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Enorme lección de torería de Uriel Moreno “El Zapata” / Pese a que el Juez Zapata le negó el apéndice, los consagratorios gritos de ¡Torero, Torero! rubricaron dos clamorosas vueltas tras su sensacional actuación frente ESCRITOR / Discreta labor de Leo Valadez / A caballo, Andy Cartagena lució su dominio y espectacularidad / De excelente presentación y variado juego los de José Julián Llaguno

Por Jorge Canto Alcocer

La Fiesta de los Toros es un espectáculo, un arte, un drama, que llega a su cenit en contadas ocasiones. Una de ellas ocurre cuando el hombre que viste el traje de luces se olvida de su cuerpo y de sus límites humanos para lograr proezas sobrenaturales, ilógicas, irracionales, incomprensibles… Ello fue lo que se vivió en La Mérida este domingo de aniversario, cuando Uriel Moreno “El Zapata”, prácticamente inconsciente tras ser brutalmente cogido y apaleado por ESCRITOR, su segundo enemigo, se puso en pie, terminó de cualquier manera su tercio de banderillas –el público le pidió que no lo hiciera, ante su notable incapacidad física tras el percance, pero el torero actuó hasta el final como un poseso- y luego, con la muleta en la derecha, cuajó muletazos largos, templados, deletreados, con un aguante inverosímil, sacando los pases, no de la escasa bravura del morlaco, sino de algún lugar desconocido, seguramente cercano a su alma, acaso en un sitio donde hasta los ateos nos vemos tentados a aceptar la existencia de Dios… Con el público enloquecido y el matador en trance, ocurrieron un pinchazo arriba y una estocada caída… efectivamente los cánones –muchas veces olvidados por el Juez Ulises Zapata, incluso esta misma tarde, cuando premió en exceso a Cartagena, pese a una estocada notablemente TRASERA- mandaban no conceder el apéndice exigido por la multitud… ¿importó? Dudo mucho que al verdadero aficionado, y mucho menos al propio Uriel, quien dio dos vueltas al ruedo con una afición absolutamente entregada, para luego retirarse a la enfermería, por su propio pie –aunque con la ayuda de su cuadrilla, pues sólo milagrosamente conservaba la vertical- y ser conducido, tras la exploración inicial, a la Clínica de los toreros ante lo severo de las lesiones que sufrió.

Fue sin duda el momento grande del 91 aniversario de nuestra querida Plaza Mérida, iniciado justamente cuando “El Zapata” cuajó un formidable quiebro en los medios, donde pesan más los toros, y ESCRITOR se le revolvió en un palmo para prenderlo y luego cogerlo y pisotearlo con ferocidad. El festejo había transcurrido realmente en tonos menores, con toros regulares, salvo el buen REBOCERO, al que Leo Valadez no pudo aprovechar a plenitud, y Andy Cartagena recibiendo dos generosos apéndices pese a clavar trasero casi todos sus rejones, incluido el de muerte. Pero todo aquello quedó atrás ante la gesta del torero tlaxcalteca que está en su mejor momento, y al que sólo le falta probarse en Europa, compromiso para el que pensamos está más que listo. ¿Serán situaciones relacionadas con su administración las que hasta ahora lo han impedido?

La otra nota la dio, sin duda, el público yucateco, que hizo la gran entrada, un llenazo hasta la bandera. La gente respondió a la convocatoria de portar ropa blanca, en homenaje a la vestimenta que lució –lo sabemos por las gráficas testimoniales- la mayoría de quienes colmaron los tendidos en aquella tarde inaugural del 27 de enero de 1929, cuando hicieron el paseíllo el valientísimo Luis Freg y Fermín Espinosa “Armillita Chico”, quien con el paso de los años se convertiría en uno de los más grandes Maestros de la historia universal de la tauromaquia, pero que en aquella tarde invernal apenas cumplía diez meses con la borla de matador de toros. Pues bien, nuestro público se portó a la altura de los acontecimientos, ovacionando de salida a los astados por su impecable presentación –sólo PUBLICISTA, que cerró plaza, estaba justito, los demás fueron unos bellos cromos, ejemplos palpables de lo que es el auténtico trapío del Toro de Lidia-; premiando con gran ovación el magnífico juego de REBOCERO, y con discretas palmas la aseada actuación de Leo Valadez, su matador; atesorando en todo lo que valió la heroica gesta de “El Zapata”. Digno festejo, pues, de aniversario de la Plaza en funciones más antigua de nuestra patria, y del que damos puntual cuenta a continuación.

Fuera de lidia ordinaria, ANDY CARTAGENA mató a CLAVELITO, que abrió plaza, un negro bragado, paliabierto, recibido, como los siguientes cuatro, con ovación por su presencia. El rejoneador español marró el primer rejón de castigo, clavando el segundo traserito. El bicho salió con muchas patas, pero pronto se desinfló, por lo que la lidia perdió interés y emotividad. CARTAGENA dejó las banderillas atingentemente y en buen sitio, mostrando también sus dotes de caballista en espectaculares levantadas y piruetas, aunque con poca transmisión ante el escaso fuelle del burel. Las cortas le quedaron muy desigualadas, y un par a dos manos, ya a toro parado, en buena colocación. Mató de dos pinchazos y entera trasera, de efectos fulminantes, para escuchar ovación. Tras dos de lidia ordinaria, salió MARQUÉS, un bello zaino, paliabierto, muy bien comido. Un solo rejón de castigo precedió un tercio aceptable de banderillas, en donde CARTAGENA clavó muy trasero y MARQUÉS cumplió, aguantando sin rajarse, aunque acusando poca casta al irse a menos. Muy en corto, dejó entera trasera –parece que es su rincón- que tiró al morito patas para arriba, lo que provocó el delirio del multicéfalo. Sacó un pañuelito Usía –lo que hubiera sido más que suficiente-, pero, al continuar la presión, sacó el segundo, injustificado.

URIEL MORENO “EL ZAPATA” mató en primera instancia a CLAVIJERO, un zaino enmorrillado, muy bien armado, al que el tlaxcalteca recibió con dos largas cambiadas de rodillas, para luego bregar. El animal peleó en una vara trasera y rectificada, tras de lo cual “EL ZAPATA” cuajó un buen quite por chicuelinas antiguas, rematando con una rebolera andando. Con los palos, ante un toro tardo, el matador clavó un cuarteo traserito, un sesgo en buen sitio y un quiebro al violín, de gran exposición, pero dejando sólo un palitroque. Con la muleta, ante un marmolillo, “EL ZAPATA” logró algunos derechazos muy suaves, muy templados, de auténtico sabor, pero, ante la debilidad del bicho, no logró hilvanar faena. Mató de tres cuartos arriba, que fueron suficientes, por lo que escuchó gran ovación. Su segundo enemigo fue ESCRITOR, un zaino cornivuelto, con abundantes y bien puestas defensas. Aseadas verónicas, y dos piquetitos en varas. En el quite, “EL ZAPATA” interpretó “El Ojalá”, creación del malogrado Valente Arellano. En banderillas, Uriel tomó los 3 pares, e inició con un portentoso quiebro en los medios, pero el toro lo cogió, desarrollándose la escena relatada al inicio de la crónica. Desmadejado, pero con unas fuerza y determinación realmente inconcebibles, cuajó una faena derechista, donde hubo muletazos de auténtica calidad por su temple, limpieza y emoción, además de haberse producido todo a la mínima distancia y merced a un aguante fuera de este mundo, pues el bicho se acabó pronto, y regateó sus embestidas. Derecho como una vela, pinchó primero en todo lo alto, para luego dejar entera caída, que ocasionó derrame e hizo pupa. La gente, que estuvo con “EL ZAPATA” a todo lo largo de la lidia, abroncó al Juez por no conceder el apéndice que, desde la perspectiva de un servidor, hubiera sido un premio más que merecido. Le ganaron a Usía los escrúpulos de los que generalmente adolece, pero, fuera de unos cuantos insultos del entusiasmado público, aquello careció de relevancia. Moreno pasó a la enfermería sin retazos de toro, pero con el pueblo entregado a su tauromaquia.

LEO VALADEZ enfrentó a REBOCERO, un zaino listón, cornivuelto, al que recibió con verónicas templadas, pero con la mano muy alta. Vara dura, trasera, y quite por estatuarias chicuelinas. Un cuarteo trasero, otro en mejor colocación, y un violín, éste sí en todo lo alto. El toro llegó con fuerza al tercio mortal, y mostró muy buen estilo, además de ser fijo. Era un animal para armarla en grande, pero VALADEZ, sin torear mal, no supo sacarle todo el provecho que tenía. Serias breves, bien logradas, pero cortadas justo cuando se esperaba lo mejor, se repitieron una y otra vez con las dos manos. El toro siguió a lo largo de la faena como un dechado de bravura y buen estilo, pero VALADEZ no le encontró la cuadratura al círculo, por lo que los olés se quedaron ahogados en las gargantas. Después de una serie de manoletinas, un pinchazo arriba, una media trasera y tendida y tres golpes de descabello acabaron con la vida del morlaco. Fuerte ovación al astado, con petición de arrastre lento, desoída por Usía, y palmas al matador. Cerró plaza PUBLICISTA, un zaino cornicorto, de aceptable presencia, pero que desentonó ante la belleza de sus hermanos. Nuevamente verónicas bien cuajadas, pero con la mano hasta los cielos, y alguna chicuelina por ahí. Tras un piquetito, vistosas “zapopinas”. Con los garapullos, un poder a poder caidito, un cuarteo aceptable y un buen violín al sesgo. El bicho llegó a la muleta con poca fuerza, lo que agudizó su sosería, por lo que VALADEZ se limitó a espantarle las moscas, con más voluntad que suerte. Dos pinchazos y entera delantera, y a otra cosa mariposa.

La empresa, a la que nuevamente felicitamos por la hermosa presentación del encierro, anunció la quinta de la temporada para el próximo 16 febrero, con un mano a mano entre los mexicanos José Mauricio, torero de poco calado, pero que revolucionó su carrera a partir de meritorios triunfos en la actual temporada de La México, y Joselito Adame, con un encierro de Marrón. ¡Hasta entonces!