Cultura

Témpora

Fernando Muñoz Castillo

I

En el vacío estar, desgajas el sentimiento. Lo deshebras como madeja de fino hilo de seda.

Desandas el tiempo.

Destrinas el canto.

Rebuscas la palabra olvidada en el dédalo de espejos donde miles de bosques yacen petrificados. La melancolía ronda tus ventanas. Ayer acarició tu hombro derecho.

Susurró perfume de violetas a tu oído.

Esta sensación color siena envolvió tus pasos desde ayer.

Te has retirado a tu cuarto. Y como ciego, tanteas el espacio pretendiendo tocar el alma del recuerdo. Tus dedos se han desacostumbrado a la nitidez del olvido.

Como niño pequeño, dejas que el llanto abarque tu cuerpo.

II

En este hueco y sordo estar sin realmente vivir, has pretendido en loco y vano intento desenterrar el recuerdo.

Triste Fernando, has envejecido prematuramente.

Te ha matado el amor.

III

En la espesura de los sueños guadañas inconsciente la raíz del recuerdo.

Derribas las paredes que alzaste con tu propia ausencia, las erigiste el día que furtivo, con los pies descalzos, saliste sin mirar atrás por el estigma de la sal.

Nadie se volvió estatua.

La ciudad siguió creciendo esplendorosa por el placer de la carne y los sentidos.

Fuiste tú quien desapareció, nada más.

Lo otro, nunca dejó de ser lo que era.

IV

Te olvidaste de loar al bendecido, al de la estrella en la frente, al del laúd en el alma.

Ahora, igual que los demás magos, llegas cuando la pasión ha sido consumada.

No te atormente tu vigilia.

No desespere tu boca por pronunciar el treceavo signo.

La hilandera ha terminado el sayal y no fue de tu medida.

V

Cuentan de la existencia de un libro que disipa todas las dudas de que es capaz de tener cerebro alguno.

De qué te sirve encontrarlo, si las que tu alma procrea sólo su sonrisa disipa, y ésta ya no está contigo.

VI

No te conduelas del solitario,

No corras a abrigarlo con tu saco.

Tampoco cubras su desnudo pie con tu sandalia dorada.

No lo necesita.

No pretendas cubrir tus miserias en otro ser que no las padece.

VII

Se escriben palabras, se llenan hojas en blanco.

Se pronuncian discursos.

Se inventan juegos y placeres.

Alzan los hombres monumentos fantásticos.

Sólo el mar y el cielo siguen allí.

Algún día realizarán un milagro.

¿Se percatarán los humanos del prodigio o seguirán inmersos en su ardua y vana tarea de creerse divinos?

VIII

Ahora que has tenido el tiempo, te lo has dedicado, obsequiado:

¿Se amansarán tus ansias?

¿Serás capaz de construirte un nievo templo dentro de ti?

O ¿llorarás cobarde y mojigato ante las ruinas del devastado reino que no fuiste capaz de defender por soñar en amores fatuos y oropeles sentimientos?

IX

Nada ha terminado.

Sólo fue el pasar de un tenue viento de primavera, de esos que anuncian la llegada del reciclaje de vida y dejó una alfombra de olorosas flores debajo del naranjo.

Nada ha pasado.

Todo es igual que al principio, cuando en los ojos albergaste rosas y violetas.*

X

Ave Fénix.

——

*Sin embargo, hay tantas estrellas que no todas pueden ser reinscritas en el cielo.

Ni pájaros reinstalados en su trino.

Persiste el recuerdo.

Divinas sensaciones eternas que sólo a ti pertenecen.