Cultura

Samuráis y castillos japoneses, majestuosas fortalezas

Por Esto!

Una de las figuras japonesas más conocidas en el extranjero es la del samurái, los cuales estaban divididos entre diversos clanes, llegando a tener un dominio e influencia aún mayor que la del Emperador y que de entre sus filas surgieron los shogunatos. Los samuráis, o bushi, como también se les nombra, estaban regidos por un código de honor llamado bushido o “el camino del guerrero”, cuya filosofía está basada en las enseñanzas del budismo zen. Representaban a la fuerza militar cuyo dominio termina en el periodo Edo. Su influencia en el ámbito cultural es por demás extensa: existen cientos de películas, series y animaciones japonesas que cuentan historias acerca de las batallas que se libraban entre los clanes por el poder sobre los territorios en los que habitaban; muchas pinturas, grabados y xilografías retratan a los guerreros en sus poses de combate, o bien, realizando alguna de las diversas ceremonias que hacían durante sus entrenamientos, convivencia o creencias. Una de las más conocidas es la del seppuku, mejor conocido como harakiri, que consiste en destriparse delante de testigos y era considerada una forma honrosa de morir. La literatura y el teatro, por su parte, los mencionan como referencia en la compilación de las tradiciones orales y escritas de los guerreros o representando determinadas escenas históricas.

Durante el periodo Heian (794-1185), el poder central japonés había perdido el control sobre las zonas rurales del país, por lo que surge un nuevo poder a cargo de los lugartenientes, cuya influencia e independencia se fue haciendo aún mayor con el paso de los años. Debido a esto se crea un nuevo grupo de soldados, cuya misión era resguardar su seguridad y la de sus familias. Los clanes controlaban a los ejércitos samuráis, quienes peleaban en las batallas por la lucha de dominio territorial. Los clanes más poderosos fueron: el clan Minamoto y el clan Taira, de los cuales el primero salió vencedor, estableciendo el shogunato como el nuevo tipo de gobierno, un gobierno basado en la fuerza militar.

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Tiempo después, en el periodo Muromachi (1336-1573), el país se encontraba dividido en diversos Estados pequeños que luchaban entre sí, por lo que los soldados eran requeridos constantemente. A finales de este periodo, se logra formar un solo Estado, colocando a la fuerza militar en la cima de la estructura social, seguidos por los granjeros, artesanos y, finalmente, los comerciantes. Durante el periodo Muromachi, los samuráis se vieron obligados a vivir en los castillos de las aldeas, gobernadas por los daimyos o señores feudales. Éstos eran terratenientes pertenecientes a la nobleza, linaje heredado de la época feudal. Por otra parte, también existieron samuráis que se rebelaron ante sus gobernantes, provocando disturbios y levantamientos en su contra. Estos guerreros eran exiliados del territorio o condenados a muerte. La palabra con la que se les llamó fue ronin (hombres flotantes).

Ya para el periodo Edo (1603-1868), el país se encuentra en una paz relativa y, como consecuencia, el entrenamiento marcial cae en desuso. Algunos samuráis dejan la milicia y se convierten en políticos, maestros o artistas; no obstante, el periodo feudal termina hasta 1868 oficialmente, con el inicio de la restauración Meiji, que trajo consigo cambios en las estructuras política y social. Ejemplo de ello fue la anulación del poder que tenían los guerreros y los daimyos, así como el removimiento de Kioto como capital a la ciudad de Tokio. Al ir perdiendo su influencia y poder, algunos samuráis optaron por enlistarse en el ejército del gobierno. Otros se levantaron en contra de la situación en una rebelión llamada “Rebelión de Satsuma”, donde fueron derrotados, marcando así el fin histórico de la era samurái.

El castillo japonés: ciudades-fortalezas

Como mencionamos al principio de este texto, la era en la que predominaron estos guerreros dejó una huella visible hasta hoy. Un ejemplo de ello está en la arquitectura.

A pesar de las cuantiosas guerras, incendios y desastres naturales, algunos de los castillos construidos en las diversas ciudades durante el periodo Muromachi se conservan en buen estado. Otros se han reconstruido a base de nuevos materiales, pero siempre respetando las técnicas de construcción antiguas. Actualmente, algunos de ellos sirven como museos que rememoran la historia y las tradiciones de épocas pasadas. Estos castillos fueron cuidadosamente construidos para servir no sólo como hogares, sino para que también funcionaran como fortalezas.

Su historia se remonta al siglo VII en las montañas japonesas, donde se construían murallas de piedra con el fin de proteger el área y a la gente que vivía en ella. Durante el periodo Muromachi, la construcción de los castillos vivió su apogeo, situándolos en la cima de los montes, cuya ubicación estratégica era favorable para la defensa ante los enemigos, gracias a las murallas que los bordeaban. Los dueños de estos edificios solían vivir al pie de la montaña, pero en caso de haber algún ataque podía correr a lo alto para refugiarse.

Cuando los samuráis subieron al poder, se decretó el Edicto de Separación, que dividía a la fuerza militar de los campesinos, permitiendo que los primeros vivieran dentro de las ciudades amuralladas que suponían los castillos y los segundos a las afueras de ellas; incluso dentro de los mismos guerreros la jerarquía influía al momento de asignar el lugar donde se ubicarían, y es que mientras más alto rango se estuviera en ella, más cerca de la torre principal, o tenshu kaku, podrían vivir.

Después, con la relativa paz que trajo el periodo Edo, los castillos se fueron acentuando en terrenos llanos, puesto que ya no había la necesidad de crear fortificaciones para resguardarse y, así, las fortalezas pasaron a ser centros dedicados a la defensa, política y economía; e incluso se podían encontrar jardines tradicionales cerca del lugar.

Aledaños a ellos, los barrios albergaban cientos de comerciantes que llevaban sus productos para vender. La periferia del castillo estaba rodeada por templos y más allá de ellos se encontraban los campos de arroz. No obstante, en 1615 se establece un orden entre los señores feudales y la distribución de tierras, decretando que sólo hubiera un castillo por cada feudo, de manera que los otros debían ser destruidos, y se prohibió la construcción de nuevos.

En el periodo Meiji (1868-1912), se revocan los dominios feudales y se establecen las prefecturas como método de organización geográfica del país. Asimismo, se ordena la destrucción de los castillos, los cuales la gran mayoría fueron demolidos o quemados. Hoy en día, sólo unos 12 castillos conservan su estructura original. Otros tantos fueron reconstruidos o quedan apenas vestigios de ellos, considerados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, o son comprendidos como Tesoros nacionales.

Al ser fortalezas, los castillos japoneses eran construidos estratégicamente y variaba el estilo arquitectónico según donde fueran edificados. Había tres modos: el yamashiro, o castillo de montaña, fue el más utilizado en tiempos de guerra dada su construcción en la cima de alguna montaña; el hirashiro, o castillo de llanura, construidos en medio de terrenos planos; y los hirayamashiro, o castillos de colina, ubicados en pequeñas montañas o grandes colinas. Existen además los castillos “de agua”, cuya ubicación se encontraba cerca de mares, ríos o lagos, esto con el fin de suministrar el agua para el foso que rodeaba al castillo, entre una variedad de otros usos.

Hablar sobre la estructura completa de los castillos puede ser algo complejo y extenso, ya que existen varios tipos de ellas que no solo difieren por la zona geográfica en la que fueron construidos, sino que también dependen de su orientación interna, es decir, el cómo se encuentran distribuidos los diferentes edificios que están dentro de la fortaleza y el contexto del por qué fueron hechos de esa manera (la mayoría de las veces por estrategias militares). Aquí mencionaremos brevemente algunas de esas partes y su función, haciendo énfasis al final en los aspectos más representativos.

Los muros que protegían las construcciones tenían una especie de ventanas por las que se solía atacar. Dependiendo de si eran circulares, triangulares o rectangulares era el tipo de arma que utilizaban en ella: la ventana circular y la ventana triangular servían para disparar los arcabuces (un arma de fuego antigua) y en las que tenían forma rectangular se disparaban las flechas; desde un punto de vista estético, a los muros se les dibujaban árboles, en su mayoría pinos.

Las murallas que bordeaban los castillos estaban hechas de piedra en su totalidad. Sin embargo, dependiendo de la forma en que se acomodaban y moldeaban se pueden distinguir tres estilos: el norazumi, donde se utilizaba la piedra natural para erigir la muralla, presentaba poca protección al ser una construcción endeble y fácil de escalar; el uchikomihagi: las piedras eran colocadas de forma que quedaran lo más apretadas posible y los huecos que quedaban eran rellenados por piedras más pequeñas, de modo que esto permitiera fortalecer la muralla y, así, evitar que se derrumbara fácilmente.  Además, las piedras que sobresalían al exterior eran limadas, evitando que el enemigo pudiera escalar.

Finalmente está el estilo kirikomihagi. Se podría decir que era el más elaborado de entre los tres, ya que las piedras eran esculpidas de modo que pudieran encajar entre ellas, creando una fortaleza impenetrable. Algunos castillos tenían fosos, los cuales permitían reducir a las tropas enemigas, debido a su profundidad y a que estaban llenos de agua. Las yagura eran las torres donde se almacenaban diferentes utensilios, como las armas. También se podían utilizar como espacios de almacenaje para agua o sal y, en otros casos, como espacios de observación. Están situadas en las esquinas de los castillos.

Por último, los elementos más destacables de estos edificios eran las tenshu kaku, o torres principales, y los mon, o portones de entrada. Las tenshu kaku se erigían por encima del resto de espacios dentro de los castillos. Es ahí donde los daimyos se resguardaban, ya que era el lugar más seguro y desde donde se podía disponer de una última línea de defensa. Por lo general, se componían de unos tres a siete niveles y desde el exterior solo se podían apreciar algunos de ellos, ya que los otros podían ser subterráneos. Las ventanas de las tenshu kaku eran cuadradas y pequeñas, para una mayor protección, así como para restar visibilidad al atacante del exterior; el último nivel podía disponer de un balcón exterior y en el techo de las construcciones se colocaban los shachi gawara, decoraciones metálicas o de losa con la forma de criaturas zoomorfas (por lo general criaturas marinas) que alejaban a los espíritus malignos y protegían a los castillos de los incendios, según la creencia.

Las tenshu kaku se encontraban rodeadas por cercas construidas con estacas de madera, que comunicaban unas con otras. El gran laberinto conformado por los múltiples patios y áreas cerradas que se formaban por estas cercas se denominaban como kuruwa y permitían una mejor estrategia de defensa dependiendo del terreno donde se asentaba. Fuera de la tenshu kaku y protegida por el kuruwa, se encontraba una ciudadela interior, o hon maru, donde se encontraban otros edificios residenciales, además de la torre principal. Después había un segundo patio llamado ni no maru y finalmente se encontraba un tercer patio o san no maru, el cual era el que estaba más cerca del exterior. El castillo se encontraba rodeado por un foso y, más allá, los barrios de comerciantes.

El mon era el nombre que se le daba a las imponentes entradas que daban a los castillos. Además de estar detalladamente decoradas, su construcción estaba compuesta por dos columnas unidas a dos pilares, que se conectaban por medio de un dintel. Los diferentes estilos dependían de las funciones que debían cumplir y la posición en la que se encontraban. Por mencionar algunos, tenemos: el yaguramon, o portones que tenían un yagura o torre en la parte superior para una mejor defensa de la entrada; el koraimon, que estaba compuesto por dos techos: uno protegía los pilares del frente y las puertas, mientras que el segundo cubría los pilares traseros y las vigas de apoyo. El tonashimon era un portón similar al koraimon, con la excepción de que carecía de puertas que bloquearan el acceso al interior del castillo. El kabukimon era una entrada que consistía en dos pilares y una viga horizontal, con puerta, pero sin ningún techo. Este tipo de portón, al ser bastante simple y endeble, no era considerado como una buena defensa. Por último, tenemos el nagayamon. A los lados de estos portones se construían almacenes y bodegas. Actualmente, muchos se han transformado en tiendas de recuerdos.

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JG