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Cultura

Unicornio Por Esto: Visibilidad de la mujer maya

La investigadora Georgina Rosado recuerda que es necesario el reconocimiento de las mujeres de los pueblos originarios que han jugado un papel trascendental en la historia del estado de Yucatán
La autora apunta que urge "visibilizar a las mujeres indígenas
La autora apunta que urge "visibilizar a las mujeres indígenas

Labor titánica ha sido visibilizar el importante papel de las mujeres en la historia nacional. Algunas grandes figuras yucatecas como Rita Cetina y Elvia Carrillo apenas empiezan a ser nombradas, conocidas y reconocidas por sus importantes contribuciones, no sólo en la lucha por nuestros derechos, sino también en la construcción de la patria y de un mundo donde todos y todas tengamos garantizados nuestros derechos humanos y el acceso a la justicia social. Faltan muchas más por ser reconocidas y si bien, gracias al movimiento feminista, hemos avanzado en la consecución de algunos derechos, se mantienen brechas de género en las esferas económica y política, la violencia contra nuestro género no ha disminuido, más bien aumenta.

Pero como he dicho en numerosas ocasiones, si bien las mujeres blancas y mestizas la hemos tenido difícil, ni qué decir de aquellas que han sufrido por siglos triple dominación: por ser mujeres, indígenas y trabajadoras. Pese a ello, han contribuido a la construcción de lo que hoy es México, no sólo con su rico material genético, sino también con sus conocimientos, valores y saberes de los que hoy somos herederas la mayoría de las mexicanas y mexicanos.

Urge por lo tanto dos cosas: visibilizar a las mujeres indígenas, en este caso a las mayas, por su papel trascendental en los acontecimientos más relevantes que marcan nuestra historia. Es importante conocer sus nombres, dónde estuvieron, lo que aportaron a su etnia y a toda la sociedad, no sólo para darles el lugar que merecen y romper con la versión etnocéntrica, androcéntrica, con la que se ha escrito la historia y que se ha impuesto a la sociedad, sino algo aún más importante que eso: para dar ejemplos que alimenten una identidad positiva a las mujeres mayas de hoy, que les permita enfrentar la discriminación y violencia que sufren en todos los espacios.

No faltarán aquellos que se empeñan en negar sus existencias o les resten importancia a sus valiosas aportaciones, como sucedió cuando intentamos reivindicar la figura de la Santa Patrona y reina de los mayas cruzo’ob, María Uicab, quien gobernó a partir de 1863 el territorio de lo que hoy es Quintana Roo. Primero, Landy Santana y la que escribe, en el año 2005 con nuestro libro “Género y poder entre los mayas rebeldes”, y después en el 2020 con Carlos Chablé, al editar la novela histórica “En busca de María Uicab”. Sucedió que diversas voces provenientes de integrantes de la academia, de instituciones públicas, incluso de hombres pertenecientes a organizaciones indígenas intentaron negar la relevancia de esta emblemática mujer maya.

Pero debo decir felizmente que, gracias a la extensa documentación recabada, anexada a nuestros libros y presentada a comisiones de trabajo legislativo del Congreso de Quintana Roo, tales como: informes civiles y militares, cartas emitidas durante la guerra por los destacados líderes cruzo’ob Bonifacio Novelo, Crescencio Poot y Bernardino Cen; periódicos de la época y las grabaciones realizadas durante entrevistas a sacerdotes mayas que nos compartieron sus conocimientos. Hoy, la figura de María Uicab es un emblema de lucha para muchas colectivas feministas y su nombre fue colocado con letras doradas en el recinto legislativo del vecino estado.

Por supuesto, María Uicab no es un caso aislado, la acompañan otras muchas mujeres mayas como Felipa Poot Tzuk, quien lideró la Liga feminista socialista Rita Cetina en Kinchil, durante el gobierno socialista de los Carrillo Puerto (Felipe y Elvia), luchó contra la esclavitud y por los derechos de las mujeres mayas. A esta importante luchadora social maya la conocemos gracias al trabajo pionero de Jesús Solís Alpuche, y por supuesto de mi admirada amiga Socorro Chablé, quien ha aportado una visión novedosa sobre la vida de esta emblemática mujer.

Hay otras mujeres que, aunque no son nombradas como mayas, tienen características que las vinculan a esta etnia, entre ellas Rosa Torre, primera regidora de todo México, quien desempeñó un papel relevante en nuestra historia, como bien lo demuestran los estudios realizados por Antonio Escalante, dedicado desde hace varios años, a tratar de reivindicar a esta gran luchadora social.

Es importante mencionar a mujeres más contemporáneas, como doña Araceli Cab Cumí de Maxcanú, primera mujer maya en ser diputada y quien ha sido merecedora del mérito Consuelo Zavala por sus aportaciones a la mujer indígena. Pero faltan muchísimas más, que han sido ignoradas en nuestra historia y que urge visibilizar y reconocer.

Lo segundo, es hablar de las mujeres mayas actuales y de la lucha que están dando en diferentes espacios para ser reconocidas, a pesar de la discriminación que sufren y las condiciones en las que sobrevive su etnia, donde el despojo de su territorio, sus recursos naturales y la apropiación de sus saberes para fines comerciales que poco o nada les beneficia, sigue siendo una constante.

En este sexenio, denominado del Renacimiento Maya, ¿dónde están ellas? las verdaderas, no las disfrazadas para suplantarlas. Es preciso reconocer a Neyda Pat, legítima defensora de los derechos de su etnia, quien fue, hasta hace poco, la primera mujer maya en ser presidenta de la Mesa Directiva del Congreso en Yucatán. Por supuesto, a María Elisa Chavarrea Chim, poeta, antropóloga y actualmente directora de patrimonio cultural en Sedeculta; a Fernanda Camacho quien trabaja, en esa misma institución, a favor de la igualdad de género en la cultura y los medios audiovisuales, y a la reconocida literata, también defensora de su etnia, Sasil Sánchez Chan. Imposible no mencionar a la dramaturga Socorro Loeza, quien fue merecedora de la Medalla Yucatán en el 2024. Así como también destacar a Bertha Pech, integrante de la Asamblea Consultiva del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).

Es importante también mencionar a quienes luchan dentro de los partidos políticos y que se han destacado dentro de la gestión pública, como mi querida amiga Abigail Uc, y a las que trabajan organizadas en colectivas para defender nuestros derechos, como María Candelaria May. A las poetas, las cantantes, las artistas visuales y las artesanas, entre otras, disculpen por no nombrarlas a todas por sus nombres.

Sin embargo, si hacemos cuentas, aún son minoría las que gozan de reconocimiento y a las que se les permite ocupar espacios relevantes en las instituciones. Debieran ser más, muchas más, en un estado y una península que se precia de ser depositaria de la gran cultura maya, donde los hombres y mujeres de esta etnia son los legítimos propietarios de este territorio.

Junto con lo anterior, nuevamente insisto en señalar la necesidad de políticas públicas con perspectiva de género, pero también con pertinencia cultural, es decir, que no sean elaboradas siguiendo modelos pensados para mujeres blancas o mestizas citadinas, que ellas, las mujeres mayas, participen activamente en la formulación de dichas políticas, es decir, dejarlas de tratar como objetos para reconocer que son depositarias de grandes conocimientos y valores. Hay que conocer la cultura maya a fondo, así como las bases de la estructura social de sus comunidades, antes de diseñar cualquier estrategia o política pública que las involucre. Y quién mejor que ellas mismas, las mujeres mayas, para su diseño e implementación.

Pero, por supuesto, si algo distingue a las mujeres mayas es su participación en sus comunidades y al frente de sus familias, por lo tanto, pensar en ellas implica necesariamente considerar a sus pueblos de origen. Sin territorio no hay cultura que pueda permanecer, por más que nos esforcemos en promover el idioma, algunos de sus productos como tejidos, bordados, artesanías y demás, o las grandes ciudades antiguas (sitios arqueológicos) que construyeron sus ancestros. Mientras las mega granjas porcinas, los desarrollos inmobiliarios que invaden sus comunidades y los turísticos en las costas, sigan contaminando cenotes y mares, mientras los especuladores roben sus tierras, o se siga explotando su fuerza de trabajo con salarios míseros o pagando precios bajos por sus productos agrícolas y artesanales, ningún cambio será trascendental y las mujeres mayas seguirán sufriendo pobreza y desigualdad.

En conclusión, este año dedicado a la mujer indígena, según decreto de la primera Presidenta de México y que el gobierno estatal presentó el Plan; Renacimiento Maya, debemos preguntarnos dónde están y cómo se encuentran ellas, las mujeres mayas, qué se está haciendo para revertir siglos de dominio y discriminación, para darles el lugar que se merecen a las legítimas dueñas de este territorio. Quizá un buen gesto para demostrar que la visión de los gobiernos sobre ellas ha cambiado sería quitar el monumento de los genocidas Montejo, enterradores de mujeres indígenas, y levantar otro en su lugar, el de una mujer maya emblemática. ¡María Uicab vive! ¡Felipa Poot vive! Están en nuestra memoria y su lucha continúa.

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