José Antonio Cutz Medina
La memoria colectiva vallisoletana narra cómo un cornetero maya conocido como el chok’abaj (vamos, al frente) situado en los altos del templo católico de San Servacio, arengaba con inusual valentía a cientos de campesinos sublevados ante la soberbia manifiesta del mal gobierno
En los anales de la historia vallisoletana se encuentra uno de los acontecimientos más insurrectos conocido como “La primera chispa de la revolución mexicana”. Una de las evidencias encontradas en los archivos del estado yucateco es el documento en resguardo conocido como El plan de Dzelkoop. Texto íntegro que refleja la tiranía manifiesta de los gobiernos elitistas de aquella época.
Plan textual que surgió en el seno de un poblado llamado dzelkoop, cuyo contenido reveló la necesidad de tomar medidas indispensables y urgentes a fin de evitar que el estado sucumbiera en manos de un gobierno déspota y tirano, gobierno formado por una sola familia esclavista, cuya única ambición era apoderarse de todas las principales riquezas del país adueñándose de las propiedades de los campesinos avecinados en la comarca vallisoletana.
El flagelo del caciquismo era evidente, los insoportables actos violatorios y barbaries que el caciquismo practicaba en aquella época concatenó con la terrible y atroz dictadura del gobierno porfirista que impávido de poder hundía cada vez en la agonía y sufrimientos a los pueblos de México.
Fue un grupo de valerosos vallisoletanos, quienes con tinta bélica redactaron un manifiesto donde plasmarían los acuerdos que más tarde desataría uno de los más grandes levantamientos que caracteriza al pueblo mexicano, representado por campesinos, obreros y esclavos de prósperas haciendas en el país.
El primer punto del plan expresó el total desconocimiento del actual gobierno de Enrique Muñoz Aristegui por ser ilegal, en virtud de no haber sido sancionado por el pueblo soberano. Un segundo punto fue nombrar una junta gobernativa compuesta por siete individuos de reconocida capacidad y reconocido patriotismo para salvar al estado de la ruina por la actitud arrogante y soberbia de los enemigos del pueblo.
En dicho plan se acordó tomar medidas urgentes para hacer efectiva la libertad individual, para que de esta manera cesaran los abusos que se venían cometiendo en contra de las comunidades de la región. Advirtieron que aquellos empleados civiles que se opusieran al desarrollo del presente plan serían depuestos de sus funciones y se les condenaría como responsables de los daños que sobrevinieran por su obstinación.
Aquellos que intentaran contravenir dicho plan serían pasados por las armas, el mismo destino tendrían los que fueran descubiertos como espías para estorban la aplicación de dicho plan, por la cual sería necesario la formación del consejo de guerra, asimismo, los que fueran revelados como traidores o delatores los pasarían por las armas de manera inmediata, cayendo en ellos todo el rigor del consejo de guerra.
Entre los principales precursores del plan se encontraba el coronel Maximiliano R. Bonilla, Cnel. José Crisanto Chí, Teniente coronel Juan de Mata Pool y el Capitán secretario Miguel Ruz Ponce, según fuentes históricas y cronistas, este movimiento iniciado en la comarca vallisoletana marcó el inicio de la Revolución Mexicana.
El plan fue descubierto por la complicidad de integrantes del gobierno infiltrados en las filas insurrectas. La captura de los caudillos revolucionarios fue inminente ante el poder militar del mal gobierno, bastaría mencionar al despiadado gobernador de aquella época, Olegario Molina. Los precursores de la primera chispa vallisoletana de aquel memorable 4 de junio fueron sentenciados a ser fusilados en el paredón instalado en el patio trasero de la capilla de San Roque del poblado. Este 4 de junio la heroica Saki’ rindió honores a sus héroes, que hoy son recordados en los anales de la historia vallisoletana. El chok’abaj fue abatido por la artillería comandada por el general Ignacio Bravo.