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Entretenimiento / Virales

Marta Núñez Sarmiento*

XVIII

Cierro estos levísimos estudios de caso en los que analizo los contenidos profanos de un pequeño grupo de canciones populares con las de autores borinqueños. Como a medida que encontraba las letras de los boricuas descubrí el profundo sentimiento independentista de los autores de boleros, opté por añadir dos canciones con estos contenidos.

En estas codas a los estudios de caso escogí obras de México, Cuba y Puerto Rico, porque las composiciones originarias de cada uno de estos países las interpretan indistintamente cantantes de estas naciones tan cercanas en sus historias e idiosincrasia. Sucede así con Pedro Vargas, quien junto a Benny Moré, allá por los años cincuenta, formaron un inmortal dúo que interpretó Obsesión, del puertorriqueño Pedro Flores, y La vida es un sueño, del cubano Arsenio Rodríguez. El “Inquieto Anacobero” Daniel Santos cantó con su particular timbre de voz Juramento, de María Grever; Noche de ronda, de Agustín Lara; Dos gardenias, de la cubana Isolina Carrillo, y Lágrimas negras, de Miguel Matamoros. El cubanísimo Conjunto Casino cantó del mexicano Luis Alcaraz Viajera que vas y Si no eres tú, de Pedro Flores. Esta última orquesta actuó junto a los también cubanos Blanquita Amaro y Miguelito Valdés en la Penitenciaría de México el 25 de diciembre de 1943. Roberto Espí, el director de este Conjunto, relató a Gaspar Marrero en el libro Los campeones del ritmo: Memorias del Conjunto Casino: “Aquello fue muy emocionante. Los reclusos se entusiasmaron muchísimo con nuestro espectáculo. Actuamos durante dos o tres horas y, al final, sonamos una conga que desfiló por todo el lugar. Salimos por los pasillos y llegamos al patio, rodeados por los reclusos”. Por cierto, las fotos que acompañan esta entrevista presentan a Blanquita Amaro vestida con un elegante traje sastre, lejos, muy lejos de parecerse a sus acostumbrados atuendos de rumbera.

Analizaré las letras de un grupo de canciones de los puertorriqueños Pedro Flores y Rafael Hernández. Del primero escogí para sacar a la luz lo profano Virgen de medianoche, Amor, Bailando una noche, Linda Minerva, Los hombres son sinvergüenzas, No piense más, Querube, Tú serás mía y Vencido. De Rafael Hernández seleccioné Ahora seremos felices, Amor ya no me quieras tanto, Canción del dolor, Diez años y Lamento borincano. Con Sin bandera, de Pedro Flores, y Preciosa, de Rafael Hernández, cerraré con un broche de oro patriótico este análisis de las canciones boricuas.

En Amor Flores lo describe como “el milagro de la vida”, ese milagro que él le profesa a su amada, a quien le pide que se apiade de él y le corresponda en su querer. Bailando una noche confiesa que el protagonista se enamoró del lindo cuerpo de la amada, además de ilusionarse con sus movimientos y prendarse de su “imagen divina”. Añade que si ella lo quisiera la vida sería dulce para él, incluso, “mejor que la Gloria” e inmediatamente exclama: “¡Ven a gozar!”.

En Linda Minerva el actor detalla a la mujer que adora “como una virgen santa” con atributos que no se corresponden con la castidad de una mujer sagrada: “pura”, “hermosa como una flor”, “irresistible en sus formas palpitantes”, “sublime”, “ideal”, “risueña como el ángel del candor”, “inimitable”, “espléndida”, “graciosa”, “encantadora”, con “las formas de tu cuerpo seductor” que incitan, enloquecen, enamoran y roban la calma a un pobre trovador. Lo mismo sucede en Querube porque exclama: “Tú tienes todas las cosas / que Dios hizo lindas en una mujer: / el pelo, los ojos, la boca / y ese cuerpecito de pura Raquel”. Incluso eleva su beldad con la metáfora cuando le atribuye que ella “es más linda que las novias que tuvo Gardel”. La identifica con un querube del cielo, esos querubines o angelitos que en la canción mexicana siempre pintaban como blancos. De nuevo asegura que ella “tiene todas las cosas / que Dios hizo lindas en una mujer” para describir cómo cuando baila se mueve con tal vaivén que “me incitas / me inquietas / me a locas, (sic) / me hierves la sangre / y me prendo también”.

El clima de la herejía del boricua Pedro Flores estalla en su Los hombres son sinvergüenzas, porque el escenario de las relaciones amorosas sumamente carnales lo ubica en el Paraíso. Quien canta la letra repite el estribillo “los hombres son sinvergüenzas, sinvergüenzas de verdad”, porque lleva la razón de este reproche a las relaciones entre Adán y Eva en el Edén, cuando ella le tendió una trampa al primer varón. Desde entonces “el hombre no quiere a la mujer / nada más que por comer lo que ella le da”. Reconoce que “el mundo sigue siendo un Edén / pero en eso de amor y amistad / yo, que soy hombre también, / digo la verdad” para repetir el estribillo. Relata que cuando en Canadá una mujer parió a las famosas quíntuples, en San Juan “una monja en cátedra / dijo a un capuchino / Los hombres son sinvergüenzas / sinvergüenzas de verdad”. Concluye la canción presentando a una pecadora Eva que vive en este mundo y que era la novia de Miguel: “Dicen que ella lo vaciló / hasta que un día se quedó / solita con él. / Eva no se queda ya / con nadie que tenga pantalón. / Y al preguntarle razón / dice a carcajá: / Los hombres son sinvergüenzas, sinvergüenzas de verdad”.

En No pienses más le dice desesperado a la mujer que le rehúye: “Ya tú no puedes evitar / que yo te quiera. / Dios nada más / puede arrancar una pasión / que está dentro de mi corazón”. Mientras que en “Tú eres mía” le profetiza que aunque ella lo hiera tan hondo como desee, que aunque lo mate con sus desdenes, ella nunca podrá matar el amor que le profesa. Entonces le lanza un conjuro nada piadoso cuando dice: “¡Que yo te juro que aquí en la tierra / allá en el Cielo o donde vaya / tú serás mía”.

Prosigo con Rafael Hernández y su canción Ahora seremos felices. Su contenido no es hereje sino que está a tono con la prédica cristiana, porque el protagonista le cuenta a la amada cómo será el hogar que formarán en “la casita que tanto te prometí”, llena de flores y de romances. Pide “Que Dios nos dé mucha dicha, negra, / y mucha felicidad”. Concluye con el augurio que “Para completar la dicha y nuestra felicidad / hace falta una cosita. ¿Qué será? ¿Qué será? / Es una cosa chiquita por cierto muy singular / es como una muñequita / que alegrará nuestro hogar”.

Amor, ya no me quieras tanto resulta tenuemente hereje porque el protagonista le suplica a la mujer que él abandonó, a pesar que ella siga amándolo, que se olvide de él. El reconoce que le ha causado tanto daño que se ha convertido en “la cruz” de ella. “Canción del dolor” sigue esta pauta, porque el actor reconoce que tiene clavada en el alma un infortunio de amor que es igual a una canción que llora e implora. Equipara ese amor a “un cariño santo” porque es una “ilusión que duele”, “un olvido que hiere”, “un castigo por quererla tanto” y, en resumen, porque “es una canción del dolor”. Infiero muy personalmente que lo profano está muy hundido en la intención del autor de presentar estas dos variantes del amor como algo que resulta tan doloroso y, simultáneamente, “tan santo” que se convierte en “su cruz” por no poderlo disfrutar plenamente.

En Diez años, lo sacrílego aparece abiertamente al final de la canción. El hombre siente una honda pena, porque desde hace diez años no se encuentran y relata con lujo de detalles lo fogoso que fue su primer amor: “¡Qué alegre fue aquella tarde para los dos! / ¿Te acuerdas cuando la noche tendió su manto / y el cántico de la fuente nos arrulló?” Pero cuando el sueño los venció a los dos, ella le pidió quedamente que la abrazara para alejar el frío, “Y el resto de este romance lo sabe Dios”. Por tanto, el Señor fue el único testigo de su entrega amorosa.

Cuando Pedro Flores compuso Sin bandera se la mostró a Rafael Hernández, quien le dijo que esa era una canción que él hubiera deseado componer. De inmediato escribió Preciosa. Aquí reproduzco las letras de ambas, que no necesitan de análisis alguno para extraer su patriotismo.

Sin bandera (Pedro Flores)

¡Ay! , si mi patria tuviera su propia bandera desplegada al sol. / ¡Ay!, si vivieran los hombres que en tiempo de España tuvieron tesón. / ¡Ay!, si existieran patriotas como eran Barbosa, de Diego y Muñoz, / Quizás mi patria no fuera tan pobre ni esclava de extraña nación. / Hoy no tienen los boricuas en la Tierra ni un rincón. / No les queda más que un grito que se ahogó en el corazón, / una lágrima de fe, una lágrima de amor. / ¡Ay!, si existieran patriotas como Barbosa, de Diego y Muñoz. / Hoy no tienen los boricuas ni un rincón en la Tierra. / No les queda más que un grito que se ahogó en el corazón, / una lágrima de fe y una lágrima de amor. / ¡Ay! Si existieran patriotas como eran Barbosa, de Diego y Muñoz.

Preciosa (Rafael Hernández)

Yo sé lo que son los encantos / de mi Borinquen hermosa. / Por eso la quiero yo tanto, / por siempre la llamaré preciosa. / Isla del Caribe, / Isla del Caribe. / Borinquen. / Preciosa te llaman las olas / del mar que te bañan. / Preciosa por ser un encanto / por ser un Edén / y tienes la noble hidalguía / de la madre España / y el fiero cantío / del indio bravío / lo tienes también. / Preciosa te llaman los bardos / que cantan tu historia, / no importa el tirano te trate con negra maldad. / Preciosa serás sin banderas, / sin lauros ni glorias, / Preciosa, Preciosa te llaman los hijos / de la libertad.

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