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Polvo de Estrellas

Gabriel Zapata Bello

A finales de febrero de 1929 visitó Yucatán un equipo de beisbol de Nueva Orleans que sostuvo algunos encuentros de buena voluntad con novenas de Mérida y del puerto de Progreso. Entre sus jugadores venía Ron Renderle quien se desempeñaba como guardián de la pradera derecha (right fielder) con la particularidad de que Renderle carecía del brazo izquierdo, por lo que despertó una gran curiosidad entre los fanáticos yucatecos verlo jugar. Usaba su guante en la mano derecha y cuando atrapaba una pelota, en un rápido movimiento de desprendía de la manopla y sin dejar caer la esféride la lanzaba a alguno de sus compañeros de equipo. Pero su mayor atractivo era cuando entraba al cajón de bateo y aún cuando solo sujetaba el bate con una mano, era un hábil chocador de bola y era rapidísimo en los senderos.

En un enfrentamiento contra el equipo de la Escuela Modelo, cuando se jugaba la sexta entrada, lanzaba por los modelistas Eduardo Colomé y tocó su turno de batear a Renderle, quien se había embasado con boleto gratuito en sus dos turnos anteriores y además se había robado la segunda base en ambas ocasiones. Al verlo en el cajón, el camarero Loch Ponce se acercó al pitcher Colomé y le dijo: ”Ten cuidado con el manquito” a lo que el lanzador le respondió : “Hasta a los mochos les tienes miedo” . Enseguida, al primer envío a la goma, Renderle le atizó a la esféride sonora línea que se alojó en el rincón del jardín derecho para que el manquito llegara feliz a la antesala con un triple. Loch Ponce fue a la loma enfurecido y sacudió de la franela a Colomé quien apenado trató de calmarlo diciéndole: “Pobre manquito, ten compasión de él”, mientras Sansón Novelo se revolcaba de la risa en las paradas cortas1.

Pero no sólo en los diamantes dejaría constancia de su calidad deportiva Renderle; enterados los basquetbolistas locales del Instituto Literario del Estado de la presencia de los gringuitos, los retaron a dos encuentros de baloncesto para medir fuerzas con los originarios del país en que surgió el deporte de las canastas. El Instituto era el campéon del estado por siete ocasiones seguidas y contaba entre sus filas con el “Dzol” Peraza, Jaime Ruiz, “Cuxo” Franco, Raymundo Torres, Gilberto Osalde y René González, entre otros.

Los de Nueva Orleans no rehuyeron a la contienda y obtuvieron sendas victorias en la cancha del Instituto Literario por 29-26 y 38-162, sin que Renderle desentonase, ya que encestó 4 y 6 puntos respectivamente en cada juego. La prensa deportiva local y la afición impusieron a Renderle, por sus actuaciones extrovertidas y sin desparpajo, el mote de “El manco glorioso”.

Ron Renderle dejó así constancia de que en el deporte , como en la vida , no hay impedimentos si se trata de seguir un sueño.

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