Fernando Muñoz Castillo
Entre tu casa y la mía, distan señales, árboles, pájaros escuetos de cantares lánguidos, selvas exóticas con rumberas y bongoes, caderas oscilatorias y trepidatorias, miradas furtivas enmarcadas de negras pestañas. Sudor, olor a ajenjo y opio.
Lujosos apartamentos llenos de la voz de Olga Guillot, Fetiche y Sara Leander. Retacados de pinturas de Elvira Gazcón, Gironella, Carrington, esculturas de Erté y Ortiz Monasterio.
Simplemente, Chelo Silva te toma del brazo y dirige tus pasos hacia otros amaneceres mientras su novia la rancherita norteña deja que el aire de la noche le refresque las mejillas sonrosadas como manzanas.
Entre tus amaneceres y los míos existen pasos inciertos, juegos de un parque infantil, donde una anciana se mece sonriente y apostólica con mantilla negra de chantillí y rosario en mano, mientras la nana, tan vieja como ella, empuja para que el columpio se eleve hasta el cielo, al ritmo de arcangélicas campanas.
Ronroneos de nostalgia con cigarros Negritos, botella de Armagnac, que es buena para los melancólicos y los primeros rayos del sol de un domingo de agosto.
Entre tu cuerpo y el mío habitan sueños, realidades, vasos inacabados de licor, música inicua, sonrisas y papeles escritos diciendo cualquier cosa y quemados en las hogueras de algún hotel frente al Zócalo.
Entre tus manos y las mías, pululan caricias, cigarros, perros, gatos, coles, caracoles, tiempo, deseos insatisfechos, aire, poemas, amaneceres, trolebuses, follajes de variados colores, palabras amables, y días, días que cada uno de nosotros guarda en sus bolsillos.
Entre tu sexo y el mío, claudican cuerpos, sábanas arrugadas olorosas a nuestros cuerpos aromados de alucema y romero, instantes no deseados, olores olvidados, archivados, destruidos con saña en cabarets, en pasillos semi oscuros mientras canta la China del Río, simplemente ardiendo como banderas de barcos, ante la inminencia de derrotas citadinas, rotas como boletos del metro donde se anotan teléfonos a los que nunca se llamará jamás, por flojera, por huevonería de no tener ganas de repetir formulismos para otro acostón…
Entre tú y yo existe toda una mitología personal que ignoro si somos capaces de aceptar y nutrir: tú, con la mía, yo, con la tuya.