Síguenos

Última hora

Estas son las 18 entidades de México en despenalizar el aborto: EdoMex se suma a la lista

Deportes

Polvo de Estrellas

Gabriel Zapata Bello

En las crónicas deportivas que reseñan eventos de antaño es común leer en las alineaciones de las novenas peloteriles, de las quintetas basquetboleras, de las oncenas balompédicas o de las funciones de pugilismo, que a los protagonistas del encuentro se les mencionaba e identificaba más por sus motes o nombres de batalla deportiva que por sus nombres de pila. Muchos apodos de aquellos deportistas tenían mucho que ver con los apelativos de sus nombres o bien con sus características físicas. Sin embargo, algunos motes de ciertas figuras del deporte local derivaron de eventos anecdóticos que les sirvieron de bautizo como fue el caso de los siguientes:

El Catalán Zaldívar, cuyo nombre era Alfonso Zaldívar Paoli, fue un jugador de béisbol en la primera década del siglo XX y destacado sportman, quien además de promover novenas y torneos, organizó por encomienda del gobernador Gral. Salvador Alvarado el primer encuentro de basquetbol en nuestro medio en 1916. Cuando era un niño de apenas 4 años en un viaje de paseo con sus padres por Barcelona, al llegar a su hotel, una pesada puerta se cerró cuando apoyaba sus manos en el marco y le machacó los dedos; sin embargo, el niño no lloró, lo que hizo que el guía que los acompañaba, a manera de halago, le dijera a la familia: ¡Este niño es un buen catalán…!. Su familia, con tal de mantener vigente ese halago, empezó a llamarlo así1 y así fue conocido en todos los ámbitos deportivos en los que se desenvolvió.

El Chivo de Halachó, Juan Usó Muñoz, nativo de Valencia, España que llegó a Yucatán en 1902, fue un memorable promotor de diversos deportes en nuestro Estado, además de ser el primer cronista deportivo local. Era de profesión constructor, por lo que en una ocasión las autoridades lo contrataron para dirigir ciertas obras en Halachó, localidad en la que vivió por 5 años. No era hombre que pudiera permanecer neutral o frío en un evento deportivo por lo que gustaba de animar a los peloteros de cualquier equipo con un cencerro durante todo el encuentro.2En un partido, alguien en el público, fastidiado de escuchar retumbar su clásico cencerro, gritó: ¡Que le den yerba a ese chivo!. Usó adoptó gustosamente el apodo a tal grado que firmaba sus crónicas con dicho seudónimo.

El Caballo Ibarra fue un destacado pelotero de nombre Manuel Ibarra Ruz, quien jugó durante varias décadas en las ligas semiprofesionales locales así como en la Liga Peninsular de alto nivel. Durante su juventud brilló también como atleta de pista y campo, particularmente en las carreras. En una ocasión un seleccionado de atletas meridanos visitó la Villa de Espita pero nadie quiso medirse con él en una prueba de 100 metros, por lo que su entrenador -alardeando- retó a dos jinetes a caballo para competir contra Manuel. Alineados en sus respectivos carriles, Manuel estaba flanqueado por los dos jinetes en sus cabalgaduras y, al darse el toque de salida, Ibarra tuvo un arranque extraordinario: a la mitad de la carrera estaba por delante de los caballos, que habían salido de sus carriles y corrían en el mismo de Manuel, casi pisándole los talones. Alguien, angustiado, le advirtió gritándole: ¡Cuidado con el caballo, Ibarra! Y como eso fue lo que escuchó el público sin distinguir la pausa o la coma entre caballo e Ibarra, al término de la carrera la gente exclamó: ¡Ganó el Caballo Ibarra!.3

El Asustado Carrillo, de nombre Alfonso Carrillo originario de Caucel, fue un estupendo pelotero de las décadas de los veinte y treinta que se desempeñaba como infielder y posteriormente destacó como lanzador. Militó en varias novenas, entre ellas el Club Mérida, a inicios de los años treinta, cuyo manager era El Chino Campos. Cuando Carrillo cubría la antesala en un partido, se le escaparon dos toques de bola aparentemente fáciles, por lo que al llegar a la caseta El Chino le dijo entre broma y regaño: ¿Qué te pasa , estás asustado? Sus compañeros rieron y a partir de eso en cada jugada y turno al baet le gritaban ¡Asustado!...¡Asustado!... El mote pasó a la posteridad.4

1 Ramírez Aznar, Luis, Historia del béisbol en Yucatán, Tomo I, Mérida, 1989, p. 51.2 Diario del Sureste, 19 de agosto de 1949, p. 9.3 Revista Juzgue, Núm. 15, 21 de marzo de 1974, p. 50.4 Diario de Yucatán, 26 de enero de 1969, p. 4 segunda sección.

Siguiente noticia

Con las garras afiladas