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X-ki’ichpan ko’olebil María Nuestra Señora de Izamal en los imagineros de los siglos xviii y xix

José Iván Borges Castillo*

Se distingue entre los centenarios cultos marianos de la América Latina la devoción a la Purísima Concepción venerada en el antiguo pueblo maya de Izamal, y según la costumbre colonial de llamar a las imágenes con el nombre de los pueblos autóctonos donde residen es invocada como Nuestra Señora de Izamal desde principios del siglo xvii.1 Su tremendo culto se extendió más allá de las fronteras imaginarias de la provincia de Yucatán a diferentes partes del virreinato español,2 Floreció a su alrededor desde tempranos tiempos la crónica impresa de sus milagros; en consecuencia del correr a raudal de la tinta para pregonar su historia envuelta de misticismo y milagrería, la poesía, la pintura y la escultura fueron objetos que se sumaron para lograr su cometido de expandir la devoción.

Este trabajo está enfocado al caso específico del arte sacro de la escultura de las imágenes de la Virgen de Izamal de devoción particular, expuestas en hogares domésticos, como propaganda y expansión del culto a la Itzalana, basándose en la hipotética idea de que dichas obras fueron realizadas en talleres locales e inspiradas en un especial grabado, como modelo, sacado a la luz en el siglo xviii.

Pretendemos continuar la línea sobre el arte maya cristiano trazado por Indalecio Cardeña Vázquez en un trabajo a propósito, vinculando en gran medida a sus diferentes características, como la imprecisión de la talla o trazos en la escultura, la leve desproporción, los rasgos mayas o mestizos, simetría, plasticidad y rigidez de la pieza todo en equilibrio, “lo que en conjunto le da aspecto de candor de la obra realizada, y la apariencia de negligencia del artista maya al ejecutarla”. 3

Es probable que para finales del siglo xviii y todo el siguiente, muchos de los signos primitivos duales (maya-cristianos) ya se repetían en el arte más que como una prolongación de resistencia y sincretismo, sino como modelo e imagen de formas y características típicas o de molde a seguir. O bien, como señala el antropólogo Cardeña Vázquez, que aquellos signos y símbolos fueron compartidos por los mayas peninsulares aunque, ya para entonces, “su significado profundo no fuera conocido completamente”.

La tremenda labor de evangelización y conquista espiritual de Yucatán trajo consigo la necesidad de arquitectura, arte sacro en pintura y escultura, para cubrir primero las necesidades de los templos, capillas y conventos, luego desarrollarlos paulatinamente para su embellecimiento. Indiscutiblemente, se mezclaron técnicas europeas y mayas. Las diferentes fuentes coloniales principalmente las crónicas de franciscanos: Diego López de Cogolludo y Bernardo de Lizana, refieren el desarrollo de esta labor por algunos franciscanos extendiéndose al fomento de las artes, que van desde la arquitectura pasando por la pintura para murales, estofadores, talladores, etc. Los talleres evidentemente se abrieron en las iglesias conventuales, cuya técnica mezcla saberes europeos y locales que se fundieron hasta extenderse a las particulares.4

Aquellos trabajos se efectuaron con la finalidad del ornato de los templos, cubrir los patrocinios de los santos patrones de pueblos e iglesias, así como las devociones de sus administradores religiosos, correspondientes a las diferentes órdenes seglares o al clero secular.

En su trabajo sobre el tema de retablos coloniales de Yucatán la restauradora Gabriela García agrega que el trabajo de esculpir y tallar la madera por los artistas locales, natos o españoles, se vio favorecida “con la importación de esculturas e imágenes provenientes de México y Guatemala, famosa esta por su técnica de imaginería”.5

Existe en la larga tradición católica una en especial del altar doméstico, donde son expuestas a devoción las imágenes sacras que cumplieran con la representación física de la protección divina que se imploraba, desde luego por especial afinidad devocional de los miembros de la misma familia. Y para esto la labor de los imagineros, estofadores y santeros debió venir a cubrir la necesidad imperante.

En el caso de Yucatán, para la primera mitad del siglo xvii, se dio el caso del poco afecto a las imágenes sacras en exposición en los lugares domésticos, como refiere el bachiller Pedro Sánchez en su famoso Informe Contra Idolorum: “Que tengan altares y rosarios. De esto sería útil, que los indios tengan altares, e imágenes y cruces en sus casas como al presente lo manda el Obispo Gonzalo de Salazar, porque en esto son remisos, y poco devotos, e no imitan a los mexicanos, que cada uno tiene su oratorio […]”.6

Fue probablemente en el siglo xviii cuando la cruz verde, actualmente típica yucateca, tuvo expansión su culto e imagen. Comenzando como símbolo de misiones esporádicas en los pueblos, sincretismo de maíz, el llamado Santoh de che´.7

La rebelión de Jacinto Canek, que estalló a finales del año de 1762, propició en el sentimiento criollo yucateco un agradecimiento y distinción protectora con la Virgen de Izamal, proclamada Reina de la provincia desde el siglo anterior. Fue entonces cuando se imprimó al cabo de unos años la “Novena a la Santísima Virgen de Ytzmal”, costeada por el Conde de Miraflores don Santiago de Calderón, padre del indiscutible héroe de los blancos que aplacó cruelmente la sublevación indígena; según el contenido de la novena, el motivo que vio la luz pública fue “para excitar al debido reconocimiento a tantos, y tan grandes beneficios, como esta provincia todo ella obliga a su divina Benefactora (la Virgen de Izamal)”. En la segunda hoja del librillo, traía impreso un grabado de la Virgen aludida y a pie del mismo contiene una inscripción: “Verdadero Retrato de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Itzmal, que se venera quinze leguas de Mérida de Yucatán. En devoción del S. Conde de Miraflores D. Santiago de Calderón, coronel y Thesorero de la Santa Cruzada. Morales SC”.8

Es probable que la imagen del grabado contenido en la novena, impresa en la ciudad de México y no en ultramar, favoreció la expansión de su imagen por pueblos y aldeas de la península. Viniendo allanar el camino de la necesidad indígena unida a la de mestizos y criollos, que como grupo sin memoria se distanciaba de la mirada despectiva del peninsular conquistador, encontrado en el culto mariano surgido en diferentes pueblos autóctonos como en Izamal, en punto capital que reunía “elementos –señala Antonio Rubial García– que aglutinaron la conciencia colectiva fomentando la formación de identidades locales y de un incipiente nacionalismo”. 9

La imagen patrona de Nuestra Señora de Izamal para ese entonces lucía en su camarín especial particularidad. Por los escritos coloniales sabemos: “Es esta Santa Imagen de escultura de talla entera, de altura de cinco cuartas y seis dedos, el rostro muy majestuoso y grave, la color de él, blanco algo pálido, las manos juntas sobre el pecho, y levantadas, y causa respeto venerable mirarla…” más adelante continúa relatando todo el rico ajuar de adornos y vestidos “y joyas que devotos le han dado”.10 La primera imagen de la Virgen de Izamal, según la descripción fue una imagen estofada, que según la costumbre española, se vestía con especial dedicación. Quedando los vestidos por demás acomodados, muy sobrepuestos, como se mira en el grabado y en los oleos coloniales existentes. Vestido, manto y cabellera suelta con corona imperial, luna y peana de plata, flores y joyas completaban toda la composición en armonía.11

La presencia de la imagen Virgen de Izamal en el lugar doméstico destaca de manera especial, ante ella se efectuaban las devociones privadas, y a la vez se afianzaba los lazos de identidad con el icono religioso propiciatorio de ese insipiente nacionalismo que refiere Rubial García. Por la asechanza mortal que siempre acompañó a los peninsulares e indígenas hidalgos, que en el siglo xviii tras concurrir el levantamiento de Canek, vivían en la expectativa, el imagen sacra representaba la protección divina, el amparo y socorro divino, que cubría la necesidad imperante para permanecer en sus pueblos originarios, esta situación se hizo más evidente tras el primer momento de la llamada guerra de castas, en el siglo siguiente.12 Es, desde luego, el auge de la fiesta y feria de Izamal en ese mismo siglo, que auspició ensanchamiento del culto mariano itzalano, ya para entonces culto oficial del Obispado yucatanense.

El grabado contenido en la novena representando a la Virgen de Izamal, propuso sin más preámbulo a los talladores e imaginaros locales una innovadora representación de la Virgen tan popular por milagrosa. Dicho grabado tuvo por lo menos dos reimpresiones en Yucatán, el primero en 1816 y posteriormente en 1854,13 con la diferencia de no reproducir el cartel inferior que menciona al conde de Miraflores. La forma triangular y los rígidos lineamientos bien marcados, favorecieron seguramente a reproducir en madera por el cincel la talla, dispersándolas en todo un amplio radio a través del expendio por santeros, por encargo u obsequio a diversos devotos.

A propósito Terry Rugeley en su estudio sobre las raíces iconográficas en el área yucateca escribe: “La clásica cruz yucateca –dos barras montadas en un pedestal y pintadas de verde oscuro– era la más accesible de todas, dada a la simplicidad de su construcción. Pero aún tratándose de artículos más complejos, los artesanos locales producían efigies de santos populares con madera del campo, y la materia prima preferible era el suave cedro yucateco o corcho importado”.14

Haciendo comparaciones entre el grabado, y las diferentes esculturas localizadas dispersas en el área geográfica peninsular, del centro al occidente, reflejan semejanzas compartidas. Los pueblos donde se ubican son Aké, Ekmul,15 estas dos primeras comisarías de Tixkokob, Tecoh,16 Izamal,17 Muna,18 Tekal de Venegas19 y Teya,20 en esta última es un pequeño bajo relieve, en un retablo de la iglesia principal. Para la segunda mitad del siglo xviii, solamente quedaban bajo administración religiosa franciscana los pueblos de Izamal y Teya, en tanto que los otros pueblos solamente fueron de doctrina, posteriormente auxiliares del clero secular, a diferencia de Muna que fue convento y para entonces convertido en parroquia secular. Hago esta aclaración por la posible relación que pueda existir entre los franciscanos y el momento de la propagación de las estampas y posible florecimiento de las esculturas de la Virgen Itzalana. Posiblemente los imagineros salieron de aquellos talleres religiosos o particulares, siguiendo, desde luego, la tradición venida desde lo prehispánico reforzada por las técnicas occidentales, pero quizá ya trabajando de forma particular, en consecuencia distantes de la mirada de censura proveniente de clérigos y frailes.

Evidencia que favorece la hipótesis planteada de que dicho grabado fue modelo a reproducir en las imágenes de la Virgen que se conservan. Es el título de Purísima Concepción que portan estas pequeñas esculturas que la relacionan con la Señora de Izamal, ya que este es su título principal.

Las esculturas son pequeñas, no rebasan los treinta centímetros y se pueden apreciar dos segmentos importantes. El primero la peana y el cuerpo.

Comencemos primero de abajo para arriba. La base tiene distintas formas, repitiendo figuras métricas, cuadros, rectángulos, octágonos, cilindros, tiende a repetirse semejando bases de columnas sobre las cuales se sostiene una peana o directamente el cuerpo representando a la Virgen.

La peana, llamada como tal por venir de la palabra pedestales, la conforma la base como una nube, ambos complementan este elemento. La nube representa el espacio celeste y deja entre ver signos en las fracciones de su talla. En cuatro de estas esculturas, la Virgen está parada sobre una nube, en los grabados no aparece una nube, solamente un querubín; en el caso de la Virgen de Ruinas de Aké y la de Ekmul, ambas cercanas geográficamente, las formas contenidas en la nube recuerdan la vírgula de la palabra,21 como aparece en los códices y representaciones prehispánicas del centro de México. En tanto que la forma de la nube de la Virgen que se encuentra en Muna parecen granos de maíz en mazorca. La escultura localizada en Izamal es más sugestiva, las nubes semejan huevecillos. La nube, desde luego, es la representación de lo celeste, de aquella mujer divina que ya habla el Chilam Balam de Chumayel, cuando la describe: “Allí llegará una blanca criatura del cielo nombrada mujer Virgen. Su casa son siete estrellas rojas”.22

En otro grabado representando a la misma Virgen de Izamal, fechado en 1890, se aprecia a la Virgen parada sobre una peana nubelada, una muy típica peana de Virgen yucateca, las más representativas: Dzemul, Buctzotz, Sotuta, Tetiz, Cansahcab, San Sebastián, Kinchil, Dzoncauich, Temax, Valladolid, Sucilá, entre otras. Quizá el escultor con la finalidad de hacer una obra de esencia mariana reprodujo la peana muy conocida de las vírgenes, quizá mirando la que veneraban en su pueblo de origen. Se sabe de escultores y talladores a finales del siglo xix, en Temax y Buctzotz, que hacían imágenes de vírgenes para comercializar.

Es importante señalar que el origen del culto en Izamal a la Pura Concepción de la Nuestra Señora, correspondió a la estrategia pedagógica en la primera evangelización. Pueblo fundado por el gran Itzamná, quien le dio su nombre y heredó su cuerpo desmedrado para formar los templos principales y como metrópoli sagrada de todo el pueblo Maya.23 Fray Bernardo de Lizana escribe: “Itzamatul, que quiere decir el que recibe y posee la gracia, o roció o sustancia del cielo… (porque) cuando le preguntaban cómo se llamaba, o quien era, no decía más de estas palabras: Ytz en caun, Yt en muyal, que era decir: Yo soy el rocío o sustancia del cielo, y nubes”.24

Aunque el mismo cronista religioso asocia a la Virgen con el Kabul, la mano obradora, por ser en sus palabras “la Virgen mano de Dios… la Virgen distribuye y comunica a Dios los tesoros y riquezas suyas”.25 Pero de entre las múltiples alegorías barrocas con que María Virgen fue predicada en Yucatán se encuentra la de aquella nube misteriosa del Apocalipsis “nube blanca que destila rocío, es la Virgen llena de gracia, hermoseada de los rayos del Espíritu Santo”,26 figura también representada en el arte cristiano con la paloma, figura femenina en la omnipotente Triada Divina. De nuevo evidentemente la figura de Itzamná el rocío del cielo.

Sobre las nubes descansa, en el caso de tres esculturas Izamal, Muna y Aké, una luna de hojalata sobrepuesta, probablemente del mismo periodo de la escultura o posterior, pero consiguiendo conservar el elemento, solo en el caso de Aké esta es de filigrana de oro.

La luna es aquella misma figura celeste asociada a la antigua diosa Ixchel, o llamada en el códice Dresde como U´Ixik Kab señora de la luna o mujer lunar,27 revelando la divinidad envuelta en la representación femenina, en la que invocaban con el nombre de X-ki´ichpan Ko´obil María señalándola como hermosa señora divina, pero vertida la frase en hermosa señora virgen, truncado el verdadero significado de la expresión y reconocimiento en la lengua.28 Ixchel es la misma mujer divina en diferentes nombres o advocaciones en el panteón maya, es niña, es joven, es mujer madura o vieja, es Ixtab, es Xtabay, es Koleeb, es Kolebil, es ella misma en el tiempo pasado, presente y futuro, tanto como se entiende en la filosofía maya como en la del occidente con la corriente agustiniana.

Ixchel como la Virgen María también está parada en los cuernos de la luna o sentada meciendo su piecito. La forma de cuarto menguante representa, quizá con mayor propiedad, la gestación en vientre materno, que va creciendo y cuando el embarazo esté en su mayor esplendor, como si se tratara de un ultrasonido moderno a la luz del sol, se dejara ver a su criatura, un conejo. Tan presente símbolo prehispánico adorado en Izamal.29

En todo el códice Dresde, la figura de la mujer divina U´Ixik Kab tiene especial protagonismo. Es la esposa de Itzamná, el señor supremo del panteón maya; los momentos de abundancia, de sequía, de mortandad, fertilidad, abundancia siempre estarán asociados a su imagen, que expresa a lo largo de la historia esos momentos. Papel que desempeña la Virgen María en la Iglesia católica, y en el caso de Yucatán es la figura de la advocación de la Pura Concepción venerada en Izamal, la principal devoción cargada de este mismo concepto.30 Para finales del siglo xviii, aquella imagen sacra Itzalana ya tenía un profundo arraigo como culto regional, pues haciendo una mirada a su historia sabemos que para 1580 era frecuentada en sus novenarios por los diferentes grupos socioétnico, en 1648 y 1730, en solemnes procesiones desde su santuario había sido trasladada a Mérida, la capital, e invocada como protectora de la Provincia ante epidemias, sequías, mortandad,31 y hasta reconocida en gratitud por la prosperidad, igual que la Señora Lunar del Códice.

La representación de la Pura Concepción de la Virgen en el arte sacro de occidente se relacionó con el triunfo de la iglesia, con aquella mujer misteriosa de la visión apocalíptica, que como escribe en Yucatán poco antes de 1630, el religioso Fray Bernardo de Lizana:

En aquella visión tan misteriosa, y entre otros misterios vio, que era coronada esta Reina del Cielo con una corona de doce estrellas las del Zodiaco, que son por las que el Sol se rije, pues pónele Dios los signos en la corona de la Virgen, que otra cosas fue, que darnos a entender sino que es Señora de gentes, universo, Emperatriz del mundo, y que todo está en su mano, y a sus pies se humilla toda cabeza.32

Piedra angular es en el sincretismo maya-cristiano la figura de la Virgen María. La descripción de Lizana se asemeja, desde luego, a U´Ixik Kab la Señora Lunar, y por la representación arqueológica de las mujeres gobernantes, los rasgos de ese poder “que todo está en sus manos y a sus pies se humilla toda cabeza”, tiene cabida en las pequeñas esculturas. La Virgen está de pie, está vestida con regio manto, desde los hombros hasta los pies, el color del manto es azul, símbolo cristiano y maya del cielo. Con orilla dorada y pequeños puntos dorados como luceros o estrellas. La estrella matutina para los mayas es imagen visible en el firmamento de Itzamná y para los católicos de la Virgen María.33 Pudiese quizá entenderse que Itzamná cubre a la blanca criatura del cielo, descrita en el Chilam Balam de Chumayel.

El vestido que porta es una túnica blanca, como los huipiles representados en las esculturas femeninas prehispánicas de la isla de Jaina, en Campeche, pero a diferencia estas imágenes de la Virgen no tiene tallado ningún ornato, solamente pintados unas hojas, quizá flores de escasos tres pétalos, y nervaturas. En el caso de Aké y Teya, la Virgen lleva un sobre huipil más pequeño, parece una estola, en el primero de color rosado, y en el segundo rojo, pero repintados en época reciente.

La posición de las manos, revela el modelo seguido del grabado, pues están unidas y levantadas; solamente las esculturas de Ekmul y el bajorelieve de Teya las tiene unidas pero sin levantar. Tanto U´Ixik Kab como Ixchel llevan las manos unidas, en ocasiones al frente, sosteniendo algún objeto simbólico, y en estatuillas de mujeres de poder sosteniendo un abanico o nada. En el caso cristiano es la posición de oración y contemplación.

El rostro de la Virgen contiene rasgos marcadamente mestizos yucatecos, con notable influencia maya, así mismo el querubín que está a sus pies. La mirada está al frente como las representaciones de las deidades prehispánicas. En el caso de las esculturas de Aké, Ekmul, Izamal, Muna y Tekal se aprecia el peinado, que revela la posición social de la persona. En este caso está representado por una división central que nace de frente, dividiendo en dos partes la cabellera, como una Y invertida, descansando sobre los hombros y baja a la espalda, colocada sobre el manto azul. No tiene cortes marcados, todo el cabello cae lacio, símbolo de una niña en tierna edad. A propósito de este punto la crónica de Fray Diego de Landa sobre el vestido y adornos de las indias de Yucatán, refiere: “Traían cabellos muy largos y hacían y hacen de ellos muy galán tocado partido en dos partes y trenzábanselo para otro modo de tocado”.34 El tocado “muy galán” fue reemplazado por una corona imperial, símbolo de poder terrenal y fuerza divina que inviste al que la porta.

Llevan corona las esculturas de Aké, Izamal, Muna y Teya. La forma de la corona del grabado es de cúpula, corona imperial, este mismo modelo se repite en el bajo relieve de retablo de Teya, y de plata dorada en la de Muna, mientras que en la de Izamal es de puntas con florones, como flor de Liz, y en la de Aké tiene una de oro que solo porta en ocasiones especiales. El Chilam Balam al mencionar a esa mujer virgen criatura blanca venida del cielo, llegada en el Katún predestinado, es colocada en su casa de “siete estrellas rojas”, el número siete en la tradición judío-cristiana es sinónimo de sabiduría y perfección. En la cosmovisión maya puede asociarse a Chachac Ek “estrellas rojas” que según Mercedes de la Garza es Venus, pero aludiendo a los siete planetas de la astronomía medieval: Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.35 En el mismo Chilam Balam al representar en dibujo el eclipse solar, aparece primero el sol y la luna rodeada de doce estrellas, señalando el camino de estos astros principales. La creencia maya de la mujer divina rodeada del cosmos celeste fue reforzado por la misma asociación cristiana de María con la luna, el sol y las estrellas con los que aparece en la visión apocalíptica, la misma referida en los escritos de Fray Bernardo de Lizana en Yucatán, para 1629, que ya anteriormente hemos citado: “coronada esta Reina del Cielo con una corona de doce estrellas las del Zodiaco, que son por las que el Sol se rije, pues pónele Dios los signos en la corona de la Virgen, que otra cosas fue, que darnos a entender sino que es Señora de gentes, universo, Emperatriz del mundo […]”.

Por la amplia diáspora en que se encuentran en el panorama regional la ubicación de las distintas imágenes, esculturas y bajo relieve, queda manifiesta un área cultural donde la dominación española tuvo bien fincado sus reales. Y se deja entre ver un estilo semejante con los retablos datados en el siglo xviii, existentes en algunas iglesias, en el caso de la región de Izamal solamente quedan de pie en de Tekal de Venegas, mal pintado y en terribles condiciones; en el área de Tixkokob cercano a Ekmul y Aké, es el primero donde se conserva el retablo dorado, en Teya el bajo relieve forma parte del altar dedicado a la Purísima Virgen, también parece ser de ese mismo siglo. Tecoh contiene retablos de ese mismo tiempo, a diferencia de Muna que solo contiene vestigios regados de sus altares originales.

Todo esto tratando de llevar a una conclusión de estilo en un área específica, como pretende realizar en sus estudios Cardeña Vázquez en cuanto a la región de Valladolid, Yucatán y Tihosuco, Quintana Roo, y las iglesias cercanas como Chikindzonot, Sabán y Sacalacá, donde Pascual Estrella, de origen maya, ejerció diferentes trabajos como cantero, área estudiada por Miguel Bretos. Estas imágenes estudiadas –cuatro corresponden a un culto privado, por estar expuestas en altares domésticos, y tres con culto público–, un bajo relieve en un retablo de iglesia principal, en tanto que la Virgen de Aké, conocida como Ruinas de Aké, es de tremenda devoción que se extiende desde los pueblos del centro hasta Mérida, los que va recorriendo todas las semanas del año, y cuyas peregrinaciones datan desde finales del siglo xix. La otra imagen estuvo expuesta en veneración en la sacristía de la iglesia de Tekal, actualmente retirada de la veneración por el mal estado en que se encuentra. Esto nos habla de una aceptación de las esculturas de manufactura vernácula por parte del clero yucateco, que aceptó y, probablemente bajo la guardia en cuestión del sincretismo a raíz de la guerra de castas, que cambió el panorama en la entidad por su abrupta aparición y consecuencias.

Conclusión

Las pequeñas esculturas de la Virgen de Izamal están cargadas de un profundo significado iconográfico para ambas religiones: la cristiana y la prehispánica. En el siglo xviii, el criollo que comenzaba a amar esta tierra, así como el descendiente de los nativos, encontró en ella la piedra angular, sumando a todo esto la figura dogmática de la Virgen María como intercesora y logrando que su culto se hiciera oficial en la región. Por eso es importante destacar que, aun cuando sus signos no se entendían por completo, se repetían en el arte como técnica mezclada entre lo prehispánico y europeo, teniendo de modelos grabados de imprenta, todo esto tratando de satisfacer la necesidad del icono que aglomerara la identidad local y que, como los aluxes en casas y milpas –estas pequeñas esculturas propiciaran la protección divina tan necesaria– ante la inestabilidad social, representada por sublevados, plagas, epidemias y sequías.

La veneración a la Virgen de Izamal propició en sus esculturas la repetición de símbolos autóctonos, además de la conservación de la tradición del tallado entre los imagineros, su tema innovador tuvo consecuencia en las múltiples y variadas estatuillas que se pueden encontrar, seguramente, en varios altares domésticos instalados en la privacidad del hogar, repitiendo ante ella las devociones heredadas de abuelos y abuelas, filiares devotos de la Reina Itzalana, continuando un culto femenino divino venido desde lo prehispánico y conservado hasta nuestros días.

Notas

1 Fausto Zerón Medina: Felicidad de México. Centenario de la Coronación de María Señora de Guadalupe, Editorial Clío, libros y videos, S.A. de C.V. México, 1995, p. 45.

2 Crescencio Carrillo y Ancona: La civilización yucateca o el culto de la Virgen María en Yucatán. Junta organizadora de la coronación de Nuestra Señora de Izamal, Mérida, Imprenta Díaz Masa, 1949. También consultar a Stella María Gonzales Cicero: Nuestra Señora de Izamal, Fondo cultural Banamex, Compañía Editorial de la Península, Mérida, 1999. Un trabajo reciente es Francisco Fernández Repleto y Genny Negroe Sierra: Izamal Festivo, Universidad Autónoma de Yucatán, México, D. F., 2006.

3 Indalecio Cardeña Vázquez: “Ángeles y artistas. Arte y maya cristiano en la Península de Yucatán”, en Camino Blanco. Arte y Cultura, Directorio Camino Blanco, Instituto de Cultura de Yucatán, diciembre, 2010, año VI, No. 11, pp. 31-37,

4 Miguel A. Bretos: Iglesias en Yucatán. Pintura y escultura en el Yucatán colonial. Producción Editorial Dante, S. A. de C. V., Mérida, Yuc, 1992, pp. 24-29.

5 El trabajo de Gabriela García está citado en Indalecio Cardeña Vázquez: “Ángeles y artistas. Arte y maya cristiano en la Península de Yucatán”, pp. 31-37.

6 Pedro Sánchez de Aguilar: Informe contra Idolorum del Obispado de Yucatán…. Escrito en 1613 y publicado en 1639, Ediciones del Instituto de Cultura de Valladolid, A.C. Renan Góngora Biachi (Editor), Compañía editorial de la Península, Mérida, Yuc., 1998, p. 111.

7 Georgina Rosado y Rosado y Landy Santana Rivas: Género y poder entre los mayas rebeldes de Yucatán: Tulum y la dualidad a través del tiempo, Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, 2007, p. 38.

8 Nuestra Señora de Izamal. Novena de la Virgen de Ytzamal. Publicada en 1764. Entre la pluma del criollo y las velas de la piedad popular. Prólogo de José Iván Borges Castillo, Centro de investigaciones franciscanas del Sureste de México.

9 Introducción de Antonio Rubiel García, en El Zodiaco Mariano, de Francisco de Florencia y Juan Antonio de Oviedo, Conaculta, México 1995. Pp 18.

10 Descripción de la segunda mitad del siglo xvii realizada por fray Diego López de Cogolludo, y retomada por Crescencio Carrillo y Ancona: La civilización yucateca o el culto de la Virgen María en Yucatán. Junta organizadora de la coronación de Nuestra Señora de Izamal, Mérida, Imprenta Díaz Masa, 1949, p. 22.

11 Berta Pascasio Guillen: “Mamá Linda”: Reina y Patrona de Yucatán. La virgen de Izamal, análisis histórico de una imagen de culto, tesis, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013.

12 La Virgen de Izamal en la rebelión de Canek. De la serie X-ki´ichpan Ko´olebil María, POR ESTO!, sección Opiniones, miércoles 28 de diciembre de 2016.

13 Las edición de 1816 se conserva en la Biblioteca Yucatanense, el grabado ya casi ha desaparecido de la última foja del impreso; sin embargo, con esfuerzo visual se aprecia la imagen. En que corresponde a 1854, lo reproduce en su obra , Stella María Gonzales Cicero: Nuestra Señora de Izamal, Fondo cultural Banamex, compañía editorial de la Península, Mérida, Yuc., 1999.

14 Terry Rugeley: De milagros y sabios, religión y cultura populares en el sureste de México, 1800-1876. Universidad Autónoma de Yucatán. Mérida, Yuc. 2012. Pp. 179.

15 Imagen propiedad de familia de Ekmul, Tixkokob, Yuc.

16 Imagen de propiedad familiar, Tecoh, Yuc.

17 Imagen de propiedad familiar, expuesta en la cocina económica “La Reina Itzalana”. Izamal, Yuc.

18 Imagen de propiedad familiar Maldonado de Muna, Yuc.

19 Iglesia de San Pedro Apóstol, Tekal de Venegas, Yuc.

20 Retablo en el crucero del templo, entre la nave principal y el presbiterio, retablo de Nuestra Señora de la Asunción, Iglesia de San Bernabé y San Bernardino, Teya de Cortes, Yuc.

21 Indalecio Cardeña Vázquez: Ángeles y artistas..., pp. 31-37.

22 Chilam Balam de Chumayel, traducción y notas de Antonio de Mediz Bolio, Colección Sureste, Dante Editorial, Mérida, 2005, p. 116.

23 Antonio de Mediz Bolio recogió toda la tradición maya sobre el fundador de Izamal, y con auxilio literario lo plasmo en su obra la Tierra del faisán y del venado.

24 Bernardo de Lizana: Historia de la conquista espiritual de Yucatán y Devocionario de Nuestra Señora de Izamal, Edición de Félix Jiménez Villalba, Madrid, España, 1988, p. 55.

25 Ibídem, p. 76.

26 Ibídem, p. 113.

27 La figura y actuación de la Señora Lunar en el Códice Dresde es sumamente destacado y muy importante, teniendo lugar en momentos significativos. Arqueología Mexicana. Códice Dresde, Parte 1, Edición facsimilar (67 Edición especial), junio, 2016.

28 José Iván Borges Castillo: “X-KI´ICHPAN KO´OLEBIL MARÍA TI CANDELARIA María en los mayas yucatecos”, en Compilación Literaria del Mayab III. Nuestras comunidades hablan, Unión de Escritores comunitarios de Yucatán. Mérida, Yuc., 2015, pp. 159-168.

29 Itzamatul, en otras palabras Itzamna y el conejo, es el nombre de un antiguo vestigio prehispánico principal de Izamal.

30 Richar Nebel: Santa María de Guadalupe, continuidad y transformación religiosa en México, Fondo de Cultura Económica, México-2005.

31 Antonio (Fray) Ramírez Hayashi: Historia y Milagros de la Virgen de Izamal, Talleres de Impresur, Mérida, Yuc., 1993.

32 Bernardo de Lizana: Historia de la conquista espiritual de Yucatán y Devocionario de Nuestra Señora de Izamal, Edición de Félix Jiménez Villalba, Madrid, España, 1988, p. 86.

33 Arqueología Mexicana. Códice Dresde, Parte 1, Edición facsimilar (67 Edición especial), junio, 2016.

34 Fray Diego de Landa: Relación de las cosas de Yucatán. Talleres de Litoarte, México, D. F., 1986, p. 64.

35 Mercedes de la Garza: Libro del Chilam Balam de Chumayel, Prólogo, introducción y notas, Secretaría de Educación Pública, México. D. F, 1985, p. 163.