Por Ele Carfelo
Al concluir la Feria de “San Fermín” en España, cerrándose la primera mitad de la Temporada Taurina Española, nos sentamos a “redrojear” nuestra biblioteca taurina, y encontramos en una revista “La Lidia”, del año de 1942, una crónica del cronista taurino yucateco, Roque Armando Sosa Ferreiro “Don Tancredo”, de una de las corridas inolvidables grabadas con letras de oro en la historia de la tauromaquia mexicana, acontecida en la Plaza de Toros “El Toreo”, cuando estuvo edificada en la colonia Condesa en la ciudad de México, plaza que fue demolida al construirse la Monumental Plaza “México”, la más grande del mundo, pero que se reconstruyó y funcionó en otra época en la misma ciudad, pero en terrenos del Estado de México, en la Glorieta de “Cuatro Caminos”, en la salida de la carretera hacia Querétaro, pero que también fue demolida apenas el año pasado, para edificar un enorme centro comercial.
La corrida a la que me refiero, se celebró en la Temporada 1942-1943 en sus comienzos, en un cartel en que recibía la alternativa el novillero Antonio Velázquez, quien algunos años después llegaría a ser “Figura del Toreo” mexicano, pero que en esta corrida sólo tuvo una actuación bastante modesta, al cortarle una oreja al primer toro de la tarde, que pertenecía a un encierro de una ganadería, que en ese entonces, era una de las ganaderías de excelencia del campo bravo mexicano, junto con “San Mateo”, “Torrecilla”, “Piedras Negras” y algunas más: “PASTEJE”, que pertenecía a Don Ignacio Iturbide, y que años después perteneció a otro gran torero, CARLOS ARRUZA, cuya familia al fallecer “El Ciclón”, vendió la propiedad a otra famosa familia, más aficionado al BEISBOL, y allí se instaló una famosa “ACADEMIA BEISBOLISTICA”. Pero en la historia taurina nacional, esta ganadería, “PASTEJE”, pasó precisamente a la historia, por este encierro al que nos referimos hoy en la columna, pues entre sus pupilos estaban dos toros, que en el sorteo, cayeron en manos de dos grandes toreros, quienes en esos días eran las dos máximas “figuras” del toreo mexicano: el saltillense Fermín Espinosa “Armillita”, quien concedería la alternativa de matador al joven Velásquez, en cuyas manos cayó “CLARINERO” uno de los toros más bravos que salieron por la puerta de toriles de “El Toreo”, y el toro “TANGUITO” uno de los de mayor nobleza, que fue estoqueado por el texcocano Silverio Pérez.
“Clarinero” salió en CUARTO turno, y “Tanguito” en el lugar del honor, en QUINTO sitio, y las faenas que estos dos gigantes del toreo instrumentaron a estos soberbios ejemplares, estuvieron en los comentarios de los aficionados y los críticos mexicanos de muchos años subsiguientes al acontecimiento, catalogadas como las mejores que se vieron en “El Toreo” durante su existencia.
“Armillita” vistió esa tarde, precioso terno rosa y oro, y la faena, ya que “Clarinero” fue un toro de gran bravura, se caracterizó por la maestría, y la mayor parte de los lances muleteriles fueron en redondo, al natural, por el lado del pitón izquierdo, que maravillaron al público de “El Toreo”, así como la soberbia estocada que la coronó.
Silverio Pérez vistió un raro terno de seda blanca con bordados azabache, y al tener enfrente a un toro de bandera de nobleza excepcional, bordó una faena mezcla de arte y dramatismo, del típico estilo del toreo mexicano, que desgarró las gargantas de los espectadores, como nunca había visto, pidiendo el premio de las orejas y el rabo del noble burel.
El que esto escribe, apenas contaba con DIEZ años de edad, cuando esto sucedió, pero tuve la oportunidad de oír los comentarios de algunos aficionados que lo presenciaron, especialmente del gran cronista y narrador taurino “PEPE ALAMEDA”. Realmente fue un gran acontecimiento… la historia no miente.