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Nuestra admiración y respeto por quienes se visten de luces

Por Ele Carfelo

Cuando me siento ante mi máquina de escribir a comentar acontecimientos sucedidos en los redondeles taurinos, siempre tengo el temor de que quienes leen mis escritos piensen que soy una persona insensible al sufrimiento humano, cuando comentamos las cornadas que suelen darse en los ruedos, cuando los toreros cometen algún error en la lidia de un toro, o el toro tiene algún defecto físico que le hace tierra un derrote con sus peligrosas defensas, especialmente si se produce alguna herida mortal, que termina con una vida humana. No es así. La verdad es que mientras más experiencia taurina tengo, más admiración siento y más respeto por esos hombres que se visten de toreros y se enfrentan tarde a tarde a esos animales imponentes, hermosos, fieros, que con un solo movimiento de agresiva fuerza, pueden herir y, a veces, hasta destrozar órganos vitales de su oponente, que pueden terminar con su vida.

Pero esa realidad existe cada tarde, ese riesgo indiscutible que se da, de que el protagonista principal de este emocionante espectáculo muera en el afán de sentir y hacer sentir EL ARTE Y LA EMOCION de dominar a la bestia, logrando un lucimiento incomparable. Y, precisamente, esa sensación de peligro del artista, es lo que mueve a multitudes a los tendidos de los redondeles taurinos. Porque esa sensación no puede sentirse en ningún otro espectáculo, y como parte de él, es porque hay que mencionarlo y comentarlo, aunque sea lo menos deseable en esta fiesta excepcional.

Sin embargo, estos sangrientos sucesos no son nada frecuentes, porque mientras los años pasan, las experiencias de lo nefasto ha ido enseñando a lo posterior, a vencer en los enfrentamientos.

Voy a tratar de hacer hoy, en mi columna, una recopilación de estos fatales sucesos, con datos buscados en libros, o algunos quizá, sacados de mi cada vez más escasa memoria.

Mis datos, no son anteriores al siglo XX. El primer percance mortal recordado es el sufrido en Astorga, España, en 1908, por Hilario González “Serranito”, y de ahí, sigo hasta la tal vez más recordada cornada de la historia, la sufrida por JOSE GOMEZ ORTEGA “JOSELITO”, quien fue llamado “El Rey de los Toreros”, por su sabiduría y al que se consideraba un “intocable”, al que el toro “Bailaor” de la Viuda de Ortega, mató en la Plaza de Talavera de la Reina, en 1920. Manuel Veré “Vererito” murió en la “Maestranza” de Sevilla en 1922. Posteriormente, en la Plaza de Málaga, Miguel Báez “Litri”, padre y abuelo de los “Litris” posteriores, en 1926. En 1931, una cornada mató a Francisco Vega de los Reyes, “Gitanillo de Triana”, hermano de Rafael, que vino a torear a México, y murió en un accidente de carretera. Siempre en 1931 falleció en Madrid, pero a consecuencia de una espeluznante cornada sufrida en México por el toro “Michín”, de San Diego de los Padres, el mexicano CARMELO PEREZ, hermano de Silverio Pérez. El 29 de diciembre de 1940 en la Plaza “El Toreo” de México, el toro “COBIJERO” de “Piedras Negras” mató a ALBERTO BALDERAS, y el mismo año en España, moría IGNACIO SANCHEZ MEJIAS, cuñado de “JOSELITO”.

Otra cornada mortal, que los aficionados no pueden olvidar, fue el del 28 de agosto de 1947, cuando el toro “Islero” de “MIURA”, partió la arteria femoral de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, en la placita de Linares, Córdoba, España en el momento en que el torero estoqueaba al miureño, recibió el hachazo en el muslo izquierdo. “Manolete”, gran amigo y rival de Carlos Arruza en los ruedos hispanos, al morir, provocó la retirada de Arruza de los ruedos, y aunque regresó a la actividad taurina como rejoneador, murió también fatalmente en un accidente en la carretera México-Toluca.

Más adelante, cuando era una de las grandes figuras del toreo español, un toro mató a FRANCISCO RIVERA “PAQUIRRI”, en la Placita de Pozo Hondo, que fue padre de los toreros actuales Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez.

Siguió la espeluznante cornada de JOSE CUBERO “YIYO”, cuando el astado le metió el pitonazo por la axila izquierda, partiéndole el corazón, y murió instantáneamente en el ruedo.

Y por último, citaremos las cornadas mortales de VICTOR BARRIO, quien estaba en plena ascensión en la baraja española, y ya más recientemente, la cornada del vasco IVAN FANDIÑO, al que vimos torear en la Plaza “Mérida” en la Temporada anterior al fatídico percance.

La fiesta de los toros, es llamada la fiesta de seda, sangre y sol, y esa sangre a la que el sobrenombre se refiere, desafortunadamente algunas veces es de los toreros, protagonistas de los grandes triunfos, de las grandes glorias, pero también de las grandes tragedias. Nuestra admiración y respeto por quien viste el traje de luces.

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