Entretenimiento / Virales

Clara Porset: diseño, tradición y modernidad

Mara Rodríguez Venegas*

El diseño y la arquitectura todavía eran cosas de hombres en la primera mitad del siglo xx. Un terreno donde todo lo relacionado con la creación y la producción de espacios, así como de los elementos que lo componían se circunscribían al ámbito masculino. Ganar respeto profesional en un mundo de hombres era cosa seria, pues para la mentalidad de la época, poco o nada debía hacer una mujer diseñando planos para muebles y menos en un taller de herrería o carpintería. Si bien las mujeres ya habían incursionado en otros espacios dentro del mundo artístico, no era bien visto su desenvolvimiento dentro de la arquitectura y el diseño de interiores. Sin embargo, varias de ellas desafiaron estos requerimientos de época, dejando su huella en la historia y convirtiéndose en una referencia casi obligada. Este es el caso de la cubana Clara María del Carmen Magdalena Porset y Dumas, más conocida como Clara Porset (1895-1981), quien, nacida en el seno de una familia acomodada de la ciudad de Matanzas, tuvo la oportunidad de mirar el mundo desde otra perspectiva y desde ahí proyectar sus trabajos con gran carga de funcionalidad e identidad.

Clara Porset estudió en Estados Unidos y en Francia. Se nutrió de movimientos artísticos, de arquitectura y de diseño, que eran referencia para la época. Para este tiempo sus preocupaciones estaban acompañadas por la innovación y la visualidad, transformando su percepción del concepto de decoración, al que prefirió sustituir por el de diseño de interiores. Su mirada abierta y crítica la llevó a idear muebles que visualmente complementaban elementos universales con los locales, entendiendo la disciplina creativa desde el rigor investigativo.

La diseñadora vivió gran parte de su vida en México, país que le dio mucho y donde murió. Incentivada por su esposo, el artista mexicano Xavier Guerrero, diseñó muebles que mezclaban la tradición y la modernidad de manera particular. Algunos estudiosos aseguran que conjugó influencias de muebles nativos de México y el Caribe con otros europeos, como la silla de cadera española y de la silla Savonarola italiana. Lo cierto es que en su trabajo está presente una suerte de diálogo intercultural que culminó en la organicidad de formas y estructuras en donde dialogaban tradición y modernidad.

Emprendió un viaje de carácter investigativo por todas las regiones de México para registrar los muebles emblemáticos de cada cultura nativa. De ahí que inspirada en la figura totonaca, en la butaque tradicional yucateca y en el dujo taíno, diseñara mobiliario que ha transcendido épocas y sufrido variaciones de acuerdo a las necesidades de los usuarios y a las tendencias estéticas.

Al estudiar los muebles nativos, Clara Porset profundizó en su ergonomía y materiales, lo que le permitió elaborar una propuesta que le hiciera un guiño a estos muebles autóctonos. Por tanto, la influencia de la butaque tradicional yucateca en sus trabajos es notable, al igual que las reminiscencias de carácter formal del dujo taíno, un asiento característico de este tipo de culturas del Caribe. De modo que, estas piezas sirvieron de inspiración para incentivar una suerte de diálogo cultural entre la tradición prehispánica y la modernidad.

Los trabajos de Clara Porset fueron parte también de proyectos de arquitectos mexicanos importantes, tal es el caso de su emblemático Miguelito, realizado para Luis Barragán. Este mueble evolucionó y en ocasiones aparece con o sin pasamanos. En un análisis del mismo se observan los códigos de la modernidad que manejaba Barragán en sus proyectos arquitectónicos, donde primaba una suerte de geometría rítmica coloreada con tonos vibrantes. En correspondencia con ello, este tipo de mueble era diseñado para un ambiente interior, de lectura o de descanso, que también era funcional para exteriores. Por esta razón, Clara Porset experimentaba con varios materiales que una vez trabajados lograban la sensación de descanso corporal, como lo hizo con la butaque Miguelito.

Las primeras muestras de sus diseños se enfocaban en el aprovechamiento de la madera, optimizando las secciones de su estructura que conforman el asiento, las patas y el respaldo. La primacía de la madera, la piel y las tachuelas (clavos de tapicería) son los principales y únicos elementos que conforman este mobiliario. Esto demuestra una suerte de honestidad de materiales que apunta a su simplicidad. Además, en el mueble predomina la curva que conecta asiento y respaldo y se observan ensambles encolados y machimbrados que le agregan fluidez visual al tiempo que posibilitan su fabricación artesanal.

Uno de los deseos de Porset fue motivar la producción de este tipo de mueble artesanalmente para que así llegara a otras clases sociales. El interés por los entornos populares se justificaba en su simpatía por los movimientos de izquierda, que ya desde su Cuba natal traía consigo, cuando en los años treinta tuvo que abandonarla por descontento con el gobierno de Gerardo Machado. La importancia que para este entonces tenía la clase trabajadora y popular se reflejaba en sus creaciones. Ella quería educar la mirada, la visualidad e incentivar el aprecio por las culturas nativas. Este énfasis se demostró en la accesibilidad de este tipo de mobiliario rescatando elementos autóctonos que, reinterpretados y adaptados a las necesidades del usuario, mostraban una coherencia formal y estética con los estilos arquitectónicos de la época.

Muchos investigadores interesados en el diseño y la arquitectura han escrito textos biográficos y de análisis inspirados en esta creadora, entre los que se cuentan artículos y libros. En México, la Porset dejó su legado en alumnos que más tarde analizaron su obra; mientras que en Cuba, sus trabajos parecían redescubrirse durante los años noventa. En su memoria se han inaugurado exposiciones donde sus trabajos están presentes. Tal es el caso del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, en La Habana, que realizó una exposición de diseño industrial donde se incluyeron trabajos de la Porset, y la Galería ADN de la Ciudad de México, con una muestra del modernismo mexicano donde estuvieron emplazadas las butaques Miguelitos de la reconocida diseñadora.

Clara Porset también dedicó a la docencia varias etapas de su vida, particularmente en la última enseñó en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, que en reconocimiento a su obra instituyó con su nombre un premio dirigido a las féminas estudiantes de Diseño Industrial, gesto que constituye un vivo ejemplo de cómo su quehacer creativo ha perdurado hasta nuestros días, convertido en obligada referencia en el estudio del mueble en México con un marcado sentido de tradición y modernidad.