En los últimos años ha surgido una alternativa a favor del medio ambiente para cremar a las personas que fallecen, esta se conoce como aquamación.
La técnica ha cobrado relevancia tras anunciarse que los restos del Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, quien falleció a los 90 años, serían calcinados así.
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Este método de cremación está basado en la combinación de agua y altas temperaturas, sin embargo, sólo es permitido en algunos países, al igual que el compostaje de los cuerpos con capas de hojas y madera, o el nitrógeno líquido.
De su nombre científico hidrólisis alcalina, consiste en la cremación por el agua más que por el fuego. Los restos del fallecido se depositan en un gran cilindro metálico y luego se sumergen en un líquido, una mezcla de agua y productos alcalinos.
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La sustancia se calienta (alrededor de 150 ºC) y se pone bajo presión, proceso que permite una rápida disolución de las carnes en el interior de la caja.
Los huesos son reducidos a polvo blanco, colocados en una urna y entregados a los familiares para ser enterrados, como lo será monseñor Desmond Tutu.
Quienes están a favor de esta práctica insisten que, desde un punto de vista simbólico, el agua se considera más suave que las llamas, y evoca el final de una vida comenzada en el elemento líquido.
Asimismo, destacan el beneficio ecológico, pues genera menos energía que la combustión que se realiza en una cremación común, lo que evita una menor emisión de gases de efecto invernadero.
El agua consume cinco veces menos energía que el fuego, según la empresa Resomation, con sede en el Reino Unido.
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JAL