Gabriel Zapata Bello
Cuando se inauguró en febrero de 1939 el Estadio Salvador Alvarado –el cual se construyó en un tiempo de 10 meses-, contaba con dos memorables columnas que durante muchas décadas lucieron erguidas en la parte norte del campo deportivo. Las columnas del Estadio sirvieron como puerta de entrada triunfal al ganador del maratón inaugural del inmueble, el carbonero espiteño Eutimio López hace 80 años y así se preservaron; sin embargo, nunca se volvió a celebrar un maratón en el Estadio.
El estilo arquitectónico de ese par de columnas se denomina toscano; la característica de la columna toscana, a diferencia de la dórica griega, es que se apoya sobre una base, el fuste es de sección circular y liso y remata en la parte de arriba con un capitel. Otro estadio de la época posrevolucionaria, el Estadio Heriberto Jara de Jalapa, Veracruz, edificado en 1925, cuenta con 10 columnas pero de arquitectura dórica, de 7 metros de altura, todas con esculturas helénicas en su cima que emulan a la antigua Grecia , pero su función es absolutamente recreativa para la vista.
Recordamos esos pilares porque nos permitían a los niños y jóvenes que las conocimos, darles usos diversos de acuerdo a nuestras intenciones deportivas: servían de porterías en algún juego de mete-gol, a veces eran vestuarios o guardarropas para dejar nuestras prendas mientras jugábamos, eran también punto de referencia en donde nuestros maestros o entrenadores nos citaban o bien, cuando después de la práctica o partido, tomábamos un descanso sentados en las bases de las columnas. Pero lo más importante de la existencia de dichas columnas era que respetaban el canon olímpico clásico del inmueble.
Entre 1978 y 1979 esas pilastras fueron demolidas lamentablemente y existen dos versiones sobre la justificación de la desaparición de dichos monumentos; la primera es de orden deportivo, ya que la supresión de dichas columnas permitió librar las praderas de los campos de béisbol infantil y de softbol que existen en las esquinas norte del campo deportivo, uno junto al frontón y el otro en la esquina de la calle 60.
La otra razón de la demolición de las pilastras es del orden ideológico. Nos cuentan que el entonces titular de la Secretaría de Educación estatal en ese entonces, de la cual dependía la administración del Estadio, no simpatizaba con dichas columnas ya que se asemejaban a las columnas o falanges romanas que inspiraron a los fascistas italianos y alemanes en los años veinte y treinta para diseñar sus símbolos y escudos políticos. Por tal razón, se dice, giró instrucciones para demoler los soportes de la única puerta del maratón olímpico que existía en Yucatán.
¿Había razones para darle una significancia ideológica o política a las columnas del Salvador Alvarado? Lo anterior es erróneo, ya que las crónicas y la hemerografía existente sobre la construcción y los propósitos del inmueble señalan que eran meramente deportivos y de tipo social, todo lo contrario al fascismo, aunque no hay que negar de la existencia de simpatizantes de dicho movimiento político en Yucatán1, como el Grupo de camisas negras del Partido Fascista, sección Mérida fundado el 28 de octubre de 1928.
En las diversas remodelaciones que se han hecho al más importante campo deportivo yucateco nunca se ha considerado recuperar esas pilastras históricas. Para evitar demoliciones y rediseños que atiendan a gustos y caprichos ideológicos o políticos (como actualmente que se están pintando del color de un partido político las gradas de los campos de béisbol y softbol del estadio) deberá gestionarse una declaratoria del Estadio Salvador Alvarado como monumento o patrimonio histórico del Estado.
A diferencia del Salvador Alvarado, el estadio jalapeño Heriberto Jara, el más antiguo de México, ha sido declarado monumento histórico por las autoridades municipales y estatales de Veracruz desde 2017, por lo que se preservará como una de las joyas arquitectónicas en materia deportiva más importantes del país.
1 Diario de Yucatán, Aniversario Fascista, 4 de septiembre de 1928, p. 6.