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Cultura

La Virgen por las calles de Tekal

José Iván Borges Castillo*

Xki’ichpam Ko’olebil María

¡Señora, tu perfume es el perfume de la flor de mayo!

Viene a mi mente aquel antiguo versos de las coplas de la purificación, sí que venga acompañado de la imagen, creada en mi imaginación, de la Virgen descendiendo las escaleras de la iglesia de mi pueblo. Ese verso dicta:

¿A dónde vas, oh Virgen pura,

a dónde vas, así veloz?

¿Y al hombre ocultas tu ventura,

el gran favor que te hizo Dios?

Cuando llega mayo, mes especialmente señalado en el calendario devocional de los tekaleños, la iglesia reboza de flores de mayo, todo transpira ese delicado aroma, todo son pétalos en el suelo, flores en la punta de los “chilibes” de coco, en las guirnaldas de limonarias, en las coronas trenzadas de hilera y en los cantos que anuncian las glorias de María Santísima, que en sus letras hablan de mayo y de sus flores. No sabemos con precisión desde qué año comenzaron estas devociones a la Virgen de Tekal, pero lo cierto que se han pasado de generación en generación, y no es descabellado decir que tienen más de centuria y media de ejecutarse.

Eso que los mayores contaban es una leyenda ya casi perdida en la memoria de los tekaleños, está envuelta de un misterio de consoladora imaginación, que dice para satisfacer sus afectos que este pueblo es privilegiado, pues no en todos la misma Virgen sale a caminar por sus lares.

Su perfume será el perfume de la Virgen, aunque los mayores dicen que es lo contrario, la Virgen en su andar por las calles de mi pueblo regala a la flor de mayo ese su suave aroma, su delicado perfume que huele a infancia y a piedad de nuestros padres y abuelos.

Contaba don Maxito Lugo que cuando las puertas de la iglesia son cerradas en la noche, después que se realizaba la presentación de flores, y que a los pies de su altar se colocara la M llena de flores de mayo, ocurre algo misterioso de esencia celestial. Dentro de la antigua iglesia principal, una luz comienza a girar en torno a la imagen de la Virgen de Candelaria y ella baja de su altar en medio de la expectación de la oscura noche, alumbrando su paso lento y discreto… como por encanto pasa las puertas y atraviesa el dintel de la puerta principal para luego bajar las escaleras que conducen al atrio, recorre la plaza principal pasando frente a las antiguas casas y se encamina por diferentes rumbos del pueblo.

Algunos vecinos decían que la vieron por el antiguo barrio de San Juan o por el camino que va a San Isidro o por Tiholop, o cruzando la calle principal, lo mismo la vieron por Dzarbay o por San Rosendo.

También algunos pobladores que tuvieron la bendición de verla, se interrogaban en lengua maya con parecida pregunta:

¿Tu´ux ka bin xki´ichapam ko´olebil,

Tu´ux ka bin, áalkabil?

¿A dónde vas, oh Virgen pura,

a dónde vas así veloz?

Dicen que va por aquellas casas donde se haya enfermos postrados y por donde están los árboles de flores de mayo para que su presencia les dé su perfume.

A su paso las copas de los árboles florecen, los xhailes y enredaderas, limonarias y jazmines le regalan su esencia de suaves olores y hasta parecen decirse unas a otras: ¡Yo la vi primero! ¡Yo la vi primero!

Por razón de que ella cruza por las calles donde se encuentran esos árboles es que en el pasado en muchos solares de los indios y mestizos de mi pueblo, abundaban los árboles de flor de mayo, que con sus copas de florecillas adornaban las quintas y huertas familiares y a la vez servían para adornar el altar de la Virgen de Tekal.

Se contaba también, eso me lo relato doña Amparo Lugo, que en una noche de mayo su esposo don Gregorio Briceño, al regresar a su humilde casa, que estaba ubicada por el camino a Izamal, pasando frente a la iglesia miró asombrado cómo salía la Virgen de la Candelaria, rodeada de una especial luz y descendía la escalera de piedra principal para bajar hasta tomar el camino principal. Atónito miraba ese celestial espectáculo escondido tras un arbusto, cuando la Virgen entró a la plaza mayor, donde ahora está ubicado el parque y sus laureles, a prisa salió de su escondite para ir a su casa, donde relató al día siguiente lo que había presenciado.

Cuando llegan las noches de mayo es inevitable no pensar en esa antigua leyenda. Siento una rara sensación al pasar frente a la iglesia cuando la noche ha avanzado, me gusta tocar el muro de la escalera y mis sentidos me traen el olor de la flor de la mayo. En el cielo la luna con su aro de luz ilumina el campanario, en tanto las estrellas brillan en el firmamento, y la pregunta resuena en mi adentros… ¿Bajará la Virgen a recorrer las calles de nuestro pueblo?

Sí, eso dirían los mayores, si desde sus tumbas nos pudieran responder. Mientras tanto los árboles de mayo que circundan el atrio de la iglesia dejan caer de sus copas las flores de mayo, muchas de estas florecitas caen directo sobre las banquetas, pasando el enverjado y la altura, y a otras el aire las riega por la calle principal, ese cuadro de flores sobre el camino principal trae a la memoria presente esa antigua y misteriosa leyenda.

De algo estoy seguro, si la Virgen sale por las calles de Tekal, seguramente dejará su dulce perfume de flor de mayo a su paso, mientras bendice las calles de su pueblo.

*Historiador

Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán

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