Cultura

Trayectoria del Soneto en Cuba (45)

Luis Carlos Coto Mederos

Antonio J. Vidaurreta Casanova

Nació el 15 de mayo de 1906, en la ciudad de Santa Clara, Cuba.

Ilustre personalidad de la provincia de Las Villas. Fue pensador, escritor, periodista colaborador de varios periódicos de su época.

Director de la biblioteca Municipal y Miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos.

Fue director del periódico “La Publicidad” desde 1933 hasta 1964.

1152

Al Hanabanilla

Entre follajes de verdor lozano

de un monte dilatado y suspendido,

tajando la mitad, estremecido

desciendes con estrépito lejano.

Sobre el peñón en que te admiro ufano,

despiertas vivamente en mi sentido

el nombre del cantor esclarecido

del glorioso torrente americano.

¡Oh! Si de Heredia el rítmico lenguaje

al dominar del Niágara la altura,

sacudiera en mi frente su oleaje,

no discurrieran en su esfera oscura

tu raudal sepultado en el boscaje

ni mi acento perdido en su espesura.

Julia Pérez Montes de Oca

Nació el 11 de abril de 1839 en El Cobre, Santiago de Cuba.

Escritora cubana que se distinguió por la serenidad de su poesía. Perteneció al Romanticismo, movimiento dentro del cual tiene una significación especial, ya que persiguió lo mejor de las tradiciones.

Frecuentó las tertulias de Nicolás Azcárate y tomó parte en algunas de sus representaciones teatrales.

Falleció en Artemisa, Pinar del Río, el 25 de septiembre de 1875.

1153

Soneto

Se agita el hombre en la mundana vida

mezquino y ambicioso y altanero;

maligno el corazón, el labio artero,

donde no tiene la verdad cabida.

En él encuentran fácil acogida

la envidia y el desdén, su compañero,

y aunque el semblante muestre lisonjero

su amor es falso y su virtud mentida.

Del campo en las sombrosas espesuras

¡Qué distinto espectáculo se ofrece!

Allí al impulso de las brisas puras

y a la sombra del árbol que florece,

sin odios, ni zozobras, ni amarguras,

el alma se transporta y engrandece.

1154

A un árbol

Pasó el otoño y se llevó arrastrando

de tus ramajes el verdor divino;

siguió el helado invierno su camino

tus amarillas hojas arrancando.

El tallo altivo y el capullo blando

volaron con el loco torbellino,

y sólo el dulce fruto purpurino

en la alta rama se quedó temblando.

Pero al fresco batir de la sonora

lluvia, tus hojas juveniles crecen,

y un ancho y verde manto te decora.

No así las ilusiones que fenecen

en el alma del hombre, aunque las llora,

con su frescura, oh árbol, resplandecen.

Juan Clemente Zenea

Nació el 24 de febrero de 1832 en Bayamo, Cuba.

Escritor al cual se le reconoce haber ejercido gran influencia en la literatura cubana al retomar el Romanticismo, marcando una nueva línea en la poesía hispanoamericana.

En 1846 publicó sus primeros poemas en “La Prensa”, periódico habanero del que llegó a ser redactor en 1849.

Por sus actividades independentistas fue condenado a muerte y tuvo que marchar al exilio.

En 1870 entró clandestinamente a Cuba; cuando intentaba regresar a Estados Unidos, después de una entrevista con Carlos Manuel de Céspedes, presidente de la República en Armas, fue detenido por una columna española.

Tras ocho meses de incomunicación en La Cabaña, en La Habana, fue fusilado.

1155

Soneto

¡Dichoso el hombre que, sensible y tierno,

en la heredad de su familia espera

poder sembrar el grano en primavera

y recoger el fruto en el invierno!

¡Dichoso aquél que con placer interno,

celebrando una boda placentera,

elige por esposa y compañera

una vecina del hogar paterno!

¡Mas, ay, del triste a quien la fiebre abrasa

y en tierra extraña suspirando siente

que muere el alma en eternal desmayo!

¡Oh, transportadme a mi paterna casa

y allí dejadme calentar la frente

del sol de Cuba al abrasante rayo!

1156

La lágrima

Lloraba al verse sola y sin fortuna

la virgen de mis últimos amores,

sobre un sitial de perfumadas flores

al borde de una límpida laguna.

Hebra de plata se extendió importuna

de su mejilla ajando los colores,

y dióle misteriosos resplandores

la claridad de la naciente luna.

Pasó la noche adusta, y la mañana

llamóme a ver una modesta rosa

que se alzaba al nivel de mi ventana;

Vi en su seno una perla temblorosa;

lágrima fue que en su afección insana

me envió en la brisa mi Fidelia hermosa.