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Así se vive el Venados FC vs Club Deportivo Tapatío

Ni el clima, ni el COVID-19 pudo evitar que la porra de Venados FC acudiera al Carlos Iturralde para apoyar a la escuadra Yucatán.
Foto: Cuauhtémoc Moreno

La tarde fue cayendo poco a poco en el oriente de Mérida, la obscuridad se fue apoderando de los alrededores del Estadio Olímpico “Carlos Iturralde Rivero”, el silencio reinaba en el inicio de una temporada diferente de la Liga de Expansión MX, un torneo sin público.

Antes de que se dé el silbatazo inicial, ese que hace soñar a chicos y grandes con el “juego del hombre”, comenzó a escucharse a los lejos, en las afueras del inmueble de la colonia “Morelos”, una batucada.

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Una decena de fieles aficionados, de esos que tienen tatuados los colores del equipo en el corazón y en el alma, se hicieron presentes para hacerse sentir con sus cantos, con la tambora y con sus banderas.

“¡Pongan huevos, huevos los Venados, pongan huevos, huevos sin cesar, esta tarde cueste lo que cueste, esta tarde tendremos que ganar!”; 

Es el pregonar que se apoderó del área del estacionamiento, cantos que se han vueltos clásicos en las gradas de los ciervos, y que por algún tiempo no se podrá escuchar en ese lugar, pero si se oirá en la mente de la afición.

La llegada de los admiradores se dio de poco en poco, ya estaba preestablecido la hora de verse, y los fieles fueron presentándose, con la alegría en la cara del regreso de su equipo a la actividad.

Los alrededores del Olímpico fue atípico en un día de partido, no se sentía ese ambiente propio del fútbol, esa sensación de que regresaba a las actividades el circuito de plata de nuestro balompié.

No se pudo ver a los vendedores, esos que llevan camisetas, banderas, gorros, vuvuzela, y otros objetos para apoyar al equipo de todos; tampoco a los que venden esos tradicionales antojitos yucatecos, piedras, kibis, chicharrones.

Tampoco se vio a los aficionados, esos que cada 15 días fielmente van para apoyar a los astados, esos que están ahí en las buenas y en las malas, los que llegan con sus hijos, sus novias, sus esposas, con la familia a ver el fútbol.

Sólo se vio la llegada de los jugadores, primeros los de casa, que lo hicieron cada quien por su lado, en sus propios vehículos, mostrando tranquilidad, esa tranquilidad que da el entrenamiento del día a día.

Luego lo hicieron los del Tapatío, encabezados por su entrenador Alberto Coyote, ese mítico medio campista de esos que ya no hay en el fútbol mexicano, con gran fuelle pero fino para salir con balón controlado.

Luego llegaron los jugadores locales que no fueron convocados, pero que se presentaron para apoyar a sus compañeros, desde las gradas, pero todos cuidando la sana distancia y el uso de cubreboca; los últimos en entrar fueron los jóvenes recogebalones.

Antes de entrar al inmueble, todos, sean personal de apoyo, jugadores, cuerpo técnico o directivos, tuvieron que pasar el filtro de salud, donde se les tomó la temperatura y se les dio alcohol gel.

Así es la nueva realidad de nuestro balompié, juegos a puertas cerradas, Estadios que ya no retumban ante los cantos de los aficionados, y escuchando hasta el suspiro de los jugadores.

Una realidad que se está viviendo en todo el mundo, y donde Yucatán no está exento, una realidad donde el amor a los colores no se hará sentir de la misma forma, ahora será desde lejos, pero siempre soñando en el campeonato, siempre soñando en que pronto se regresará a las gradas para seguir cantando, disfrutando y sufriendo con nuestra escuadra.

Por Marco Antonio Solís