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Cultura

Luis Carlos Coto Mederos

José Fornaris

A pesar de los niveles de popularidad que alcanzó entre el público cubano la crítica literaria nunca le fue favorable. Una de las más condescendientes es la de José María Chacón y Calvo en “Las cien mejores poesías cubanas”:

“Había en el poeta bayamés estimables condiciones nativas: espontaneidad, sencillez, facilidad rítmica y cierta emotividad limitada. No pasó de ahí Fornaris. Fue un incansable versificador”.

1080

A mi esposa

Del ancho Cauto en la riscosa orilla

sentado lloro mi perdida gloria;

sobre sus aguas se desliza y brilla

una lágrima fiel de mi memoria.

Del Bayamo entre el mirto y maravilla,

lloran también mi deplorable historia

y bañan una cándida mejilla,

lágrimas tristes, del amor victoria.

Cuando confundan su corriente pura

y mezclen ambas lágrimas los ríos,

correrán a una misma sepultura;

así, ojala que los despojos míos,

se mezclen en la tumba silenciosa,

con los despojos de mi dulce esposa.

1081

Mi adoración

Aquí alzando patrióticos cantares,

de estas orillas en la blanca arena,

y no en la margen del helado Sena,

ni al blando murmurar del Manzanares,

vivo feliz. Prefiero en mis hogares

el claro arroyo que entre guijas suena,

y la que grata los espacios llena

música de mis cedros y palmares.

¿Qué puede haber en el Antiguo Mundo

comparable a mis céfiros y cañas,

y al follaje sin par del bosque mío?

Adorar sólo sé mi sol fecundo,

mis colinas, mis vírgenes montañas,

y la fértil ribera de mi río.

1082

Los dos gallos

Los cascos de escarlata rutilantes,

canelo el uno, el otro matizado,

el espolón durísimo afilado,

a la lucha se arrojan anhelantes.

Se atacan con tal furia, tan pujantes

que cada cual vacila acribillado;

mas con igual fervor y pico airado

el triunfo se disputan arrogantes.

Herido en el costado, moribundo,

rota el ala derecha, el lomo abierto,

ya el canelo ni lucha ni amenaza;

mas su rival lo ataca furibundo,

de un puntazo feroz lo deja muerto,

y el sangriento cadáver despedaza.

Pedro Angel Castellón

Nació en La Habana, el 2 de agosto de 1820.

Se inició en el periodismo como traductor en el periódico Faro Industrial de la Habana. Colaboró en El Artista (1848-1849). Estuvo vinculado a los planes expedicionarios de Narciso López. Emigró de Cuba antes de 1850. Hacia 1852 se estableció en Nueva Orleans, desde donde desarrolló sus actividades revolucionarias.

Trabajó como redactor en El Faro de Cuba y El Independiente. También colaboró en los periódicos La Verdad, y El Filibustero. Utilizó el seudónimo Cuyaguateje en estas publicaciones, en Nueva York.

Por sus actividades en el exilio las autoridades españolas de Cuba lo condenaron, en ausencia, a diez años de cárcel.

Fue uno de los poetas que integraron la colección El laúd del desterrado (Nueva York, 1858).

Falleció en Nueva Orleans, Estados Unidos, en 1856.

1083

A los mártires de Trinidad y el Camagüey

Gozábase en su cieno el servilismo

cuando el tirano súbito alarmado

trémulo alzóse, se erizó espantado

cual si viese a sus plantas un abismo.

Era que el grito oyó del patriotismo

desde Cascorro y Trinidad lanzado,

heroico grito al firmamento alzado

provocando a combate al despotismo.

Víctimas nobles de la inicua España

vengadas quedaréis, que no es delirio

que a nuestros pies el déspota sucumba.

Vuestra la gloria fue de tal hazaña

que es gloriosa la palma del martirio

y la gloria también está en la tumba.

Felipe López de Briñas

Nació el 18 de junio de 1822 en La Habana.

Periodista y escritor cubano. Colaboró en varias publicaciones y ocupó cargos relacionados con el quehacer literario de Cuba.

En 1840 comenzó a darse a conocer como periodista y poeta en El Faro Industrial y La Prensa. En 1849 publicó su primer libro de poesías. Colaboró en casi todas las revistas y periódicos literarios de su época, fue un gran improvisador.

El 22 de septiembre de 1877, fallece en su ciudad natal de La Habana.

1084

A Marta

Crecen dos aves en un bosque unidas

y entonan juntas su cantar sonoro,

en verdes valles y en florestas de oro

vuelan alegres, sí, del pico asidas.

Hermanas tiernas del amor queridas,

parten gozosas su feliz tesoro,

y se confunde su amoroso lloro

como en un beso de placer dos vidas.

Mas sienten ambas saciedad de amores

y buscando otro bien con vago anhelo,

las dos se apartan entre bellas flores.

Ay, luz de mi alma, del amor recelo,

no con tus rayos mi esperanza dores,

también se aleja el esplendor del cielo.

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