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Internacional

La locura del capitalismo no durará mucho

Por Manuel E. Yepe

En última instancia, a la gente le gusta soñar con un mundo mejor, le gusta comprometerse, incluso sacrificarse por otro ser, o por un ideal, o por una revolución. La locura que Occidente ha extendido por el planeta para que el capitalismo y el imperialismo se mantengan en el control del planeta no durará mucho más. Pronto, la gente comprenderá que no hay nada más glorioso que construir su país, mejorar las condiciones en todo el mundo, limpiar nuestro medio ambiente, amar y comprometerse plenamente con esa obra.

Pero antes de eso, sin embargo, las mentiras tendrán que ser expuestas. La guerra es la guerra, la paz es la paz. Los agresores son agresores y las víctimas son víctimas.

Occidente ha inmovilizado a la gente en todo el mundo con sus sucias y deprimentes mentiras. ¡Pronto, estoy seguro, el mundo se levantará y exigirá la verdad! Con la verdad, el equilibrio psicológico volverá.

La gente aprenderá a soñar de nuevo. La enajenación que Occidente ha estado extendiendo, se enfrentará con los sueños y el imperialismo gritará, aullará, tratará de mordisquear todo lo que se mueva, pero más temprano que tarde perderá todo su poder.

Millones de personas están ahora, de nuevo, listas para luchar por ello y, con suerte, patearán el cubo. Yo creo en ello.

En los párrafos anteriores se resumen las ideas que expone el filósofo, novelista, cineasta y periodista de investigación Andre Vltchek, natural de Leningrado, de padres checos y residente en Estados Unidos, escritor de varios libros, entre ellos The Great October Socialist Revolution (La gran revolución socialista de octubre), en un enjundioso ensayo titulado Occidente ha dado un golpe filosófico a la izquierda, aparecido en la revista online New Eastern Outlook”.

La gente de todo el mundo, incluso ciertos grupos dentro de los países imperialistas, se siente que ya han aguantado demasiado. Los principales medios de comunicación, la academia, los más visibles propagandistas del capitalismo han estado tratando de convencer al mundo de que la ideología ha muerto, o que al menos se ha vuelto irrelevante y que la izquierda es en realidad... ¡la derecha!

Es un acontecimiento sumamente complejo pero importante. El problema principal es que luego de décadas en que la filosofía ha sido encerrada, encarcelada, dentro de las aulas decadentes de las universidades decadentes, la mayoría de la gente ha perdido toda idea de lo que realmente les disgusta; de lo que rechazan y lo que desean.

La gente de todo el mundo ya tuvo suficiente. Incluso ciertos grupos dentro de los países imperialistas han soportado suficiente.

La filosofía y temas tan profundos y esenciales como “la dirección en que debería evolucionar el mundo”, ya no se discutían en las reuniones de la UNESCO, sino que se debatían por los presentadores de los programas de entrevistas superficiales. La música pop ligera, las películas de terror, la promoción de valores y deseos egoístas, a menudo infantiles, no satisfacían a las masas, pero las dañaban, reduciendo su capacidad de pensar, de analizar y de sacar conclusiones sobrias y bien informadas.

Cada vez más, la izquierda ha sido difamada y hasta con la extrema derecha, incluso con el fascismo. De hecho, comparar el comunismo y el fascismo, fue tremendamente bien recompensado. En Occidente, miles pensadores e ideólogos se han ganado la vida haciendo nada más que eso.

En Europa o Norteamérica, cuando se sintoniza cualquier canal de televisión o emisora de radio escucha que a los grandes líderes políticos de la izquierda se les llame sistemáticamente demagogos, populistas, o algo peor, y se hacen locas comparaciones de Stalin con Hitler. Nunca una comparación lógica como la de Hitler con Churchill o del nazismo alemán con el colonialismo europeo. La realidad política se vuelve extremadamente confusa, dice Vltchek.

El mayor problema es que la gran mayoría de los ciudadanos occidentales ha sucumbido a esta propaganda. Ya no son capaces de cuestionar nada relacionado con estos temas, y si quisieran cuestionarlos, ni siquiera saben dónde buscar las fuentes que podrían desafiar efectivamente el dogma oficial.

Son adoctrinados, pero creen que son libres. No sólo eso, no se dan cuenta de que están profundamente condicionados y lavados de cerebro: realmente piensan que están en posición de predicar, obligados a iluminar a otros, instruyendo al mundo con lo que se les ha enseñado.

Y así, hablan y escriben, les pagan por ello. Se unen a la ONU, a las instituciones culturales internacionales y a las ONG, a las universidades, y siguen difundiendo todos esos dogmas desarrollados por los ideólogos occidentales para un solo y único fin: explotar y controlar el mundo.

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