Cultura

Roberto Fernández Retamar y su legado intelectual para nuestra América (Segunda parte)

En la historia, Roberto Fernández Retamar ha dejado para la posteridad una obra, la cual fue marcada por la identidad latinoamericana y heredada a los pueblos y culturas
Roberto Fernández Retamar propuso llamarles también “potencias subdesarrollantes” a los países imperialistas / POR ESTO!

José Martí es presencia ineludible en la obra de Roberto Fernández Retamar, a él dedicó una serie de ensayos que con el tiempo serían compilados bajo el título de Introducción a Martí, aunque en realidad, la obra de Retamar es en su totalidad heredera y continuadora del pensamiento martiano. Sus textos analizan las aportaciones universales que Martí realizara, enfatizando su actuación literaria y política, en la que se revelan las huellas profundas del sentimiento latinoamericano por la independencia, la herencia revolucionaria que forjara el carácter futuro que dio plena libertad a Cuba de la mano de Fidel Castro, a quien sin dudarlo, se había sumado Retamar con sus versos, reflexiones y actos a favor de la cultura de nuestra América, sin perder nunca, el rumbo autóctono del deseo constructivo de lo propio, contrapuesto a las tradiciones serviles del colonialismo y el imperialismo. Retamar impulsó la fundación del Centro de Estudios Martianos en 1977 y lo tuteló hasta 1986, institución que hoy reúne a los más destacados estudiosos en el mundo de la obra del prócer cubano.

El pensamiento martiano de Retamar es fruto de la estirpe revolucionaria de Cuba que se mezcla con el marxismo y demás pensadores libertarios como Simón Bolívar y Francisco Bilbao. Al respeto escribió Retamar en el último párrafo de su ensayo “Martí en su (tercer) mundo” publicado originalmente en la revista Cuba Socialista en 1965, que: “Ello quiere decir que se ha “superado” a Martí en el sentido de haberlo incorporado, asimilado a la nueva conciencia. Además, no poco de lo que dijo en el orden político, y desde luego, en el de los problemas culturales, sigue teniendo impresionante vigencia.

Por lo pronto, su preocupación política mayor, que lo llevaba de Cuba a nuestra América y los Estados Unidos, sigue siendo en gran medida la nuestra. Su obra se sitúa en los albores de la articulación de Cuba con el mundo. Esa articulación, hoy manifiesta, es la que permite hacer ver la importancia de la tarea de este pensador, uno de los primeros de los países subdesarrollados”.[1]

Para Martí, como para Retamar, nuestra América es la utopía que nos mueve al porvenir, la unidad e integración son sueños necesarios, y es que como se ha planteado, estamos integrados con una sola identidad unida en la diversidad, fortalecerla y protegerla es parte de la militancia de la vida en las geografías nuestras, la esperanza sobrevive en estas tierras al perjurio y la soberbia imperial. La dignidad nos hace ser virtuosos y útiles para la humanidad, la América nuestra vive en la memoria de nuestros pueblos y en el ahora en que nosotros la defendemos y reproducimos.

Retamar supo hacer eco de la sentencia martiana que dice: “hacer es la mejor manera de decir”. En estos tiempos de grandes discursos y pocas acciones en favor de la humanidad, estas palabras resuenan en lo profundo de los corazones que laten empujando el deseo irrenunciable de construir nuevas realidades en libertad. La cultura latinoamericana y caribeña es única, porque retoma lo más universal y lo suscribe en forma originaria sin perder nunca su creación propia.

El sentimiento anticolonial y antiimperialista, suscrito en sus ensayos, es el reflejo del compromiso con los pueblos de Nuestra América que asumió Retamar desde épocas tempranas, su obra más conocida en este ámbito es Caliban publicado en 1971[1]. Un ensayo ejemplar que trastoca los fundamentos interpretativos usados hasta entonces para dar lectura a la realidad social de los países colonizados. Caliban es un llamado a una nueva mirada poniendo el punto de partida en la realidad concreta de Latinoamérica, cuestionando el colonialismo cultural imperante y llamando a la definición de los intelectuales.

La hora de nuestra América había llegado, la esencia de la Revolución cubana infundía la necesidad de tomar partido, era el tiempo del compromiso con los desposeídos. ¿Seguir pensando como oprimidos o romper las cadenas y liberarse de la esclavitud de ideas?, ese es el cuestionamiento que da sentido al ensayo y que urge a la conciencia colectiva para su despertar.

La obra ensayística de Retamar es eso, un llamado continuo a la superación de las sombras arrastradas como lozas y por la generación de interpretaciones radicales que sirvan a la emancipación. Otros textos suyos como: “Martí en su (tercer) mundo” (1965); “Nuestra América y occidente” (1976); “Algunos usos de civilización y barbarie” (1977); “Del anticolonialismo al antiimperialismo” (1992); “Pensamiento de nuestra América.

Autorreflexiones y propuestas” (1996) y “Cuba defendida. Contra la Leyenda Negra” (1997), dan muestra puntual de las profundas reflexiones que legó, superando las estructuras del pensamiento occidental, para sumarse a la tradición emancipadora del pensamiento latinoamericano.[1]

La esperanza como bandera, como forma de actuar en el sentido ético y moral, como guía de nuestras acciones que se encaminan en primer plano, a generar la crítica radical de las condiciones de vida que padecemos en todo el orbe y exponen al ser humano a su propia extinción y, en segundo plano, a buscar alternativas para transformar esas condiciones de vida y propiciar el florecimiento de la humanidad en armonía, lejos, muy lejos de cualquier mesianismo.

La rebelión es reflexión aguda, es sentimiento, es razón, es el uso del juicio de los oprimidos que despierta del sueño aletargado, como dijera Ernesto Che Guevara, para poner fin al capitalismo y dar lugar a una sociedad mejor, basada en la dignidad del ser, regida por las necesidades humanas, el pensamiento de Retamar es rebelión en el saber y sus formas de construcción, es emancipación del canon y moldes que durante mucho tiempo ataron la creación e impidieron ver la luz del porvenir, por eso sus escritos son por naturaleza originaria anticoloniales, antiimperialistas y revolucionarios “para el bien de todos”.

Retamar fue un agudo lector de Frantz Fanon, José Martí, Ho Chi Minh, Lenin, Ernesto Che Guevara, Fidel Castro, entre otros, de quienes brevo el ideal revolucionario que plasmo en sus reflexiones, sus aportaciones en este sentido, siembran base de igual forma, para la reformulación del marxismo latinoamericano alejado de tenencias ortodoxas y de manual, para revivirlo en su sentido más amplio, como crítica del capitalismo en todo sentido y, a la vez, como propuesta y base para la construcción de un mundo mejor.

A los países imperialistas Retamar propuso llamarles también “potencias subdesarrollantes”, no en confrontación con la teoría sobre el imperialismo ya desarrollada por Lenin y otros pensadores, sino como complemento de esa teoría, tomando en cuenta las particularidades históricas y actuales, es decir, su propuesta buscó contribuir al desarrollo de la teoría para la comprensión de los fenómenos globales, en ese sentido las “potencias subdesarrollantes” son justamente aquellas que han jurado propiciar el desarrollo y solamente han dejado en la región latinoamericana como en el mundo un mayor grado de pobreza, injusticia y marginación.[1]

Analizar lo que acontece para comprenderlo es un primer paso del compromiso intelectual, proponiendo otras maneras de entender la realidad y construirla a partir de la raíz nuestra de saberes autóctonos, necesidades y conocimientos histórico-culturales, que reivindiquen la diversidad cultural desde la matriz de los pueblos de nuestra América, rompiendo con el orden prevaleciente de dominación entre capital-explotación y enajenación-inhumanidad, para dar paso, a un orden humano basado en la distribución social y equitativa de la riqueza, el respeto a las diferentes realidades culturales y la eliminación de las diferencias de clase: un mundo sin explotadores ni explotados.

Ahora, Roberto Fernández Retamar se ha reafirmado en la historia, dejando para la posteridad una obra marcada por la identidad latinoamericana, construida como hibridez histórica, heredera de los pueblos originarios, el mundo occidental y representada en la actualidad por la diversidad que tanto enriquece a los pueblos de nuestra América, y justamente fue para ellos, para los pueblos y las culturas, que Retamar hizo con las palabras el poema más hermoso en los profundos ideales de la revolución en el pensamiento y en la realidad concreta latinoamericana y caribeña.

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CC