EL TERNO YUCATECO
La prenda habla de la fortaleza de la mujer maya y de quien elige portarla
Elena Martínez Bolio
El terno, vestido de ceremonia de la mujer yucateca, ha sido un elemento cultural cambiante, esto obedece a los cambios y procesos históricos inherentes al grupo. Así podemos observar en este terno todo un documento que relata con puntadas los cambios socio políticos del siglo XIX, influenciados por modelos de la parte dominante, el cual siguió los estándares de la moda en Europa, no sólo en los textiles relacionados con la moda, sino con los de uso utilitario como accesorio de cortinas, mantelería, cubrecamas y sábanas de las casonas de Yucatán; también tuvo influencia notoria en la arquitectura, literatura y normas sociales. Por esto siempre tuve la inquietud de registrar en un terno la evolución y adaptación del mismo hasta nuestros días.
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Fray Diego de Landa nos narra, si bien que escuetamente, las costumbres en el vestido que se encontraron los españoles. Los hombres solían cubrirse simplemente con una suerte de pantaloncillo que se formaba con una manta que se amarraba en la cintura o se sujetaba con un cinto; recurrían con frecuencia a otra manta con la cual se cubrían la espalda y que se anudaba por el frente a la altura del cuello; las mujeres sólo usaban una especie de falda y no se cubrían la parte superior del cuerpo, como ya se ha dicho esta práctica prevaleció, en los pueblos del interior del Estado, hasta bien entrado el siglo XIX; asimismo nos expone el misionero la costumbre de cubrirles la zona pudenda a las niñas con una concha sujetada con un cordel que les rodeaba la cintura. Por extraño que puede parecer la costumbre de la desnudez de la cintura para arriba no era observada en las poblaciones que eran puertos, ahí las mujeres solían cubrirse; es bien sabido que los puertos, al tener más contacto con el exterior, evolucionaban primero que las ciudades.
Más adelante notaremos como, a mediados del siglo XIX, en Campeche, las mujeres de las clases pudientes se vestían a la última moda, lo que no sucedía en Mérida. A lo que eran muy afectos los mayas, tanto hombres como mujeres, era a pintarse el cuerpo, básicamente de rojo, a limarse los dientes hasta dejárselos como una sierra, a deformarse la cabeza y procurarse estrabismo; fue causa de asombro para Don Diego el cuidado que ponían las mujeres en el arreglo del pelo y la costumbre que tenían, tanto hombres como mujeres, de bañarse, al menos, una vez al día; fue tanto el azoro del franciscano por éste sano hábito de higiene personal que hasta a él, junto con los efectos del Sol, le atribuyó el color oscuro de la piel de los mayas; por el relato de Fray Diego intuimos que lo españoles, o al menos él, no observaba la costumbre del baño diario.
Las mantas que usaban los mayas prehispánicos eran de algodón, que en aquellos tiempo se cultivaba en estas tierras; se tienen noticias que las mantas de algodón que se producían en Yucatán eran de excelente calidad, tanto que los hermanos Colón las confundieron con seda; en efecto, Cristóbal Colón y su hermano se toparon con una expedición comercial habiendo salido de las costas de Yucatán se dirigía a lo que hoy es Centroamérica, el célebre expedicionario supo que aquellas mantas, finamente elaboradas ,no eran de seda sino de suyem.
Es importante mencionar que los personajes bordados son renacidos de registros de grabados y de la fototeca Guerra, ubican la diferencia de los atuendos entre la clase dominante europeizada y la mestiza e indígena. En cada uno se aprecia en segmento socio cultural y político. Iniciando el siglo XIX se mantenía la distinción entre indios, mestizos, criollos y blancos.
La palabra mestizo, para las primeras décadas de ese siglo se refería al grupo social producto de la mezcla racial, con apellido castellano y maya. Estas categorías se mantuvieron después de la independencia aún cuando en el discurso se planteaba una sociedad jurídicamente en igualdad de derechos, es necesario reconocer que la situación política y social del mestizo había mejorado, logrando ocupar algunos puestos de importancia en el Gobierno; sin embargo, la élite blanca miraba con desprecio tales acciones y al verse desplazada buscó establecer nuevos parámetros para redefinir las fronteras entre los grupos sociales.
La indumentaria sirvió a tales fines, se mantuvo la segmentación del espacio en la plaza principal de Mérida y en la catedral, un sector para el mestizo e indígena con el traje tradicional, elemento visible de filiación étnica, otro para el grupo blanco vestido a la europea. Con esto las élites buscan establecer diferencias -imaginarios- sociales o ideológicos entre ellos y los demás miembros de la sociedad. Esto permite comprender por qué la mujer mestiza adaptó en el terno la moda europea vigente, pues por un lado permitía hacerse de los símbolos de estatus ostentados por las damas de la clase alta yucateca y mostrarlos visiblemente en la indumentaria, por otro diferenciarse de la mujer indígena.
La indumentaria que corresponde a las mujeres mestizas es el terno, semejante al hipil -asociado a la mujer indígena- pero más abundante en los bordados de punto de cruz que adornan el escote cuadrado, así como la parte inferior y el fustán. Complementan la indumentaria rosarios de filigrana de oro, así como collares o cadenas de dos vueltas y largos aretes.
La riqueza de esta indumentaria marcaba un cierto estatus al que aspiraban estas mujeres, por ello las mestizas que no tenían una buena posición económica se hacían de su indumentaria y accesorios de oro, trabajando en las casas pudientes, así lo plantea Narcisa Trujillo en Los Mestizos de Yucatán al explicar que durante el siglo XIX, las mujeres mestizas que trabajaban en las casas de los potentados, no apercibían sueldo o ganaban muy poco, en cambio se les vestía y se les compraban sus cadenas y arracadas, al casarse o dejar la casa después de varios años de servicio, se les entregaban sus joyas.
Con los cambios del siglo XIX, el mestizo se encuentra cada vez más próximo a la élite blanca en espacios públicos y relaciones de comercio y puestos de gobiernos y busca diferenciarse del indígena, copiando y aplicando pautas europeas en la indumentaria y costumbres. Durante gran parte del siglo XIX las mestizas se cubrían la cabeza con una toca bordada en punto, una manta llamada manta de Sol, totalmente blanca, con bordados blancos.
Así el terno de mestiza siguió el largo camino de la moda como hasta nuestros días, cuando las damas de sociedad usaban largas faldas, el traje era largo, cuando el primer imperio francés estrechó las faldas llamándolas de medio paso, se puede apreciar en los trajes de mestiza, y cuando en 1860 la moda europea se impuso la falda en amplio vuelo y crinolina, el terno se ensanchó. Y para finales del siglo XIX la toca fue cambiada por el rebozo de color, herencia de Santa María. El padre Landa habla de “una manta que, cuando iban en camino usaban llevar cubierta, doblada o enrollada” manta que al correr de los años daría origen al rebozo de múltiples usos, variados colores y diversas facturas. La mujer yucateca usa el rebozo pringado de Santa María.
Si estos cambios hicieron la diferencia pues al paso de cada uno fue siendo aceptado como símbolo de una clase social, por esto muchos nos inclinamos a deducir que obedece en la situación social en que encontró el sistema luego del periodo más violento de la Guerra de Castas, en 1847, por lo que la burguesía necesitó formalizar nuevas alianzas, en este caso con los mestizos y se trató de presentar a Yucatán como una sociedad mestiza, quedando la figura del indio relegada. Pero aún hay mucho hilo para bordar cambios y merece la pena echar tinta mencionar que los cambios al terno no concluyen con el siglo XIX, ya que al inicio del XX se abandona el uso de la cintura ceñida, prevaleciendo el corte ancho y holgado, paralelo estaba a la época de hacendados henequeneros y comerciantes y así inicia una moda de jubón más angosto, cuello más alto y pequeño al nivel del busto y muy estilizado. Acortó su largo y le guiño el ojo a las fibras de raso o brocado, metalizó sus encajes traídos de Europa, y acompañó su jarana con zapatillas blancas de traba y medias blancas al estilo charleston.
Podemos tener acceso a las fotos de Alma Reed, cuando Felipe Carrillo Puerto le obsequió un terno justo en los años de la influencia de nouveau y sus líneas son sobrias.
O escuchamos de voz en voz anécdotas de que la emperatriz Carlota cuando entró a Yucatán por el puerto de Sisal el 22 de noviembre de 1865 y las damas de sociedad le regalaron un terno que ella usó con corsé.
El terno y el hipil en la época del presidente Luis Echeverría y ante la explotación de Quintana Roo, tomó auge y color, se hizo breve y corto por la influencia de la mini falda, y se vendía entre el sector turístico como el minihipil.
Las damas de la sociedad lo prefieren en colores tenues y bordados a mano de hilo contado y lo usan para dormir. Eran los años 1980 al 2000.
Actualmente el huipil de cualquier etnia siempre será elegido por el sector que desea vestir contracultura. No el realizado en maquiladoras sino directamente de las manos artesanas. Mi clientela son investigadoras, antropólogas, artistas y personas que se inclinan más por valorar lo que es único.
Ante la presencia de pobladores de diferentes lugares de la República y de extranjeros que los portan con gusto, la sociedad fijó la mirada al atuendo yucateco y así hoy hacen encuentros, como los de hace muchos años la clase pudiente vestida con ternos para congratularse con esa población mayoritaria, hoy podemos mirar la variedad y color de los ternos en eventos muy bien logrados por el diseñador David Salomón con la intensión de no dejar de usar el terno y reunir damas de varios sectores socioeconómicos en un magno desayuno.
Pero ese rectángulo blanco llamado hipil o terno continua teniendo cambios que no necesariamente son para embellecerlo y hacerlo cómodo al paso, la antropóloga y amiga Silvia Terán, estudiosa de los textiles, a la cual le estoy muy agradecida por su conocimiento y opinión, menciona que lo importante del terno y del hipil es que no deje de ser usado.
Yo sufrí al ver a Lila Down cantando en la Plaza Grande en 2015 portando únicamente el hipil y jubón, sin el fustán. Pero de alguna forma le di la razón, por lo grotesco del jubón que atropella la cenefa del vestido, ya no había forma de bailar con el fustán, y eligió usar únicamente dos partes del terno (jubón y huipil) seguramente para poder moverse en el escenario. Le doy la razón.
Hay etnias que no permitirían esto sin por lo menos dar una nota impresa reclamando la dignidad de la prenda. Por esto apreciaríamos algunas que trabajamos en el textil la defensa de nuestro terno, y sabiendo que éste seguirá con cambios como los narrados en esta investigación, que sean para hacerlo portable y no transformarlo en un disfraz vulgar y de mal gusto que en la mayoría de estos grotescos diseños de guacamayas y loros gigantes y vírgenes de Guadalupe de baja confección artesanal, mientras van exacerbando sus líneas y dimensiones hasta hacerlo verdaderamente incómodo.
Esta obra (modelada en el Museo Regional de Antropología e Historia Palacio Cantón por la artista Analie Gómez para la cámara de Michael Covián), entre puntadas habla con imágenes de esta evolución e implícitamente de la fortaleza de la mujer maya o cualquier mujer que elija portar un terno, lo digno de nuestra cultura textil y su raíz, la urgencia de ser rescatada de distorsiones.
Como comentario en los grabados textiles que conforman esta obra, están los atuendos que se usaban antes de la guayabera a modo de filipina, que es la pieza original que acompañó las galas y los trajes de trabajo, el mandil de cotín y las camisetas sin cuello y hasta ciertos taparrabos.
Como dije y repito, el rebozo como tal lo conocemos, fue la adopción de los bellísimos Rebozos de Santa María que antes únicamente se usaban por color marrón de jaspe. La intervención de rebozos de colores es una novedad muy hermosa que enfatiza los colores de los bordados.
Esta opinión sobre el terno no tiene nada qué ver con la moda comercial que elabora a manera de top o blusa corta bellísimos jubones coloridos de hermosos encajes, aprecio muchísimo la aplicación de bordados que intervienen acertadamente guayaberas, acentúan vestidos oportunamente con bordados en las prendas contemporáneas. El bordado según el diccionario de la Real Academia es “embellecer” la superficie de una tela y llegar a muchas tramas y urdimbres. La creatividad de los diseñadores actuales, abiertos a lo artesanal, casi siempre es un regalo a los ojos, una forma de dar trabajo e innovar la moda y sus mercados, lo celebro. Y algunos diseñadores responsable y estudiosos han interpretado, además de lo evidente como flores y animales, símbolos geométricos, árboles, estrellas, los cuatro rumbos del universo, la familia compuesta por hombres, mujeres y niños pequeños, variando los diseños en cada región. Por lo que es muy importante conocer la procedencia del dibujo bordado así como describir la técnica.
Pero al terno, ese rectángulo de cuello cuadrado de tres piezas hay que respetarlo ya que documenta nuestra etnia.
Pero es únicamente mi opinión.
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LV