“El Acervo de Arte Indígena del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) tiene su origen en el Museo Nacional de Artes e Industrias Populares, fundado por Alfonso Caso y Daniel Rubín de la Borbolla, encargados de iniciar la colección”, explica, en exclusiva a POR ESTO!, Octavio Murillo Álvarez de la Cadena, Director de acervos en el INPI. “Colaboraron con un círculo de artistas, intelectuales y políticos prominentes que ayudaron a iniciar los acervos; de ahí que tenga piezas datadas desde el siglo XVII hasta el año de apertura del recinto, 1951. Entonces surgió una idea muy novedosa: se pensó que la labor de los museos debía llevarse a las comunidades donde hubiera tradiciones populares importantes. Eso contribuyó a fortalecer la investigación, el trabajo comunitario y el crecimiento de la colección, así como a crear programas de apoyo y apertura de casas-escuela para fomentar el conocimiento tradicional”.
El museo operó hasta 1996, “durante 45 años de coleccionismo ininterrumpido, generándose la importante colección de alrededor de 24 mil piezas que hoy conserva, en su mayoría de la segunda mitad del siglo XX. Luego empezó su desmantelamiento por un cambio en la visión sobre la atención a los pueblos indígenas que se dio desde el zapatismo, así como por otras causas. Entonces se creó el actual Acervo de Arte Indígena”.
Operan, menciona Murillo, tres tipos de procesos: “aquellos sobre la conservación de ese patrimonio mediante acciones de prevención, preservación y restauración. Luego está el proceso de la documentación: desde el desarrollo de colecciones, su catalogación y la investigación aplicada a ésta, así como la automatización de la información en bases de datos para hacerla accesible al público. El tercer gran proceso es la entrega a la sociedad de los valores de este acervo, a través de mecanismos de difusión, publicación y, por supuesto, las exposiciones tanto en museos externos al INPI como en el propio: el Museo Indígena Antigua Aduana de Peralvillo”.
El acervo es importante para toda la humanidad, “pero en particular constituye el patrimonio de los pueblos indígenas, pues es la memoria material, etnográfica y artística de estos pueblos, que en México encabezan la diversidad cultural y constituyen la mayor riqueza. La memoria de estos pueblos es también la memoria de todos los mexicanos y de la humanidad, y las piezas que se resguardan tienen un doble valor como documento y como obra estética. Por ello es necesario poner al servicio de la sociedad este acervo, con fines desde educativos hasta de desarrollo local”.
El Acervo de Arte Indígena se complementa con otros del INPI: la Biblioteca “Juan Rulfo”, la Fototeca “Nacho López”, la Fonoteca “Henrietta Yurchenco” y el Acervo de Cine y Video “Alfonso Muñoz”. “En conjunto, resguardan más de medio millón de materiales sobres los pueblos indígenas”, dice Murillo.
¿Estas comunidades y sus tradiciones peligran? “El riesgo no es homogéneo para todos los pueblos y sociedades, pues entender grupos determinados implica conocer sociedades vivas, cambiantes, capaces de decidir sus propios rumbos y organización”. El director advierte: “sin embargo, hay pueblos que tienen una amenaza directa rumbo a la desaparición de sus tradiciones artísticas, así como de las lenguas originarias y de otras expresiones del patrimonio cultural. El riesgo no es que se pierda una pieza, sino todo el conocimiento y las costumbres que están detrás de ella. De ahí viene la preocupación tanto de las agencias del Estado como de las instituciones académicas y de algunos particulares. Toda la sociedad en conjunto debe entrar a la defensa de estos conocimientos y formas de patrimonio”.
SY