mismo, no se le puede exigir que además se preocupe por no ser “culto” o por dejar pasar la posibilidad de hacer algo “productivo” durante esta cuarentena. La magia del libro radica en que siempre está ahí, esperándote y que puede salvarte la vida. Dicen que leer es transportarse a otros mundos en donde podemos evadir nuestra realidad, lo que es una verdad a medias porque en muchas ocasiones adentrase en un libro también implica profundizar en nuestras problemáticas y a veces agudiza los miedos, nos hace preguntarnos aún más cosas y eso puede aturdir el pensamiento. Los libros liberan, pero también esclavizan, los libros te hacen amar al mundo, pero también pueden hacer que lo odies, los libros puede darte las mejores ideas para construir algo en el mundo, pero también para destruirlo. Los libros no son para todos y que alguien no quiera acercarse a ellos no es ningún pecado.
Lo cierto es que alguien que lee lo primero que quiere hacer es socializar esa lectura, de cada uno depende si quiere aceptar esa posibilidad, pero negarse a ella no tiene que ser motivo de escarnio o reproche, nada más horrible que creerse superior moralmente solo por el hecho de leer o no leer, a veces lo que uno propone es compartir lo que personalmente te conforma como humano, porque las preguntas siempre estarán ahí, en el libro. La respuesta estará siempre en nosotros.
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