Cultura

Fernando Muñoz Castillo

(11 feb. 1923 - 10 jun. 2020)

Sácale punta al lapicero pa´que pinte Lola…

Conocí a Rosita Fornés en la Ciudad de México en 1994, cuando estaba trabajando sobre la primera versión de la biografía de Germán Valdés Tin Tan.

Había llegado a casa de nuestros amigos mutuos: Jorge y Eduardo, quienes me avisaron de su arrivo a la ciudad. Sabían de mi trabajo sobre Tin Tan y pensaron que me interesaría entrevistarla. Cuando me lo dijeron, les respondí sin pensar: por supuesto, me encanta la idea. Pregúntenle cuando me puede recibir para conversar con ella.

Nuestros amigos habían preparado una cena para recibirla con todos los honores y nos invitaron a asistir. Lo que menos me imaginé es lo que sigue.

En el momento que Jorge me habló para decirme que ella había aceptado darme la entrevista, el día de la cena, me emocioné muchísimo, desde niño había oído hablar de ella por mis padres que la habían visto aquí en Mérida y después como recién casados en San Francisco de Campeche.

Conocía sus películas y sabía de su adhesión como artista a la Revolución Cubana. Sabía la anécdota de que había donado sus alhajas a la causa cuando triunfó y que había mantenido vivo el espectáculo de Tropicana, como directora, durante muchos años.

Sabía también, que en un momento muchos de los intelectuales cubanos la habían bloqueado para hacer cine, pero ella no se había quejado y seguía haciendo teatro para su público, el público cubano que la adoraba, más bien, la veneraba.

La amabilidad con la que me atendió, y su sencillez y belleza humana, me cautivaron enormemente. Una vez más la vida me demostraba que aquellas figuras míticas, de las que oí hablar desde mi niñez, eran las personas más amables del mundo, a diferencia de la gran mayoría de “artistas” que resultaban petulantes, groseras, con pretensiones fuera de lugar y que tanto llenaban el espectáculo y la farándula de ese momento en nuestro país.

Ver a esta mujer de 71 años, con una vitalidad inaudita, me sorprendió y más cuando el Mtro. Basurto me invitó a la rueda de prensa para anunciar su regreso a nuestro país para hacer teatro, y presenciar la admiración y el estupor de muchos periodistas de espectáculos que la conocían por su actuación en “Se permuta” (1984) y no daban crédito de lo que los grandes de la cultura y en edad también, como Basurto, hablaban con gran admiración de ella.

Rosita Fornés trabajó hasta donde quiso, aún cuando no podía ya casi caminar, tomaba aire y salía a trabajar para su público, ese público que nunca le falló.

Este tipo de seres humanos son un ejemplo para todos, el amor a su profesión y la fe con que trabajaron en todo momento, aún teniendo todo en contra, el temple de espíritu, la mirada siempre sonriente, la sencillez con que podía estar sentada en una clínica habanera, como cualquier otro paciente, sin alardear de quién era, ni pedir tratos especiales, nos dan una excelente lección de vida y de lo que es un auténtico ser humano.

Rosita se ha marchado, pero en todos los teatros donde estuvo presente, existan o no en esta realidad actual que todo lo destruye como marabunta, sigue viva, su energía está allí para siempre y para todos.

Hoy no es el momento de recordar su biografía paso a paso. Es simplemente el momento de decir ¡gracias Rosa Fornés!, por tu sonrisa y el placer de haberte visto actuar en un papel de carácter, y refrendar lo que tú eres y seguirás siendo: una artista completa, ese tipo de mujer a quien el público y sus compañeros llamaba con respeto: Vedette.