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Cultura

Consideraciones bajo La piel

José Díaz Cervera habla de su obra más importante

Joaquín Tamayo

No hay falsa modestia en José Díaz Cervera cuando reconoce sin reparo que solo es un servidor de la poesía. Ordenación del mundo y de su espíritu, el verso le significa amparo e intemperie, conjuro y diálogo, plegaria y confidencia; túnel, pozo, puente, muro, árbol, colmena, estrella y agua, brújula y catalejo… En fin, el canto sostenido de las cosas.

“Todas las raíces me persiguen menos aquellas que durmieron en la piedra”, escribió en La piel, que en 2008 obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta”. El libro fue publicado un año después. Ha transcurrido el verbo desde entonces. No obstante, Díaz Cervera ha seguido en la escritura, impulsado siempre por el secreto resorte de dos búsquedas personales: su origen y su destino: la raíz y el sitio de esa huella.

“Por eso digo que, para mí, la poesía lo es todo. Y por eso, también, admito que estoy a su servicio. La respeto y le debo tanto, que incluso me mantengo al margen de los ámbitos culturales, que a veces pueden parecer hasta frívolos”, insiste el escritor nacido en 1958, en Valladolid.

–¿Qué le debes a la poesía?

–Para empezar, la poesía me ha hecho mejor ser humano. De eso estoy seguro. Además, me ha dado a manos llenas; me regaló un acervo cultural, amistades perdurables y emociones irrepetibles. En 2008, cuando gané el Premio “Efraín Huerta”, pasaba yo un momento realmente crítico en lo económico. Obtener esa distinción me ayudó de todas las formas posibles, no sabes cuánto. No tengo duda: la poesía me convirtió en un hombre más agradecido, más humilde.

Licantra, Manual del fingidor, Las elocuencias del delirio (colección de ensayos); Para astillar la longitud del rayo, La prosa de la luz, La piel y Mester constituyen el cuerpo sustantivo de su producción literaria. Al margen de esa serie de títulos, se ha dedicado más de tres décadas a la docencia y a los talleres de creación. El grupo “Marsias”, integrado por jóvenes poetas, derivó de esa pasión obsesiva de Díaz Cervera por el cultivo de la palabra. Uno de los instantes cruciales de su trayectoria fue merecer el “Efraín Huerta”, uno de los tres galardones más prestigiosos de las letras mexicanas junto con el Premio “Jaime Sabines” y el “Premio Nacional de Poesía Aguascalientes”. De hecho, José ha sido, hasta ahora, el único yucateco en recibirlo.

–¿Qué impresión te causa hoy ese poemario, cómo ves el libro La piel a la distancia?

–Es un poco curioso: precisamente hace unos días una alumna me pidió que le hablara de ese libro. Siendo objetivo, veo en este conjunto de poemas un trabajo sólido. Fue concebido al límite de mis capacidades. La propuesta está ahí; es una propuesta acorde con mi tiempo. Siento que logré dejar un testimonio, una constancia íntima de mi manera de sentir los primeros años del siglo XXI. Ahí permanecen aquellos tópicos que nos angustiaban entonces y que seguramente nos inquietan a la fecha: cómo entendemos el amor, cómo asumimos la muerte y de qué forma o bajo qué estrategia encaramos la vida. De qué piel estamos construidos, pues, esa es la interrogante del libro. Creo que el texto se mantendrá con los años, más allá del premio que en realidad sucedió de modo circunstancial. Y comento esto porque me he dado cuenta de que es leído por muchos jóvenes, por una nueva generación de lectores y escritores. Me parece que mi obra le dice algo a la juventud.

–¿Cómo surgió ese

proyecto?

–De la misma manera que mis otros libros: lenta, paulatinamente. En un armario hallé hace poco los primeros esbozos; te hablo de la prehistoria de ese volumen. Se llamaba Los husos de la pasión. Estaba cargado de mis emociones, pero siento que al lector no le interesan los estados anímicos de uno…En algún sentido, si lo observo con serenidad, ese trabajo es heredero de la poesía de Los contemporáneos. Se trata de una pieza que se mueve mucho en el terreno de la imagen; es también un libro en el que yo personalmente disfruté del trabajo de la musicalidad. En lo técnico, es un texto bastante limpio, y en contenidos debo señalar que también intenté sintetizar el oficio de la escritura con la crudeza: di un giro típico de los poetas de la Generación del medio siglo. Me doy cuenta que estaba yo haciendo la síntesis de los autores que he amado y que me han educado como lector. Es una estética muy válida, porque no renuncia a sus raíces ni a sus tradiciones, pero tampoco se constituye en deudora de esa tradición. La reconoce, sí, pero al mismo tiempo busca una voz propia.

He aquí la voz de Díaz Cervera:

La perraldad

la perraldad que salta desde el sueño

con sus molinos de cerveza

ha insistido en festejar el frío (…)

deseo que la vida me encuentre

lleno de temblores.

–Una vez dijiste que no escribes poemas sueltos; tú piensas en el libro completo. ¿En qué consiste ese proceso?

–Cierto. Sigo trabajando poemarios y no poemas. Ahora trato de ser más sintético. Yo concibo un proyecto en términos de libro, porque me parece que la literatura debe llevar una corriente humana. De repente, uno detecta que hay algo ahí que está en ebullición. No olvidemos que la poesía es siempre una estrategia para huir del simplismo. Y en ese ir buscando dónde está el problema humano, uno elige el camino de su propia poesía. El mérito estriba en tomar un tema y hacerlo entender. Yo sigo pensando que ese es mi camino. A mí la poesía me ha servido para lo más maravilloso, que es convertirme en mejor ser humano, como te dije… Yo tengo todo que agradecerle, pero me hubiera conformado con ser, acaso, un buen lector suyo.

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