Luis Carlos Coto Mederos
Mercedes Matamoros
José Lezama Lima en su Antología de la poesía cubana nos dice de Mercedes:
“Vivió en la mayor pobreza y desolación, en compañía de su padre enfermo de una esclerosis incurable. Para aliviar su pobreza, sus admiradores le hicieron una suscripción para publicar sus Poesías Completas, en 1892”.
”Su condición poética principal es la de haber sido precursora de un tipo de poesía femenina, que después se pondría de moda en Juana de Ibarbourou, en María Eugenia Vaz Ferreira, en Gabriela Mistral, donde la mujer expresa la más secreta voz de sus instintos, renunciamientos, apetencias, frustraciones. En esa dimensión su colección de sonetos El último amor de Safo, abunda en esas condiciones que le dan su calidad de precursora de una poesía apasionada, en el núcleo de sus instintos”.
1190A la muerte ¿Eres tú? ¿Y en la góndola enlutada
por tu pálida mano dirigida,
de mi cruento dolor compadecida;
quieres llevarme a la región soñada?
¡Partamos, pues! La brisa perfumada
cual nuncio de la tierra prometida
con ósculos de amor y bienvenida
acaricia mi frente atormentada!
Hieran los remos la brillante espuma,
rasgue la proa audaz la densa bruma,
que a nuestros pies se rinda el mar profundo;
y de la Eterna Luz a los reflejos,
piérdase, como un átomo, a lo lejos,
con sus venturas míseras el mundo!
1191Transformación
Mira volando en el pensil ameno
la oruga transformada en mariposa;
cómo el capullo se despierta rosa,
cómo la rosa se convierte en cieno.
Al rostro juvenil, dulce y sereno,
triste sucede el de vejez llorosa;
tórnase arrugas la mejilla hermosa,
en mármol frío el palpitante seno.
Y yo, sujeta a la eternal mudanza,
en los ritmos del harpa estremecida
–fluctuando entre la duda y la esperanza–
ya canto a la tristeza, ya al contento,
porque en cada minuto de la vida
cambian el corazón y el pensamiento.
1192
En la Roca de Léucades
¡Son ellas! Son olas turbulentas
que se levantan bruscamente airadas,
con su ronca voz, desesperadas,
responden a mis íntimas tormentas.
¡Son ellas! Sus vorágines violentas
cual mis locas pasiones desatadas,
me llaman a las grutas ignoradas
para ocultar mis desventuras cruentas!
¡Oh, Dioses! Desatad de vuestra ira
sobre el infiel los rayos vengadores;
y que esas olas que me brinda el cielo,
de sus espumas entre el blanco velo
mi cuerpo envuelvan y la dulce lira
con que canté mis últimos amores.
1193A la vejez
Cuando llegan tus años tenebrosos
bañas en llanto el corazón que heriste,
como cubre de escarcha invierno triste
los troncos deshojados y ruinosos.
¿En dónde, en dónde están los venturosos
sueños, que el alma en adorar persiste?
¿Por qué la rosa del placer no existe
y quedaron los tallos espinosos?
¡Oh, noche! Ya desciendes gravemente,
y la nave gentil de la Esperanza
vuelve sin joyas del lejano Oriente!
Y hacia la playa, donde el viento a solas
gime, la hermosa Juventud avanza,
cadáver yerto entre las negras olas.
1194Principio y fin I
Fue una mañana en que el Amor cantaba
del sol de Agosto entre el dorado velo,
y la campiña con ardiente anhelo
al ritmo de su acento despertaba.
El sauce en la onda pura se miraba,
las nubes se buscaban en el cielo,
y hacia el árbol la brisa en raudo vuelo
el fecundante polen impulsaba.
Entonces, el hermoso adolescente
que con la virgen de modesta frente
vagaba por la selva rumorosa,
fue con ella a sentarse junto a un nido,
le dijo dulces frases al oído,
y besaron los dos la misma rosa.
1195Principio y fin II
Mas la noche llegó, pura y hermosa
cual desposada del ardiente día,
que con trémula mano le ceñía
corona de diamantes luminosa.
El tronco de la palma, cariñosa,
la liana entre sus redes envolvía,
y al oculto nidal rauda volvía
con anhelos de amante, la tojosa.
Y el mismo adolescente que admiraba
la flor en que a la virgen otorgaba
casta caricia que no deja agravios,
clavó en la bella la mirada ansiosa,
y abandonando la marchita rosa,
se embriagó con la esencia de sus labios.