Cultura

Country noir, realismo puro y duro

Pedro de la Hoz

En las letras estadounidenses, las tramas policiales están tomando una nueva deriva. El country noir se pone de moda. Country por los ambientes rurales, como el de las canciones pero sin el sabor nostálgico de Willie Nelson ni las melodías empáticas de Dolly Parton ni el hipnótico bluegrass de Bill Monroe. Noir, negro en francés, por seguir la convención con que las editoriales parisinas vendieron a finales de los 40 las novelas detectivescas de Raymond Chandler y Dashiell Hammet y, sobre todo, las de James M. Cain, autor del clásico El cartero llama dos veces, cuyo ambiente anticipó el country noir.

A regañadientes el escritor más publicitado de la variante mencionada lo ha reconocido. Brian Panowich respondió ante un grupo de lectores que reclamaba confesiones de influencias: “Bueno, hay que leer de todo, nadie cae del cielo y Cain entró en mí cuando lo necesité”. Filiación segura pero distante, Panowich aprendió más de las peleas de boxeo en la televisión, de la crónica roja de los periódicos y de la brutalidad policial a la orden del día, que de los antecedentes literarios. Y escribe con disciplina y ritmo.

En los circuitos literarios hispanoamericanos se le puede encontrar por estos días con Como leones, ambientada en el estado sureño de Georgia, lejos de la costa y de la bulliciosa Atlanta, más bien en las estribaciones de los Apalaches.

La editorial española Siruela la presenta como continuidad de la saga personal de Clayton Burrough, un sheriff, de reciente paternidad y convaleciente tras recibir un disparo un año antes en el enfrentamiento en que murieron sus dos hermanos. Los clanes rivales, rondando como depredadores, comienzan a moverse, ansiosos por restablecer el flujo de drogas y efectivo. Una muerte imprevista precipitará los acontecimientos, llevando a los lobos directamente hasta la puerta de Clayton. Para salvar su montaña y a su familia, este necesitará encontrar una manera de, sin dejar de estar del lado de la ley, enterrar de una vez por todas el sangriento legado de su pasado.

Claro que esto no se explica si no se ha leído previamente Bull mountain, la ópera prima de Panowich, la que en 2016 ganó el International Thriller Writers Award por la mejor primera novela y el Premio Pat Conroy por el mejor texto policial.

Allí instaló la saga de los Burroughs en el contexto del country noir. Realismo puro y duro, puñetazos llenos de rabia, disparos a traición y duelos pactados, carencia de escrúpulos y sensibilidades ocultas, interminables aguaceros e imprevisibles borrascas: lodo, sangre, whisky, drogas, crimen e impiedad.

Esos son los aderezos externos, el gancho de Bull Mountain y lo que parece ser la guinda de Como leones. Pero Panowich no es solo eso. No es el James Ellroy de la zona rural georgiana –alguien se atrevió a compararlo con el autor de LA Confidencial– ni el reflejo literario de las series televisivas a lo Blood & Oil. Clayton no se parece a Don Johnson. Ni siquiera ocupa el mayor paginado de la primera novela. El abuelo Cooper, el tío abuelo Rye, el padre Gareth y el hermano Halford se roban el espectáculo con sus almas empozoñadas y vigorosas. Y se lo roba la pintura de los paisajes y la relación de estos con los sentimientos o, mejor dicho, con la erosión de los sentimientos. William Faulkner, particularmente el de Santuario, es más cercano a Panowich que todo el realismo sucio con que los editores tratan de vender sus historias.

Antes de convertirse en novelista, Panowich trabajó diez años como bombero en Augusta. En una entrevista confesó: “Me encantó poder controlar algo como el fuego. Nunca tuve miedo de eso”. Sin embargo, eso no quiere decir que Panowich no tenga miedo. De hecho, lo que pone una dosis de temblor bajo sus pies puede sorprender a algunos: son las montañas del norte de Georgia. “Vas a ver algunos de los países más bellos del mundo y conocerás a algunas de las personas más maravillosas del mundo”, dijo. “Pero si transitas por un camino de tierra sin marcas, verás algo que no quieres ver”.

Panowich se desembarazó del clan Burrough en su tercera novela, acabada de salir del horno esta primavera, Hard Cash Valley. Se enfoca en Dane Kirby, un jefe de bomberos retirado, involucrado en una investigación criminal en el condado McFalls. O sea, el mismo escenario de Bull Mountain. Como para seguir alimentando el country noir.