Raven, una treintañera negra y "no binaria" (que no se identifica como hombre ni como mujer), es creadora de contenido en Twitch, la plataforma de transmisión de videojuegos en vivo más grande del mundo. Casi cada vez que inicia una sesión de transmisión en vivo sufre un ataque repentino de insultos racistas.
Pero también es objeto de "hate raids" (ataques de odio) que hacen la vida imposible a los creadores estigmatizados por su color de piel o su orientación sexual. "Es muy difícil. Y es difícil no internalizarlo, porque me odian por cosas que no controlo", dijo esta madre de dos hijos, al borde de las lágrimas.
Ante las recurrentes oleadas de racismo y referencias al grupo supremacista blanco Ku Klux Klan, Raven lanzó en Twitter el lema #TwitchDoBetter (Twitch hazlo mejor).
Decenas de usuarios, principalmente no blancos y/o de la comunidad LGBTQ se unieron a este banner para denunciar la inacción de la plataforma.
Porque para muchos de ellos, Twitch es más que un sitio de entretenimiento: es su lugar de trabajo. Como "afiliada", a Raven se le paga según la cantidad de suscriptores a su canal y sus donaciones.
Esta amante de los videojuegos de terror gótico adora su trabajo. Pero ahora, antes de una sesión, tiene una lista de parámetros técnicos para configurar y moderadores voluntarios para movilizar con el objetivo de reducir el riesgo de una invasión de su ventana de chat.
De todas formas, a los trolls no les faltan métodos. Según las víctimas, utilizan la jerga de los codificadores, que consiste en escribir malas palabras prohibidas para pasar por las grietas de los algoritmos.
"Siempre encuentran la manera", señala Mark Griffiths, psicólogo de videojuegos de la Universidad de Nottingham Trent, Inglaterra.
La impresión de anonimato y la sensación de impunidad también facilitan estos comportamientos. "La policía se toma cada vez más en serio estos casos", pero "los editores de videojuegos todavía los consideran insignificantes", lamenta.
Chonki, una jugadora judía que se ha visto inundada de mensajes antisemitas e imágenes de esvásticas, también cuestiona la falta de apoyo de las estrellas de la plataforma.
Le gustaría que aquellos que tienen la condición de "socios", y por lo tanto gozan de una influencia considerable, dejen de "tolerar comentarios racistas y misóginos en su canal".
Para Chonki y Raven, irse sería como dejar su trabajo. De ahí su enojo por la falta de capacidad de respuesta de Twitch. "Se llevan el 50% de nuestros ingresos y ni siquiera pueden protegernos del acoso", sentencia Chonki.
Con información de AFP
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