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Internacional

Humanidad vs. Razón de estado

Jorge Gómez Barata

Siempre supe que en la posición de Donald Trump, al escoger entre sancionar al gobierno de Arabia Saudita por el crimen de Jamal Khashoggi y los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, prevalecería la “razón de estado” de la que constantemente se abusa, no sólo en Norteamérica.

En 1945, en viaje de regreso de la Unión Soviética donde había participado en la Conferencia de Yalta, el presidente Franklin D. Roosevelt se detuvo en Arabia Saudita en cuyas aguas ancló el “USS Quincy” a bordo del cual fue invitado el rey Abdulaziz Ibn Saud, padre del rey Salman.

Aunque no existe un texto escrito de lo acordado en las conversaciones efectuadas por los dos gobernantes, allí se tejió un entendimiento estratégico trascendental según el cual, sin plazos ni términos, Arabia Saudita proveería a Estados Unidos de todo el petróleo necesario, el cual sería pagado en dólares, mientras la superpotencia garantizaría la seguridad del país árabe.

Ese acuerdo, que luego parece haberse hecho extensivo a los aliados europeos, explica no sólo la actitud del presidente Donald Trump ante el repugnante asesinato y el genocidio que se comete en Yemen, sino el de todos los mandatarios estadounidenses ante Arabia Saudita en los últimos setenta y tres años.

La cumbre y el acuerdo fueron preparados desde 1943 mediante el intercambio epistolar entre FDR y el rey Abdulaziz Ibn Saud y por dos visitas a Washington efectuadas aquel año por el príncipe Faisal, donde se entrevistó con el secretario de estado Cordell Hull y el vicepresidente Henry Wallace y finalmente, en dos oportunidades, con el presidente.

En la segunda de las reuniones, efectuada el 9 de noviembre de 1943, se acordó establecer una base aérea de Estados Unidos en Dhahran, Arabia Saudita que fue la primera instalación militar norteamericana en el Oriente Medio. En 1946 la instalación entró en operaciones. Curiosamente Dhahran es la ciudad donde en 1931 se encontró petróleo y es hoy centro de la industria petrolera saudita y sede de la compañía ARANCO, la petrolera más grande del mundo.

En 1945, con su visita a Arabia Saudita, Roosevelt conoció personalmente al rey Abdulaziz Ibn Saud, que al parecer lo impresionó y selló una alianza estratégica que ata a Estados Unidos a la colaboración militar y de seguridad con el país con peor récord en materia de derechos humanos del mundo, lo cual motiva el repudio de la opinión pública mundial.

Obviamente, no se trata sólo de Jamal Khashoggi, sino también del genocidio en Yemen y de la represión interna, no sólo respecto a la oposición sino a todas las fuerzas políticas y la sociedad civil de ese país. En el plano social baste observar el estilo de vida impuesto a las mujeres y las niñas.

Si bien con el asesinato de Jamal Khashoggi, Arabia Saudita acumula descrédito y repudio, una vez más Estados Unidos se desmiente y confirma que su política exterior, lejos de estar guiada por ideales de democracia, progreso y paz, en disyuntivas como ésta se deja llevar por mezquindades.

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