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Los intercambios docentes entre universidades de EE. UU. y Cuba atascados en una 'Trampa 22”

Marta Núñez Sarmiento*

XLIII

Al presidente Trump le invade otro miedo con relación a la presencia de ciudadanos de su país en Cuba; más bien diría que el asunto le aterra: la estancia en Cuba de los estudiantes de universidades de EE. UU. que llevan a cabo aquí sus “semestres en el extranjero”. Esta es una práctica docente común en los centros universitarios norteamericanos privados a la que pueden acceder los alumnos en dos oportunidades para realizar sus estudios en los países que escojan y con los que sus centros tienen acuerdos académicos. Estas estancias en el exterior son consideradas parte de los programas de cada universidad, con la característica que los alumnos viven y estudian en las universidades de otros países con el fin de ensanchar sus visiones del mundo.

En el caso de Cuba, estos intercambios comenzaron experimentalmente en 1997 y se mantuvieron estables desde el 2000 hasta el presente, a pesar de los altibajos que provocaron las políticas de George W. Bush y de Donald Trump.

Yo he impartido las asignaturas “Relaciones de género en Cuba” y “Género, raza y desigualdades: visiones de académicos cubanos” desde 2002, primero en la Universidad de La Habana, y desde el 2012 en la Casa de las Américas. Estudié a través del procedimiento del estudio de caso mis experiencias con estos programas para presentarlos en la XVI Edición de la serie de conversaciones “Cuba en la política exterior de Estados Unidos”, celebrada en La Habana en diciembre de 2017 y fue publicado como un capítulo del libro editado por Soraya Castro y Margaret Crahan titulado Donald J. Trump y las relaciones Cuba Estados Unidos en la encrucijada, Grupo Editor Orfila, México, 2018, de la página 409 a la 424.

Omito en esta reproducción para Unicornio de POR ESTO! las referencias que aparecen en esta publicación.

En 2016 pronostiqué cuánto sufrirían los vínculos culturales entre Estados Unidos y Cuba si la Administración Trump obstaculizara los programas universitarios cortos y semestrales en Cuba. Desgraciadamente, la mayoría de estos presagios se cumplieron cuando la administración construyó un muro entre los dos países, no con concreto sino con falsedades sobre Cuba ampliamente divulgadas en la población norteamericana.

Esta administración organizó una estrategia comunicativa diseñada para sembrar miedos e inseguridades entre quienes pretendían viajar a la isla, entre ellos, los estudiantes universitarios norteamericanos y sus profesores. Tal pareciera que retomaron la trama de Joseph Heller en su novela Catch 22 (Trampa 22) publicada en 1961. Una de las interpretaciones de este término es que quienes crearon la situación de Catch 22 inventaron reglas arbitrarias para justificar y ocultar sus abusos de poder.

Personalidades e instituciones del más alto nivel de la administración intimidaron a los norteamericanos con falsedades que trasmitieron entre junio y diciembre de 2017. Las acciones más relevantes fueron el discurso del Presidente en Miami del 16 de junio; el “Memorándum presidencial de seguridad nacional para fortalecer la política de Estados Unidos hacia Cuba”, que firmó en esa ocasión; la “Advertencia de viajar a Cuba” que emitió el Departamento de Estado en septiembre de 2017. Este último documento informaba que se ordenaba el regreso a EE. UU. de diplomáticos de su embajada en La Habana y a sus familiares, debido a que su seguridad personal estaba en riesgo por ataques indeterminados que provocaron en los empleados serios trastornos de salud. Agregaba que en tanto no se habían identificado las fuentes de esos ataques, estimaba que los ciudadanos de EE. UU. podían también estar en riesgo y, por tanto, les advertían que no viajaran a Cuba. Retiraron al 60 % del personal de su embajada en la isla y cerraron los servicios consulares en La Habana. Asimismo, expulsaron a diplomáticos cubanos de nuestra embajada en Washington, acción que redujo al mínimo los servicios consulares para los cubanos residentes en EE. UU. y para los norteamericanos que querían viajar a la isla. Además, en una de sus conferencias de prensa en esos días el presidente Trump repitió varias veces que Cuba había hecho cosas “malas”.

Se dice que los tuits de Trump los leen diariamente 800 millones de personas en el mundo. La “Advertencia de viajar a Cuba” la habían consultado 3 millones y medio de usuarios en Google hasta el 13 de diciembre de 2017.

El 8 de diciembre de 2017 Carl C. Risch, secretario adjunto del Departamento de Estado para Asuntos Consulares, dijo que emitirían en enero advertencias de viaje para ciudadanos norteamericanos clasificadas en cuatro niveles. El primer nivel consistiría en “ejercer precauciones normales”; el segundo en “incrementar las precauciones”; el tercero significaba “reconsiderar el viaje” y el cuarto nivel sería “no viajar”. El Departamento de Estado ubicaría a cada país en una de estas categorías, dependiendo de la percepción de peligro que estimara poseer para los ciudadanos estadounidenses.

¿En cuál de ellas encasillaron a Cuba? El 10 de enero de 2018 el Departamento de Estado y su Buró de Asuntos Consulares ubicó a Cuba en la categoría 3 del Travel Advisory que significaba “reconsidere su viaje”.

Esta estrategia comunicativa ejemplifica la tesis que el profesor canadiense Marshall McLuhan enunció como “los medios son los mensajes”, contenida en su libro Understanding Media (McLuhan, 1964). Esta idea pondera la importancia de los medios de comunicación para que los contenidos de los mensajes penetren en las masas. En los últimos 7 meses de 2017 la administración estadounidense lanzó a través de los medios de comunicación de alta tecnología, como los tuits, mensajes cortos y falsos que proyectaron la imagen de una Cuba peligrosa, casi terrorista. Quienes los leyeron reprodujeron sus interpretaciones en tuits personales, en facebook y en los blogs, que inundaron el universo mediático “alternativo” con hipocresías apocalípticas sobre Cuba. Poco pudieron hacer los “mainstream media” para contrarrestar esas mentiras, porque ya no son los que dictan las ideas entre los norteamericanos. Los han sustituido los medios de comunicación que se llevan en los bolsillos.

Los otros medios que usaron para esta estrategia comunicativa fueron los documentos que el 7 de noviembre de 2017 emitieron los departamentos de Estado, de Comercio y la Oficina de Control de Activos Extranjeros, dependiente del departamento del Tesoro (OFAC). Los lectores habituales de estas regulaciones son los especialistas que se rigen por ellos para desarrollar las relaciones entre EE. UU. y Cuba. Pero el “gran público”, sin haberlos consultado, posiblemente interpretó que sus contenidos imponían obligatoriamente que a Cuba no se debe viajar.

Según la profesora norteamericana Hope Bastian el miedo y el desconcierto que suscitó esta estrategia provocó que universidades norteamericanas con una larga tradición de intercambios académicos con sus pares cubanos o que desearan iniciarlos detuvieran todas sus acciones por temor a cometer una “negativa plausible” (plausible denial) ante la Advertencia del Departamento de Estado. Los padres y alumnos que planeaban matricularse en semestres o cursos cortos en la isla también temieron contravenir las leyes de su país.

Muchas compañías de seguro no concedieron sus servicios para viajar a Cuba, lo que contribuyó a que los norteamericanos cancelaran cualquier tipo de proyectos de viajes a la isla, incluyendo los educacionales.

¿Cuáles son las regulaciones que la OFAC en su documento referido aplica hoy a los viajes educacionales a Cuba? ¿Realmente obstaculizan esta categoría de viaje?

Ellas dividen las actividades educacionales en tres “licencias generales”.

La primera solo se aplica a una institución académica que confiera créditos de pregrado y de posgrado para los estudiantes matriculados en ella e impone que tengan una duración de 10 semanas. Estos son los cursos semestrales.

Igualmente, admite realizar investigaciones en Cuba con el fin de obtener un título de postgrado y permite que una institución académica de EE. UU. auspicie que un académico cubano imparta docencia o emprenda otras actividades académicas en dicha institución.

La segunda regulación admite 10 categorías de actividades educacionales, que también habían sido autorizadas por el presidente Obama. Todas tienen que ser auspiciadas por una organización sujeta a la jurisdicción de EE. UU. y añade que tienen que acompañarlas un representante de esa organización.

Esta regulación permite los programas de estudios cortos en Cuba, porque no les impone una duración no menor de 10 semanas. Estos cursos cortos son los más populares en las universidades de Estados Unidos y los que más estudiantes norteamericanos trajeron a Cuba, porque son menos costosos que los semestrales.

Las regulaciones permiten también que un estudiante viaje individualmente a Cuba para realizar estudios vinculados a su tesis de pregrado o posgrado.

Ambas regulaciones admiten que un profesor cubano sea auspiciado para que imparta docencia o desarrolle actividades académicas en una universidad norteamericana. Sin embargo, según la profesora Bastian, esto se torna imposible, porque el cierre de los servicios consulares de la embajada de EE. UU. en La Habana impide que los profesores cubanos soliciten aquí sus visas. El procedimiento actual para obtener las visas requiere que asistan a la entrevista en un consulado estadounidense ubicado en un tercer país. Por lo tanto, tendrían que pagar la visa para ingresar a ese país, comprar los boletos de avión de ida y vuelta, costear su estancia allá, sin tener la seguridad de obtener la visa. Si los funcionarios consulares de EE. UU. les indican que dejen sus pasaportes en la embajada hasta decidir si se le concede la visa o no, estos profesores cubanos se convertirían en personas indocumentadas en el tercer país durante la espera y no podrían retornar a Cuba porque carecen de sus pasaportes.

La tercera licencia general que incluye viajes educacionales es la de people to people. Ella autoriza aquellos viajes que no estén relacionados con estudios académicos incorporados en programas curriculares. Deben acompañarles un representante de la organización de EE. UU. que lo auspicia, quien debe dar fe de que se cumplieron las actividades incluidas en el programa de intercambios educacionales. Asimismo, exige que “El viaje debe incluir que durante su estancia en Cuba los visitantes se comprometan (engage) con un programa de actividades que privilegien contactos con la población cubana, que apoyen a la sociedad civil cubana o que promuevan la independencia del pueblo cubano de las autoridades cubanas”. Estos requisitos se entrometen en asuntos internos de Cuba y, por ende, son altamente subversivos para la parte cubana.

La intromisión en asuntos internos cubanos se agrava con el requisito de que estos visitantes que participan en viajes educacionales no deben mantener contactos con aquellos funcionarios del gobierno ni acudir a las entidades cubanas que han sido prohibidas expresamente en la Lista de restricciones sobre Cuba que el Departamento de Estado emitió el 9 de noviembre de 2017.

Continuaré presentando este estudio en mis próximos artículos.

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