Luis Carlos Coto Mederos
José María Heredia
Nos dice el crítico e investigador Virgilio López Lemus en Doscientos años de poesía cubana:
“Para muchos críticos, Heredia es el primer poeta romántico, en la plenitud del término, de la lengua española. En su obra, lo cubano ha madurado en la expresión poética y se afirma un claro sentimiento de nacionalidad en ciernes. Se le reconoce como de los primeros en expresar rasgos de cubanía más allá del canto a la naturaleza, por su inclinación al tema de la libertad y su visión de la Isla desde el exilio”.
1890A Don José Tomás Boves
Hipócrita, perjuro, despiadado,
sin ninguna virtud que amar le hiciera,
bañóse en sangre y con delicia viera
la muerte y el terror siempre a su lado.
A Venezuela mísera ensañado
en un yermo de horror tornado hubiera,
si de Urica en los campos no cayera
de vengadora lanza traspasado.
Ríe en su tumba humanidad gozosa
y en su velo la frente arrebozando,
¡horror! exclama, al pronunciar su nombre.
Horror, ¡oh monstruo! a tu memoria odiosa,
que al vencedor la gloria coronando,
jamás al tigre premia sino al hombre.
1891En la muerte del señor Don Alejandro Ramírez
Esa urna de dolor donde sentada
la adorable virtud gime florosa,
es de un sabio infeliz: su vida hermosa
eterna debió ser, no así abreviada.
Cuba doliente, en lágrimas bañada,
contempla el sitio do Alejandro posa:
y alzando ardiente la pesada losa
con llanto riega su ceniza helada.
“Monstruo fatal que la discordia inspira,
tú que perturbas la quietud del suelo.
¿Y vives ¡ay! cuando Alejandro expira?”
Dije... a mis ojos descorrióse un velo...
llama Dios a Alejandro, y él lo mira,
y alza los ojos, y se eleva al cielo.
1892A mi esposa
Cuando en mis venas férvidas ardía
la fiera juventud, en mis canciones
el tormentoso afán de mis pasiones
con dolorosas lágrimas vertía.
Hoy a ti las dedico, esposa mía,
cuando el amor más libre de ilusiones,
inflama nuestros puros corazones,
y sereno y de paz me luce el día.
Así perdido en turbulentos mares
mísero navegante al cielo implora,
cuando le aqueja la tormenta grave;
y del naufragio libre, en los altares
consagra fiel a la deidad que adora
las húmedas reliquias de su nave.
1893Mi gusto
Llénase de placer el marinero
cuando la dulce playa ve cercana:
gózase el sabio que estudiando afana,
cuando su parecer es verdadero.
Goza también impávido guerrero
cuando gloria fatal en lides gana;
gózase entre la gente cortesana
quien miró a su señor menos severo.
Nada de esto me place; soy dichoso
tan sólo estando a par de mi Belisa,
que paga con su afecto mi ternura.
Si al tiempo que me mira advierto ansioso
en su boca asomar dulce sonrisa,
llega a su colmo entonces mi ventura.
1894La desconfianza
Mira, mi bien, ¡cuán mustia y desecada
del sol al resplandor está la rosa
que en tu seno tan fresca y olorosa
pusiera ayer mi mano enamorada!
Dentro de pocas horas será nada...
No se hallará en la tierra alguna cosa
que a mudanza feliz o dolorosa,
no se encuentre sujeta y obligada.
Sigue a las tempestades la bonanza:
siguen al gozo el tedio y la tristeza...
Perdóname si tengo desconfianza
de que dure tu amor y tu terneza:
cuando hay en todo el mundo tal mudanza,
¿sólo en tu corazón habrá firmeza?
1895A Flérida
Si es dulce ver en el glorioso estío,
ceñida el alba de purpúreas flores,
y entre blancas arenas y verdores
con manso curso deslizarse el río;
si es dulce al inocente pecho mío
atisbar de las aves los amores,
cuando tiernas modulan sus ardores
en la plácida paz del bosque umbrío;
si es dulce ver cual cobran estos prados
fresco verdor en la estación florida,
y al cielo y mar profundo serenados,
más dulce es verte Flérida querida,
darme en tus negros ojos desmayados
muerte de amor más grata que la vida.