El miércoles 8 de enero de 1975 en Sendai, Japón, un pequeño boxeador, aunque sólo de tamaño porque era grande de talento, subió al ring para hacer historia y convertirse en el más grande pugilista de nuestro Estado de todos los tiempos tras ceñirse el cinturón de Campeón del Mundo de Boxeo.
Ese día, Miguel Canto Solís, salió al cuadrilátero para escribir su nombre en la historia del deporte, convirtiéndose en el primero de nuestro Estado en obtener un título del mundo en esta disciplina.
A 47 años de aquella hazaña, este triunfo, junto con su carrera, se encuentra grabada con letras doradas en el deporte yucateco, así como en el imaginario colectivo de nuestra sociedad.
Miguel Canto Solís obtuvo el título Mosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) al vencer al nipón Shoji Oguma por decisión unánime después de 15 asaltos, y haciendo gala del sello que siempre tuvo, su gran boxeo.
Esa noche salió a un auditorio repleto de japoneses en su contra, que apoyaban a su compatriota, y que conforme se fue desarrollando el combate, se los fue ganando con su fino estilo de boxeo.
El combate fue muy parejo, ambos pugilistas demostraron ser buenos en sus respectivos estilos, un yucateco “esgrimista” en el ring ante un nipón de mucho fuelle que iba siempre hacia adelante.
Round tras round, El Maestro fue mermando a base de su fino boxeo, velocidad de pies, manos y su condición física, la resistencia de su contrincante, llevándose los episodios y sumando los puntos que necesitaba para alzarse con ese tan añorado cinturón, el cual un par de años antes se le había negado al caer ante el venezolano Betulio González.
En el último asalto, ambos se golpearon de campana a campana y las combinaciones del mexicano superaron la bravura y entrega del japonés, quien al final, tuvo que ceder la corona por tarjetas.
Después de 15 defensas exitosas, y cuatro años con el cinturón en su poder, fue destronado el 18 de marzo de 1979 por el coreano Chan Hee Park, quien le concedió la revancha el 9 de octubre de ese mismo año, terminando la pelea en empate, y con ello escapándosele su última oportunidad por conseguir en campeonato
Poseedor de una técnica depurada, Miguel demostró que el pugilismo es el arte de pegar y no ser golpeado. Un esgrimista auténtico, dando cátedra cada vez que se subía a un encordado, de ahí surge el apodo que tiene.
De un metro con 45 centímetros, dueño de un gran juego de pies y de cintura, con mucha clase y manejo del ring, es considerado uno de los cinco mejores boxeadores mexicanos de todos los tiempos.
Bajo las órdenes del más grande mánager que ha tenido este deporte en Yucatán, Jesús Cholaín Rivero, tuvo un sólido reinado de cuatro años, de 1975 hasta 1979, llegando a defender de manera exitosa en 15 ocasiones el cinturón de monarca.
Canto Solís sostuvo en su carrera 742 rounds en 74 combates. De los 18 que tuvo por un título de por medio, 17 se resolvieron por decisión; en aquellos tiempos las peleas eran a 15 asaltos. Se retiró con marca de 61 victorias, 15 por la vía rápida. En sus nueve derrotas, cinco fueron por nocaut. Registró cuatro empates.
Su último combate fue el 24 de julio de 1982, en Mérida, ante un joven y desconocido Rodolfo Ortega, quien lo mandó a la lona en el noveno asalto, poniendo con ello fin a su gran carrera; una brillante carrera que lo llevó a ser nombrado Peleador del siglo entre los pesos moscas.
A unos días de cumplir 74 años, nació el 30 de enero de 1948, Miguel Canto se encuentra delicado de salud desde hace varios años, tiene problemas mentales, producto de los golpes en la cabeza que recibió, sobre todo en el final de su carrera y durante sus años como entrenador al subir con sus pupilos a tirar guantes, lo que le fue degenerando a través del tiempo, llegando a simplemente no reconocer ni recordar nada.
Y económicamente está muy mal, el dinero que ganó durante sus años de boxeador lo perdió por malas inversiones, sobreviviendo de la ayuda de sus hijos y una pequeña beca que le da una Fundación nacional.
Siete han sido los yucatecos que han ostentado un título mundial dentro del deporte de las orejas de coliflor sin duda siendo el Maestro el más grande de ellos.
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CC