Apuntes sobre el Ulises de James Joyce
David Marín
PRIMERA PARTE
Según cuenta Richard Ellmann en su biografía, la primera palpitación del Ulises fue pensada por James Joyce como otro cuento para el libro de Dublineses. En una carta dirigida a su hermano Stanislaus, dijo que sería un cuento protagonizado por un judío afable de clase media cuya esposa lo engaña. De igual modo, la acción del personaje se desarrollaría desde el momento de su despertar por la mañana hasta el momento de acostarse en su cama por la noche. Un cuento que contase todo un día en Dublín. Años después, en Trieste, tras la publicación de Retrato del artista adolescente; ese judío afable se convertiría poco a poco en Leopold Bloom, uno de los tres protagonistas de la novela.
¿Qué podemos decir del Ulises? ¿Cómo podemos empezar a abrirnos paso dentro de su laberinto? Según los esquemas que siempre proporciona la crítica, la novela forma parte de la corriente estética del modernismo. Una corriente de principios del siglo XX que se propuso llevar al límite los valores ya anquilosados de la novela romántica, decimonónica y lírica. Los escritores de la generación de James Joyce, que nacieron a finales del siglo XIX, comenzaron a cuestionarse de forma cada vez más seria los preceptos políticos, religiosos y estéticos. Un escepticismo que estuvo acompañado por múltiples factores sociales. Gracias a la Revolución Industrial, comenzó a difuminarse la separación categórica entre el mundo rural y el mundo urbano. Las grandes capitales comenzaron a formarse. Por lo tanto, las ciudades, sin importar que seguían siendo gobernadas por ciertas tradiciones, también comenzaron a convertirse en territorios complejos, múltiples y heterodoxos.
Siguiendo la estela de la crítica, uno de los principales preceptos del modernismo se basa en los siguientes puntos:
a) La preponderancia de la mirada subjetiva por parte de la objetiva.
b) La ironía por encima de la solemnidad.
c) La desacralización religiosa, política y moral.
d) La multiplicidad de técnicas literarias para tratar de aprehender un fenómeno siempre móvil como la realidad.
Retomando los puntos ya expuestos, también podemos decir que la poética modernista se apoya en el lenguaje mimético de Flaubert, Dostoievski y Zolá, pero al mismo tiempo trata de ir más allá. Al contrario, los modernistas, comienzan a cuestionarse por vez primera sobre el valor representacional del lenguaje. Una crítica filosófica donde la unicidad de las palabras tiende a fragmentarse. Se preguntan: ¿Existe una correspondencia constitutiva entre las palabras y las cosas? ¿Las palabras albergan la verdad? ¿Las palabras son moldes exactos de las cosas? ¿Existe el equívoco dentro de la representación? Más allá de que parece que nunca existió un vínculo entre la filosofía de Ludwig Wittgenstein y James Joyce; dentro del Ulises parece revolotear uno de los tópicos principales del Tractatus Lógico-Philophicus. ¿Cuál es el límite del lenguaje? ¿Hasta qué grado las palabras pueden aprehender el mundo circundante y significarlo? Por lo tanto, siguiendo esta premisa, podemos aventurar que Joyce quiso representar el cuerpo atribulado de Dublín no por medio de una concepción estable de la lengua, sino por medio de la dislocación y aceleración de las palabras.
Sin embargo, antes de meternos de lleno y perdernos en su laberinto, cabe reflexionar un poco sobre la naturaleza del título. Ulises. ¿Quién es Ulises? Un héroe mítico, pero también la traducción romana de Odiseo. ¿Por qué Joyce le puso Ulises a su novela en lugar de Odiseo? Joyce, siempre preocupado por los detalles, quizá quiso demostrar desde el principio la naturaleza cómicamente espuria de sus personajes. Una pequeña pista para anunciarnos la clase de características que tendrían sus protagonistas. Pero retomando la reflexión inicial, Ulises no es cualquier héroe mítico. Al contrario, Ulises podría considerase como el último héroe mitológico o el primer héroe cuya heroicidad radica en burlarse de los dioses. ¿A qué nos referimos con ello? Ulises no se parece en lo absoluto a Aquiles. La maestría de Ulises no se basa en su capacidad física militar, corporal, sino en su capacidad de simulación. ¿Qué es el simulacro? Una ironía de la realidad. Sin embargo, para Ulises, no existe una diferencia significativa entre la realidad de los dioses y la realidad de los hombres. O, por el contrario, Ulises, gracias a su frío distanciamiento abstracto, es capaz de encontrar puntos de quiebre dentro del manto epifánico y a partir de esos agujeros engañar a los hombres y a los dioses. Recordemos que gracias a su inventiva se crea El caballo de Troya y se disfraza de viejo para matar a los pretendientes de Penélope, su esposa. No por nada autores como Roberto Calasso, Theodor Adorno y Max Horkheimer vieron en la figura de Ulises la génesis del pensamiento racional, así como la crítica hacia el mundo mitológico.
Por lo tanto, ¿cuál es la relación entre el Ulises de Homero y el Ulises de Joyce? Antes que nada, debemos decir que la relación que tiene Joyce con Odisea es particular. Joyce, sin importar que desde su infancia mostró un gran interés por la literatura, la gramática y las lenguas extranjeras, nunca aprendió griego. Fue un hombre y escritor políglota que hablaba con fluidez cinco lenguas, pero nunca, sin importar los consejos de su padre, aprendió griego clásico. Su primer y más importante acercamiento al mito homérico fue una adaptación juvenil hecha por Charles Lamb titulada Las aventuras de Ulises. Luego, ya en su adultez, leyendo estudios sobre la obra de Homero, descubrió una teoría donde se postulaba que la raíz del mito homérico no era precisamente griega, sino que tenía una profunda dimensión hebrea. James Joyce, el cual toda su vida estuvo obsesionado con la cultura irlandesa, también estaba muy interesado por la cultura judía. Según Joyce, sólo existían dos grandes sistemas de pensamiento en Occidente: el griego y el judío. Por un lado, el sistema griego representaba el espíritu matemático, frío, lógico; mientras que el sistema judío representaba la turbulencia, el misticismo y la adicción al pensamiento asociativo.
Desde la escritura de Retrato del artista adolescente, Joyce estaba obsesionado con la idea de escribir una historia donde se correspondiera el tiempo mítico y el tiempo moderno. No una historia cronológica-lineal que describiera el desarrollo del pensamiento occidental; sino una historia ubicada en la actualidad, pero que al mismo tiempo gozara de una dimensión mitológica. Por lo tanto, a partir de esta necesidad, Joyce llegó a la conclusión de que su novela Ulises sería una versión moderna del mito homérico. No una simple extrapolación, sino un tributo exaltado, desacralizador, pagano, lírico y vulgar. Al contrario de los epítetos más famosos que se le atribuyen al héroe mítico, Joyce estaba obsesionado con la figura de Ulises ya que éste no sólo había salido victorioso de la guerra de Troya, sino que también era capaz de escuchar a los dioses, tener sexo con ellos, engañarlos y al mismo tiempo tener una esposa e hijos. Este detalle, el cual puede parecer menor, incluso trivial, no lo era en la mente del escritor.
James Joyce, el cual le gustaba pulir el filo de su genialidad en la mente rocosa de los demás; aprovechaba el interés de sus amigos para preguntarles qué personaje de la historia se acercaba a la grandiosidad de Ulises. Uno de ellos, Frank Budgen, pintor; le dijo que el personaje de Cristo estaba por encima de Ulises. Según cuenta Richard Ellmann, Joyce se giró con sus ojos miopes y dijo: “Para nada. Cristo nunca estuvo casado. No existe mayor prueba para un hombre que vivir con una mujer”.
Sin embargo, más allá de la posible interpretación mitográfica donde el lector busca desesperadamente los paralelismos entre el relato mítico y el relato moderno; cabe tener en cuenta una declaración de Joyce al respecto. Él decía: “La Odisea es mi sistema de trabajo”. Como bien lo postula Ricardo Piglia en El último lector, debemos comprender La Odisea de Homero como un diagrama de flujo y un mapa de contención que usó Joyce a lo largo de siete años para darle forma a su novela. Es decir, la obra de Homero juega un papel intersticial que Joyce supo explotar tanto a nivel técnico para sí mismo como a nivel comercial para vender la novela en su momento. ¿A qué nos referimos? Es una guía y una trampa al mismo tiempo. Como lo postula Piglia, La Odisea debe entenderse en relación al Ulises como los moldes que utilizan los escultores para darle forma a la obra original y luego la estructura se quita para develar el resultado. Es decir, más un andamiaje para el escritor que una guía exegética para el lector.
El Ulises es una novela que está dividida en 18 capítulos, los cuales a su vez están ordenados dentro de tres grandes secciones. La primera (La Telemaquiada) está compuesta por los tres primeros capítulos donde el protagonista es Stephen Dedalus saliendo de la Torre Martello y reflexionando a orillas del mar. La segunda sección (La Odisea) está compuesta por los siguientes 12 capítulos y está protagonizado por Leopold Bloom. La tercera y última sección (El Nostos) está compuesta por los tres últimos capítulos y en ellos por fin se juntan y dialogan dos de los protagonistas de la novela. El Nostos, según la poética griega, hace alusión a un género donde los héroes regresan a casa por mar. Sin embargo, la trascendencia total del libro (una proeza verbal, cognitiva y estética todavía no superada) se basa en la estructura de cada capítulo.
Joyce no sólo utilizó como modelo de trabajo la historia de la Odisea, sino que se apoyó en el contenido de cada uno de sus capítulos (cantos, rapsodas) para darle un sentido simbólico a cada uno de los suyos. Sin embargo, la novela no es un simple tributo modernista; sino que en realidad Joyce se apoyó en la estructura de la Odisea para llevar a cabo un proyecto más original. En lugar de narrar una historia de sus personajes a lo largo de décadas como Homero, sintetiza toda la épica en un solo día: el 16 de junio de 1904. Una fecha importante dentro de la biografía del autor ya que fue el día en que salió por vez primera con Nora Barnacle, mujer que posteriormente sería su pareja y muchos años después su esposa. Pero la trama no se limita a narrar las aventuras de sus personajes, sino que en realidad el protagonista es la lengua inglesa y toda la literatura que ha surgido a partir de su sistema de significación.
Meses después de la publicación del Ulises en París, cuando todo el mundo hablaba de él y trataba de entenderlo; James Joyce, tras la petición de sus amigos y traductores, proporcionó el modelo de trabajo que había usado durante los siete años que le costó escribir la novela. Fue una revelación. Debe recordarse que la edición original en inglés no estaba dividida en capítulos y tampoco estaba señalada por secciones ni nombres. Sólo muchos años después, tras la muerte de Joyce, algunas ediciones comenzaron a circular con la división que actualmente se conoce. Lo que mostró el autor fue una tabla perfectamente organizada que contenía todas las claves técnicas que poseía cada uno de sus capítulos.
¿Cómo funciona? Joyce organizó cada episodio del Ulises a partir de una escena, hora, órgano corporal, color, arte, símbolo y técnica. Ya que es la historia de un solo día esta forzosamente debe representarse de un modo distinto. Por lo tanto, según Joyce, su Ulises no es en realidad una versión moderna de la Odisea, sino que es la historia enciclopédica del cuerpo humano. ¿A qué se refiere con ello? Los personajes no pueden pensar, sentir y obrar de la misma manera a la hora del desayuno que a la hora después de la comida. Dentro de la poética de Joyce, es un absurdo que un escritor use el mismo marco retórico y la misma técnica narrativa para describir la escena de un desayuno que la escena de una esposa cometiendo adulterio. Es decir, Joyce, aun a pesar de que en vida siempre renegó la influencia de Freud en su trabajo; su sistema de escritura está muy cercano a la técnica de la asociación libre del psicoanálisis. Es decir, tanto para Joyce como para Freud, el cuerpo y la mente humana no son entelequias rígidas que aprehenden las experiencias diarias de la misma manera; sino que son manifestaciones complejas que tienden a establecer diferentes relaciones con el mundo sin importar que todo parezca igual. Pero más allá de las tribulaciones cognitivo metafísicas, una de las preguntas esenciales que Joyce se formuló para articular su novela fue la siguiente: ¿Cómo funciona el sistema nervioso visceral? ¿Cómo se comportan las entrañas en determinada clase de situaciones? ¿Cómo las entrañas, vísceras y humores condicionan el devenir de los actos?
Respecto a su tabla organizativa, veamos un ejemplo:
Capítulo 4. Nombre: Calipso. Escena: la casa. Hora: 8:00 AM. Órgano corporal: el riñón. Arte: Economía. Símbolo: Ninfa. Técnica literaria: Narrativa naturalista.
Sin embargo, antes de seguir reflexionando sobre los aspectos técnicos de la novela, presentemos y analicemos a los protagonistas.