Luis Carlos Coto Mederos
1809
Tema: La astucia (3)
Luis Quintana vs
Leandro Camargo
Ya en la víspera del final de nuestra sección sobre la décima como estrofa nacional cubana, quiero reparar en la inteligencia, la gracia y la belleza de esta manifestación artística que adoptamos como propia y a la cual estoy seguro que hemos hecho aportes esenciales. La décima, tanto escrita como improvisada –cada una tiene muy bien marcadas sus diferencias y sus límites– es una de las mayores riquezas culturales de nuestro pueblo, reconocida ya por la Organización de Naciones Unidas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Luis Quintana
La astucia es como un motín
con el vientre envenenado,
que el hombre que la haya usado
logra con trampas su fin.
¿Quién no sabe que Caín
sin vergüenzas en la piel
fue más astuto que Abel?
Pero consiguió con eso
que Dios derramara el peso
de las penas sobre él.
Leandro Camargo
El fue más bruto que Abel,
no digas que astuto ha sido:
es que el mismo se ha metido
los puñales en la piel.
La astucia es sólo el nivel
entre el trillo y la distancia,
utilizan la fragancia
de sus cerebros astutos
para enseñar a los brutos
que viven en la ignorancia.
Luis Quintana
Yo jamás, con tanto amor
en lo que voy respirando,
he visto a un niño enseñando
a escribir a un profesor.
Yo alcé mi gesta mayor
en un plano ejecutorio,
yo, por concepto notorio,
amo la sinceridad
que no tiene oscuridad
ni en el día del velorio.
Leandro Camargo
Yo no pretendí opacarte
con mis improvisaciones,
yo quise los tropezones
de tu camino quitarte,
Yo sólo quise ayudarte
con la lumbre de mi as.
No es que tú vayas detrás,
es que soy un hombre astuto,
no para que seas bruto:
es para que aprendas más.
Luis Quintana
Son buenas las intenciones
que hay en tu filosofía,
pero has de esperar el día
de las calificaciones.
Te levantas y te pones
a sudar cuotas de amor
sin saber que es un error,
tú que en secundaria estás,
que el niño que sepa más
avergüence al profesor.
Leandro Camargo
Te voy a hacer una historia:
un profesor daba clases,
un niño sembró sus frases
y acudió a su gran memoria.
Lo llamó con mucha euforia,
le dijo bajo el error:
¡ese niño era el mejor!
Y si él no rectificara,
la visita le encontrara
las faltas al profesor.
Luis Quintana
Te voy a hacer otra historia:
un niño escuchaba clases,
pero emocionó sus bases
y confundió su memoria.
Acabó su trayectoria
y en el día del bautizo,
viéndose ante lo que quiso,
frente a lo que imaginó,
su pluma desaprobó
la pregunta que se hizo.
Leandro Camargo
Hay maestros que no ven,
cuando enseñan al letrado,
que a veces el alumnado
puede dar clases también.
El que aclama por el bien
y dice bajo el error,
no es para hacerse el mejor
y no es para avergonzar:
es sólo para ayudar
las clases del profesor.
Luis Quintana
Martí se hizo grande aquí
y a lo largo del Caribe,
sin embargo, fue Mendive
el que enseñaba a Martí.
Pero si esto fuera así,
si tú pensaras mejor,
en tu estudiantil fragor
los dueños de los envases
ponen niños a dar clases
y a estudiar al profesor.
Leandro Camargo
Martí fue muy grande aquí,
el alzó muy pronto el vuelo.
¿Quién no conoce el anhelo
de la historia de Martí?
Mendive le dio el rubí
que debía iluminarle,
Martí logró superarle
y en nuevas clases daría
lo que el profe no podía
en su antigua clase darle.
Luis Quintana
Martí bautizó en la espuma
a una muñeca sin brazos
que después de nobles pasos
atenuó una infancia suma.
Pero el dueño de la pluma
de la intelectualidad,
que quiso la libertad,
que agarró una garra sucia,
en vez de llevar la astucia
usó la sinceridad.
Leandro Camargo
Si a tu clase voy, Luisito,
y se equivoca tu tiza,
te hablo con una sonrisa
y te lo digo bajito.
Al grupo no se lo grito
porque de horrores se llena,
pero si a tu clase buena
yo le dejara el borrón
escrito en el pizarrón
entonces sería una pena.