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Gabriel Zapata Bello

Históricamente, la fiesta brava no se ha caracterizado por su multiculturalidad debido a que son pocas las naciones en las que se acostumbra la lidia de toros como arte y espectáculo. Entre sus protagonistas han predominado los matadores ibéricos, galos, portugueses y, en el caso del continente americano, los mexicanos, colombianos y venezolanos.

En la tauromaquia mundial ha sido escasa la incursión de toreros de ascendencia africana; el mozambiqueño Ricardo Chibanga es considerado el primer torero de color; actuó en los años sesenta y setenta en España y Portugal. Una década después, debutó en los ruedos José Nelo “Morenito de Maracay”, un torero afro-latino con una larga carrera en España y Venezuela, quien se hizo famoso por la suerte de poner banderillas “al quiebro” (cuando el matador de frente burla la embestida del toro con un quiebre de cintura y saca un pie al costado mientras clava el par).

Pero quien antecedió a estos dos hombres de color en la fiesta taurina fue un personaje histórico, no sólo de la tauromaquia local, sino de la cultura pintoresca yucateca, el picador de ébano Félix Quesada Macalú. En las corridas de inicios del siglo XX y hasta los años sesenta, no se ha sabido de otro protagonista de color en la fiesta taurina.

En las lidias de las fiestas y ferias locales, Macalú relucía más que por lo acharolado de su piel, por su contrastada potencia al contener con su vara el empuje de los astados. El corpulento moreno destacaba desde el clásico paseo de inicio de la fiesta entre el resto de la cuadrilla; sin embargo, no faltó aquella creencia de toreros sevillanos que por el color de la piel de Macalú, lo consideraban un mal presagio1, tabú que desapareció por la valiente actuación de Quesada, lo cual llenaba de aplausos contagiosos los tendidos.

Macalú y otro picador local, José Ruiz, un español arraigado en Yucatán, fueron popularísimos en Mérida y completaron muchos carteles de toreros hispanos que incluso traían a sus propios picadores. De esta manera narró el poeta Luis Rosado Vega sobre la valentía y popularidad de Macalú:

iCuántas veces vimos al negro Macalú levantarse del suelo, después de un terrible porrazón, blanco, muy blanco, y no de miedo, sino por haberse embadurnado con la arenilla de la plaza!1

Si bien el picador de ébano yucateco tuvo sus gloriosas tardes en las ferias meridanas de Santiago y San Sebastián, así como en las de otras localidades de Yucatán, Macalú debe ser considerado el pionero multicultural en la historia de la fiesta brava mundial.

1 Burgos Brito, Santiago, Tipos pintorescos de Yucatán, Biblioteca Zamná, México, 1946, pp. 184-185.2 Rosado Vega, Luis, Lo que ya pasó y aún vive: entraña yucateca, Biblioteca Zamná, México, 1947, p. 57.

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