Cultura

Unicornio: Caminos afectivos, las líneas hacia el encuentro

Por medio de un ensayo, la actriz, dramaturga y directora Liliana Hernández Santibáñez comparte su proceso, el de alguien que camina y se afecta con la vida, en busca de la corresponsabilidad
“El borrado de la historia de las mujeres en el espacio público es evidente. Cambió mi relación con la ciudad” / Especial

Antes de comenzar, quiero dejar en claro ciertas cosas.

Lo que aquí escribo registra un proceso donde existieron varias preguntas, frustraciones, bloqueos y reconciliaciones; necesarias para bosquejar un camino afectivo–creativo que potencializa una línea de investigación en las artes escénicas. Por lo tanto, la escritura comenzará con un tono testimonial y conforme avancemos, iré desarrollando ideas -quizá- no tan personales, pero indudablemente políticas.

También, es importante mencionar que existen dos verbos que acompañan el sentido íntimo y político de mi escritura, los cuales han quedado implícitos en el título de este ensayo, no obstante, preciso: Caminar y Afectar.

I. Afectos suspendidos

Hace unos años, si buscabas en tu navegador de preferencia cuál es el paraíso de México, sin lugar a dudas Cancún, Quintana Roo, formaría parte de la lista. Sólo que habría que precisar que cuando hablamos de Cancún, no se refiere al municipio, sino concretamente a la urbe diseñada para recibir a personas extranjeras, las cuales sostienen la población trabajadora y generan diversos empleos para servir a esa población que derrocha su capital en esa parte de la ciudad.  Yo nací en la otra parte.

Mi adolescencia estuvo acompañada de numerosos ecocidios que acontecieron en la ciudad , lo cual me movilizó para formar parte de diversas manifestaciones que se realizaron para defender nuestro ecosistema, compartiendo la indignación y rabia por las resoluciones de las instituciones incompetentes . La utopía de generar un camino en las artes escénicas en mi ciudad natal, cada vez se hacía difusa, incierta; podía permanecer y encontrar alguna manera, formar un equipo, pero me bastaron algunas experiencias e inmadurez para entender que era posible lucrar con tu creación artística- cultural, sólo que tenía que estar al servicio de aquella población que habitaba el otro lado de la ciudad.

Frustración, molestia. Ahorro de dos años. Excel con lista de gastos y un intento fallido sobre planeación de vida. Un camión de ADO. Me mudé a Mérida.

II. Me nombré feminista

Llegué en el 2010 a Mérida, Yucatán. La llamada Ciudad Blanca. Ciudad de la Paz. La ciudad que ahora se posiciona, según la revista Forbes, como la mejor ciudad para enaltecer la moda mexicana, que incluso ha superado a Florencia y Québec como la mejor ciudad del mundo y que ha sido nombrada la Capital Americana de la Cultura en el 2010 y 2017. Todo esto es un hecho si formas parte de la población whitemexican  y sigues cierta tradición heteronormada impuesta por el sistema capitalista y patriarcal en el que vivimos. De lo contrario, la Ciudad de la Paz, será percibida como una de las ciudades con el peor sueldo en todo el país, donde la justicia parece lejana porque el Estado ha funcionado con un patrón de nula acción y silencio indiferente para atender solicitudes sobre casos de violencia  y sentirás el racismo, elitismo, homofobia y misoginia que han documentado y argumentado investigadoras como la doctora Eugenia Iturriaga Acevedo .

Tenía un objetivo claro, estudiar la licenciatura en teatro para luego migrar a la gran ciudad, me refiero a la Ciudad de México, en busca de mejores posibilidades para ejercer mi profesión, y mientras eso sucedía, debía estudiar, trabajar y foguearme en múltiples proyectos para ser mejor. Un desgaste que me permitió acumular experiencias significativas y al mismo tiempo, activar afectos suspendidos. Llegó un momento en el que estaba muy molesta con la ciudad, pude acuerpar la famosa diferencia entre la moral, la doble moral y la “moral yucateca”, acoso callejero, un posible asalto o quizá una posible violación a tan sólo una calle de una vialidad principal de la ciudad que tiene un monumento a los erróneamente llamados conquistadores de Yucatán y fundadores de la ciudad , también tomé valor para desobedecer la heteronormatividad y lo más importante, me nombré feminista.

Seré muy franca. Había generado un rechazo a la ciudad, lo único que quería era conseguir los medios económicos para avanzar hacia otro lado, buscar un lugar y encontrar mi cordón umbilical terrestre.

III. Documentar el sentir

En el 2015 formé parte del montaje “El Siglo de las Mujeres”, con dramaturgia y dirección de Raquel Araujo Madera, bajo la coproducción de Silkateatro Andante y Teatro de la Rendija, donde tuve como compañera de escena a Silvia Káter. El proyecto pretendía recuperar la historia y conmemorar los 100 años del Primer Congreso Feminista realizado en México, el cuál se llevó a cabo del 13 al 16 de enero de 1916 en el teatro José Peón Contreras . Mis bitácoras apuntan a que fue en ese momento cuando comencé a reflexionar sobre mi agenciamiento, pasividad, idealización, mi necesidad de buscar y encontrar un lugar para sentirme parte.

En el 2018 decidí poner en práctica lo derivado de esas reflexiones, entendí que no necesitaba buscar un lugar, sino crearlo. Realicé mi primera producción. Estrenamos “Máquina Mundo L” , proyecto que abrazó mi experiencia como mujer lesbiana habitando en la ciudad de la paz y compartía nuestro posicionamiento sobre el accionar del Congreso del Estado Yucateco, ya que bloqueaba legalmente los casamientos de personas con el mismo sexo, exigiendo costear un amparo para efectuar el matrimonio, comportándose de manera inconstitucional ante nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es decir, Yucatán ha accionado con sus propias normativas, ajustándose a las peticiones de cierta población privilegiada violando los Derechos Humanos. Afortunadamente, gracias a la lucha y seguimiento de grupos activistas, el pasado 25 de agosto del presente año, Yucatán aprobó el matrimonio igualitario  y los grupos antiderechos demostraron, nuevamente, el pensamiento que ha imperado en la sociedad yucateca.

IV. Estaciones situadas

En 2019 viajé a Buenos Aires (CABA), Argentina para comenzar mi maestría y durante el vuelo me sentía [muy] nerviosa, ansiosa, preocupada, y sin poder hallar el origen del pensamiento, recordé de manera repentina el proceso de montaje de “El Siglo de las Mujeres”, sólo que ya no me enfocaba en el Congreso, sino en cómo se habrían sentido las mujeres que asistieron, más allá de las sonrisas registradas en las fotografías que se conservan; qué habrá sucedido en sus cuerpos durante el trayecto de los municipios a la ciudad; qué habrá pasado en los trenes; ¿habrán estado nerviosas?; ¿habrán podido dormir la noche antes?; qué pensaron las mujeres que no pudieron asistir por no saber leer y escribir; qué pensaron las mujeres que se quedaron al cuidado de los hijos de las mujeres que cumplían los requisitos para formar parte; terminando el evento ¿habrán cambiado de opinión respecto a un tema?

Caminé mucho estando en CABA y al encontrarme frente al monumento a Juana Azurduy pensé inmediatamente en el monumento a los Niños Héroes que se encuentra en el parque La Mejorada, en la ciudad de Mérida. Hablando con las personas supe que la estatua de Juana había sido emplazada donde se encontraba un monumento a Cristóbal Colón, pero tiempo después, fue reubicado a su lugar actual, frente al Centro Cultural Kirchner.

Qué lindo sería colocar en Mérida un monumento a las mujeres congresistas.

V. Caminantes. Hacia el Encuentro

Marzo 2020, el mundo se detiene, algunas fronteras cierran, no pude volver a CABA a terminar mi maestría, era imperante quedarse en casa. El único recurso con el que contaba para sobrellevar ese encierro, era salir y caminar. Eso hice, caminé y recuperé una actividad que había recriminado estando en Mérida. Mi enojo hacia la ciudad había nublado ese gozo. Caminando conocí el parque Margarita Maza, ubicado en el noroeste de la ciudad, donde se encuentran 5 bustos de mujeres yucatecas: Elvia Carrillo Puerto, Felipa Poot Magaña, Rita Cetina y la abogada, Antonia Jiménez Trava, nombrado la rotonda de Mujeres Ilustres de Yucatán. Me enojé mucho. Sentí el pago de cuota del Estado. El parque además de descuidado, mal iluminado, en las sombras, hasta el rincón, olvídalo, así, como han mantenido nuestra historia. Me enojé más.

Retomé el libro de los anales del Primer Congreso Feminista y atendí otra parte del registro de ese evento, donde se relata la preparación del congreso y ahí especifican que el comité organizador se reunía en la calle 64 #519 del centro de Mérida. Acción inmediata. Tengo que ir a ese lugar y hacer algo, una intervención, un performance, una obra de teatro…no puede ser.

Cada día tenía que contar la anécdota: leí en los anales del Primer Congreso Feminista que en la calle 64 #519 las mujeres del comité organizador se reunían para discutir los temas del evento; ahí Adriana Vadillo Rivas llevó nota de lo propuesto en cada encuentro, ahí entraron en conflicto cuando varias mujeres desistían de sus compromisos para con el congreso, ahí se re organizaron varias veces, ahí discutían, ahí hablaban de la propaganda feminista que llevarían a los municipios para motivar y convencer a las mujeres de asistir al evento, ahí se organizaban estratégicamente para conseguir los boletos de tren y montos de manutención para que las mujeres de los municipios pudieran formar parte, desde ahí se dieron las indicaciones para la suspensión de clases de esos días, ahí ocurría todo eso que no se ve, todo el proceso de gestación, articulación, planeación, producción y hoy, 105 años después, es una gasolinería.

Investigué más y mi enojo fue creciendo. El parque La Mejorada, que apareció en mis recuerdos al ver el monumento a Juana Azurduy, fue el barrio donde existieron varias escuelas para señoritas, mismas que fueron sede para las mujeres congresistas; la escuela primaria de niñas fundada en 1909, fue renombrada Primaria Distrito Federal; en medio del parque está el monumento a los Niños Héroes; a pocos metros se encuentra el edificio que albergó a La Siempreviva , la primera escuela y revista literaria escrita exclusivamente por mujeres (1870) y no cuenta con algún indicador que ahí tuvo lugar tremenda y trascendental iniciativa; el mismo teatro José Peón Contreras, sede del Congreso, no señala algo al respecto…Tuve claro dos cosas, la primera, el borrado de la historia de las mujeres en el espacio público es evidente, lo segundo, mi relación con la ciudad había cambiado.

Produje y dirigí el montaje “Caminantes. Hacia el Encuentro” , el cual consistió en reconstruir tres recorridos por las calles de Mérida que salen de manera simultánea. Al adquirir tu boleto tienes que decidir a qué comitiva pertenecer, puede ser al de la profesora propagandista, la obrera sindicalista o la escritora liberal. Tres mujeres provenientes del año 1916, que caminan por la Mérida del 2021 y pasan por distintas rutas que salen desde la Antigua Estación de Ferrocarriles, la Escuela Primaria de Niñas y el Restaurante Los Almendros (Barrio de Mejorada) hacia el Teatro Peón Contreras, lugar donde se reunirán para hacer presencia en el Primer Congreso Feminista de Yucatán y de México.

Cuando gestioné el proyecto, me interesaba caminar por ciertos lugares para compartir lo que había sentido, recordando una historia que es nuestra y debe estar presente en la memoria y en el espacio público.

Te afectó mucho ¿verdad? No supe qué responder.

No había dimensionado la participación de los afectos en este proceso. Lo primero que pensé al enfrentarme a ese cuestionamiento fue sobre la responsabilidad afectiva, aquella que “va de hacernos cargo de nuestras acciones, implica un sentido de corresponsabilidad” (Juárez, 2021). El estado tiene una relación conmigo y en ese sentido, no se ha hecho responsable de las acciones que ejerce hacia el cuerpo de las mujeres, hacia mi cuerpo. El estado nos ha violentado al no dar seguimiento ni difusión correspondiente a los feminicidios, ni concretar la alerta de género. No existe un sentido de corresponsabilidad, yo cumplo con mis obligaciones como ciudadana y el estado no cumple con sus obligaciones como servidor público. No existe una responsabilidad afectiva hacia nuestra historia. Sí, realmente me afectó dimensionar todo esto. 

VI. Afecto 

Hemos normalizado la vida. Hemos naturalizado la forma en la cual nos han organizado el mundo, las ciudades.  Vivimos en una sociedad anestesiada con la lógica de la buena onda, del vive y deja vivir con actitud positiva, perdona y suelta el enojo, sé feliz…

Soy una persona amorosa, paciente, tierna, amable…; toda la vida me han reiterado que el enojo es un sentimiento negativo y que mi cuerpo de mujer, no tiene permitido acceder a esos espacios porque no me corresponden, porque ahí no tengo un lugar; le he tenido miedo al enojo y ahora que lo enuncio, reconozco que estoy cansada de la frase “construye desde el amor”, no porque crea que no puede ser una vía posible de acción, sino más bien porque ahí no encuentro mi potencia.

Sara Ahmed (2015) expone que “la historia de la evolución se narra no solo como la historia del triunfo de la razón, si no de la capacidad de controlar las emociones y de experimentar aquellas que son “apropiadas” en diferentes momentos y lugares” (p.23), por tal motivo las mujeres, las emocionales, no logramos encajar en ese marco de evolución, por lo tanto es imperativo no dejar que esos estados se apoderen de nosotras, situación que abriría un camino de reflexión sobre el sistema de dominación al cual se enfrentan nuestros cuerpos y en este ensayo no lo elaboraré. No obstante, es necesario precisar mi concepción sobre los afectos.

Ahmed también menciona que “los cuerpos adoptan justo la forma del contacto que tienen con los objetos y con los otros” (p. 19) y es la idea del contacto lo que me interesa tomar para el planteamiento de los . Un contacto que produce un afecto, que no ha alcanzado un campo emotivo o racional, sino que la maduración de ese afecto va articulando el pensamiento para posterior a eso, enunciar, si fuera necesario, lo que ha provocado ese afecto, “un arte de la distancia capaz de encontrar la medida más justa de la proximidad” (Garcés, 2013, p.100)

Asimismo, pensar los afectos en términos emocionales, sólo reduciría su potencia, porque los afectos no son controlables, ni exclusivos de cierta población evolucionada, ni entran en la categoría de lo adecuado o inadecuado, ni cuentan con un principio y final o pueden difuminarse con el tiempo. Los afectos pasan por la piel cada vez que se tiene contacto y en este proceso, caminar se ha convertido en la acción que me ha permito tener esa proximidad y esta reflexión.

Los afectos guardan una potencia para la acción y labrar desde ese lugar implica un compromiso con la acción que permita tu contacto. Detectar ese afecto y preguntarse, si es necesario atenderlo y si es el caso, qué puedo hacer con esto que me está afectando, no necesariamente para compartirlo, pero sí para localizar la semilla que ha de germinar y acompañar el proceso creativo.

En ese sentido, Marina Garcés (2013) relaciona la afectación con un sentido social que me interpela, el cual conlleva un ejercitamiento:Aprender a ser afectado, a transgredir la relación de indiferencia que nos conforma como consumidores-espectadores de lo real. Empezamos a pensar cuando aquello que sabemos (o no sabemos) afecta nuestra relación con las cosas, con el mundo, con los otros. Para ello hace falta valentía y la valentía se cultiva en la relación afectiva con otros (p.92)

Y ese cultivo acentúa el valor del tiempo. Considero que hay afectos que no logran la suficiente potencia para devenir en acción y no porque el cuerpo no sea el adecuado para realizar la alquimia necesaria, sino por una cuestión cronotópica que determina nuestro estar en el mundo.

No obstante, mi propuesta radica en dimensionar que los afectos no generan una zona restringida de producción, sino un marco de desafío teórico y práctico desde dónde activar modos de hacer, de pensar y de sentir: los afectos como un instrumento de reflexión epistemológica.

Sobre la autora

Liliana Hernández Santibáañez. Creadora escénica, feminista, tallerista e investigadora. Licenciada en Teatro por la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Cuenta con un Diplomado en Gestión y Marketing Cultural. Ha participado en diversos cursos y talleres bajo la tutoría de José Sanchis Sinisterra, Luis de Tavira, Didanwy Kent, José Antonio Sánchez, Vivi Tellas, Jorge Dubatti, por mencionar algunos. Desde su egreso de la Licenciatura colaboró estrechamente con Teatro de la Rendija donde desempeñó funciones de gestión, producción, organización de festivales y actuación. A partir del 2018 comenzó a colaborar como actriz con Silkateatro Andante y a gestionar sus propios proyectos. Su trabajo ha sido presentado en México, Estados Unidos, España y Argentina. Actualmente estudia la Maestría en Teatro y Artes Performáticas por la Universidad Nacional de las Artes (UNA), es coordinadora de la Red de Espectadores en Mérida, Yucatán; es cofundadora de MEDEAS. Red de Jóvenes Investigadoras de la escena; directora general de Corriendo con Lobas. Laboratorio escénico y beneficiaria del Programa Creadores Escénicos 2020- 2021 del Sistema de apoyos a la creación y a proyectos culturales (FONCA).ces de escritura-teatral, así como en diversas plaquettes de poesía como Edson Monkeys experience (2016, Editorial Falsalengua), Lluvia de Oro y otros poemas (2018, Lluviapress) y No te rías de la muerte si el siguiente serás tú (2020, Rednecks Editorial). Obras suyas pueden encontrarse en diversas revistas online.

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