Jorge Gómez Barata
La economía liberal, exitosa en los países europeos donde se originó y en los Estados Unidos donde se aplicó consecuentemente, al ser implantada en el Nuevo Mundo estuvo mediatizada por circunstancias que la hicieron fracasar, una de ellas fue el monopolio estatal establecido por España. Medio milenio después de la conquista, América Latina entrega petróleo crudo y compra gasolina, en una modalidad de intercambio desigual que recuerda el trueque de oro por baratijas.
La paradoja de exportar azúcar para importar caramelos, resume una situación regional creada por la instalación del modelo económico agroexportador impuesto por las metrópolis europeas como parte de la conquista y la colonización y que ningún gobierno, ni siquiera las revoluciones han logrado trascender.
Ese esquema que dio la espalda al mercado interno, conservó el latifundio y entronizó las concesiones para la explotación de los recursos naturales, ató las economías a la noria de exportación-importación, acreditó las monedas de las metrópolis y creó el paradigma de la dependencia, que también se expresó en política y la institucionalidad. Aunque en el siglo XX se registraron avances que dieron lugar a media docena de economías emergentes, ningún país latinoamericano ha alcanzado el desarrollo en su expresión integral.
El hecho de que esta nefasta situación haya sobrevivido, extendiéndose a rubros como el petróleo cuyo valor de uso y significado económico se conoció después de la independencia, evidencia que se trata de la más persistente entre las múltiples deformaciones estructurales entronizadas por la conquista, la colonización y el neocolonialismo.
Las reflexiones críticas y los llamados a subsanar las consecuencias de esas deformidades estructurales, no es una exhortación a suprimir caprichosamente la exportación. De lo que se trata es que cada país, al aprovechar las ventajas comparativas y explotar aquello para lo cual está más dotado, procure equilibrios económicos que jerarquicen al mercado interno y conduzcan al desarrollo y al bienestar.
Tal vez el modo como ahora se lo plantea China que se propone dar prioridad al mercado y la inversión nacional, avanzando hacia una sociedad “moderadamente acomodada”, lo cual significa moderadamente consumista y confortable, sea el camino correcto.
Es conocido que en Sudamérica y México se han obtenido resultados, de los cual son ejemplos los alcanzados en las coyunturas asociadas a la Primera y Segunda Guerras Mundiales y a la existencia de gobiernos nacionalistas como los de Getulio Vargas en Brasil, Perón en Argentina y Cárdenas en México.
No obstante, los esfuerzos desarrollistas de algunos gobiernos, las políticas económicas gubernamentales no han sido consecuentes en el empeño por apoyar al capital privado nacional, sobre todo en el fomento y apoyo a las pequeñas y medianas industrias manufactureras que son competitivas en los mercados nacionales donde incluso pueden incursionar en aras de cierta complejidad tecnológica.
La idea de que las transnacionales y en el caso de Cuba, la empresa estatal socialista, incluidos los latifundios agrícolas estatales son económicamente más eficaces que las pequeñas y medianas industrias nacionales es un equívoco trascendental. Todas las grandes empresas, incluidos algunos ejemplos tan conspicuos como la industria azucarera, la Standar Oil y tan actuales como Microsoft, Facebook y Google, comenzaron siendo pequeños negocios, algunos, según se afirma, tuvieron sus primeras sedes en los garajes familiares.
Cuba, que recapacita acerca de la reforma de su modelo económico, insiste en un esquema que tratará de combinar la inversión extranjera con la empresa estatal socialista, incurriendo otra vez en el error de no atenerse a las escalas de la economía nacional, subestimando el mercado interno y la relevancia de las pequeñas y medianas empresas manufactureras, agrícolas y comerciales que pudieran formar un próspero sector privado que, aliado con el estado, contribuya al crecimiento y al desarrollo.
Las opciones están a la vista y puede no haber segundas oportunidades.