Marta Núñez Sarmiento*
Metodología de los “por qué”
IV
En la primera parte de este artículo ilustraré los beneficios del estudio de caso comparativo para revelar las intenciones de los promotores de dos espectáculos públicos: el “Concierto por la Paz” de La Habana de 2009 y el show “Venezuela Aid Live”, celebrado el 22 de febrero último en la ciudad colombiana de Cúcuta.
En el “Concierto por la Paz” actuaron músicos cubanos junto a otros invitados foráneos encabezados por el cantante colombiano Juanes. En las semanas previas al concierto, cubanos de extrema derecha residentes en Miami salieron a las calles para protestar contra esta actividad y amenazaron a Juanes si actuaba en Cuba.
Al concierto asistieron un millón 250 mil cubanos, en su mayoría jóvenes, quienes cantaron y bailaron durante 5 horas bajo un sol abrasador en la Plaza de la Revolución. Fue trasmitido en vivo al mundo. Al concluir el concierto, cubanoamericanos rabiosos se lanzaron nuevamente a las calles de Miami, pero esta vez se les enfrentó un número mayor de otros cubanos, mayormente aquellos que salieron de Cuba a partir de los noventa, quienes demostraron estar a favor del concierto.
Dos entidades encuestadoras miamenses preguntaron a una muestra de cubanoamericanos residentes en esa ciudad qué opinaron sobre el concierto habanero antes y después que se celebrara, así como cuánto estimaban que este evento influyó en sus miradas sobre las relaciones entre EE. UU. y Cuba. Los resultados de ambas encuestas mostraron que el apoyo al espectáculo se incrementó después que lo vieron. Cuando preguntaron acerca de la imagen que causó en los cubanoamericanos aquellos que protestaron por ese evento, el 77 % se manifestó en contra de ellos. Además el 52 % de los encuestados favoreció los intercambios culturales entre Cuba y los EE. UU.
Casi 10 años después, el 22 de febrero de 2019, Juanes integró la nómina de cantantes a quienes el multimillonario empresario británico Richard Branson, fundador de las empresas “Virgin Group”, pagó millones para que participaran en el concierto “Venezuela Aid Live” en la ciudad colombiana de Cúcuta, fronteriza con Venezuela. Intentaban, supuestamente, “llamar la atención mundial sobre la crisis inaceptable” que sufren los venezolanos, recaudar 100 millones de dólares para paliar sus angustias y exigir que Nicolás Maduro admitiera el acceso al país de “la ayuda humanitaria internacional”. Los presidentes Germán Piñera, de Chile; el colombiano Iván Duque y elauto proclamado “presidente encargado” de Venezuela, Juan Guaidó, acudieron a Cúcuta para respaldar este show mediático que desesperadamente abogaba por una intervención militar de EE. UU. en Venezuela.
El megaconcierto recolectó apenas 2.4 millones de dólares, monto que no alcanzó el 3 % de los pretendidos 100 millones de dólares que dijeron los organizadores que recaudarían. Desconozco si hubo encuestas para medir las opiniones sobre esta actividad, pero leí dos declaraciones de representantes del mundo del espectáculo. Roger Walters, integrante del conjunto Pink Floyd, expresó en un video: “Tengo amigos en Caracas en este momento. No hay guerra civil, ni violencia, ni asesinatos, ni aparente dictadura”. El cantautor catalán Joan Manuel Serrat ripostó en su cuenta Instagram los elogios que Alejandro Sanz dedicó al concierto y escribió que “El concierto fue un acto político. Eso es de obvio conocimiento y natural intuición. Todos esperamos que detrás de ello no venga muerte y miseria, porque entonces muchos serían los inadvertidos cómplices”.
Por último cito un fragmento de la Declaración de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) a la que pertenezco. Ella alerta que “Existen precedentes de la utilización de las llamadas ayudas humanitarias para desencadenar intervenciones militares. Nada es más importante que la paz para Colombia, para Venezuela, para América Latina y para el mundo. Una iniciativa de diálogo, como la que promueven México, Uruguay, Bolivia y el Caricom, y que el gobierno venezolano acepta, es la única salida a la crisis”.
Hasta aquí mis comentarios sobre la utilidad de los estudios de caso para extraer conclusiones de dos o más casos que se comparen.
Paso a la tercera razón para emplear el estudio de caso que recomienda adentrarnos en un caso o en varios de ellos para enriquecer los conceptos que suelen emplearse para definir los fenómenos que deseamos explicar. Escogí como “mi caso” las ponencias presentadas en el IV Seminario Internacional de Periodismo “Por un periodismo auténtico”, celebrado en el marco del 28 Aniversario de los diarios POR ESTO! en un estand de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey) 2019. El concepto que persigo enriquecer con este ejemplo es el de “periodismo auténtico”, por la vía de analizar los conocimientos que intercambiamos los colaboradores del periódico, provenientes de México, Cuba y Colombia, para comunicar con una profesionalidad comprometida con la justicia social los temas sobre los que escribimos en los diversos géneros periodísticos que publica POR ESTO!
Un estudio de caso riguroso de todo el taller requeriría analizar comparativamente las 45 ponencias que debatieron los participantes. Como no puedo hacerlo en Unicornio, me ceñiré a las cinco intervenciones del panel “El periodismo como medio para la equidad”, en el que participé junto a Georgina Rosado, Socorro Chablé, Verónica García, Germán Pasos y Celia Maldonado, quien actuó de moderadora.
Dentro del concepto general de “periodismo auténtico” me concentraré en lo que sería un subtema o subconcepto del mismo que denominaré “POR ESTO!, periódico incluyente con enfoque de género”, que tomé del título de la reseña publicada del reportero Rafael Gómez Chi el 19 de marzo.
¿Qué conclusiones extraje de este estudio de caso?
Ante todo, destaco cuán importante me resultó conocer personalmente a quienes participaron en el panel. Leo con regularidad sus contribuciones en POR ESTO!, pero observarles a medida que exponían sus temas me permitió cumplir con un detalle vital en todo estudio de caso: añadí al análisis de sus textos la pasión que imprimieron al sintetizar los contenidos tan complejos de los tópicos que trataban y la sencillez científica con la que comunicaron sus ideas al auditorio.
Comprendí también las similitudes y las diferencias que existen en México y en Cuba para cumplir con la imperiosa tarea de construir lo que calificó Socorro Chablé como “un periodismo independiente, no sexista y libre de estereotipos” para construir una sociedad libre de discriminaciones de todo tipo, incluidas las de género.
Con miras a sintetizar los resultados de este estudio de caso, agrupé nuestras intervenciones en tres requisitos que, si se cumplen, convertirán en realidad el sueño de producir un periodismo incluyente con enfoque de género en cualquiera de los géneros y para informar todo tipo de sucesos, no solo los que se refieran a cuestiones concernientes al género.
La primera exigencia consiste en que quienes ejercen el periodismo tienen que despojarse de sus miradas machistas, que es la forma coloquial que describe la prevalencia de la cultura patriarcal. Tienen que revelar cuán presente está el machismo en los “casos” que informan, ya sea en política internacional o nacional, en la economía, en la cultura, en los deportes y hasta en la “crónica roja”. No pretendíamos en nuestras intervenciones obligar a que los periodistas declaren constantemente que asumen una visión a favor de la equidad de géneros, sino que practiquen una modalidad atea del “acto de contrición” o de arrepentimiento para sacarse los pecados de su machismos ocultos, individuales, que residen en periodistas hombres, mujeres y personas LGTBQ. Socorro Chablé mencionó el caso de una información acerca del asesinato de una mujer en Yucatán, en la que el periodista informaba que se desconocía su identidad, pero que debía ser una prostituta por la pintura de sus uñas. Poco después se conoció que era una enfermera.
Yo ejemplifiqué este machismo inconsciente en una información cubana por el 8 de Marzo, en la que una periodista entrevistó a una mujer que ocupaba un cargo de dirección en una refinería de petróleo. Describió su belleza, la fotografió con su casco protector, rodeada de sus sonrientes subordinados y agregó la obligada mención a que “mi familia me ayuda”. Pero fue incapaz de referir las dificultades que confrontó para graduarse en la universidad después de pasar cinco años viviendo en el sexto piso de un edificio de becarios sin elevador, alejada de las comodidades de su hogar y dedicando horas para trasladarse al recinto donde estudiaba. Y, sin embargo, terminó sus estudios con un diploma de oro. ¿Por qué no le preguntaron sobre cuándo decidió parir y qué relación tuvo esta decisión con la carencia de un hogar para ella y su pareja? ¿Esa familia que le ayuda incluye a su marido o él se separó de ella o, simplemente, no participa en las tareas del hogar? ¿Por qué no le preguntaron cómo llegó a ocupar ese cargo de dirección? Tampoco el artículo describe en qué se diferencian las maneras de dirigir de ella de la de los otros hombres dirigentes en la refinería.
En el próximo trabajo, continuaré exponiendo los resultados de este pequeño estudio de caso para ilustrar su utilidad para lograr un periodismo incluyente con una visión de género.